Miedo a un planeta 'hipster'
El mundo alternativo se fracciona: conozcamos todas las mutaciones del 'hipster' Se consolidan los 'mipsters', modernos musulmanes, donde las chicas compaginan el 'skate' con el 'hiyab' El plan de dominaci¨®n mundial 'hipster' se concreta. Si pega la oreja al suelo los escuchar¨¢ llegar
Llegados a un punto en que los maniqu¨ªes masculinos del Sfera (que, hasta donde sabemos, no est¨¢ hermanada con los h¨ªper creativos Opening Ceremony) llevan barba modernita y las mercer¨ªas de barrio venden baberos y pijamas con estampados de bigotes y pi?as ¨Cla pi?a se convirti¨® en el nuevo bigote en alg¨²n momento del verano de 2013¨C, ?tiene sentido seguir hablando de hipsters? A ellos, la subcultura de la modernidad y el indie, y a sus primos hermanos, los millenials (j¨®venes pragm¨¢ticos y no ut¨®picos, altamente familiarizados con el mundo digital), se les culpa de casi todo: del derrumbe de la industria automovil¨ªstica (ni el hipster ni el millenial aspiran a tener coche), de los #filtros, de los #nofiltros, de que una foto de Instagram tenga m¨¢s de siete hashtags, de la destrucci¨®n del tejido comercial de los barrios c¨¦ntricos (si busca all¨ª una tote bag de algod¨®n org¨¢nico, est¨¢ de suerte. Ahora, como quiera copiar una llave o comprar una alcachofa de ducha¡), del neosexismo, el neorracismo y unas cuantas plagas b¨ªblicas m¨¢s.
La etiqueta ha llegado a 2014 desva¨ªda y desgastada, lista para el recambio. Los que cuentan chistes sobre hipsters caen en el serio riesgo de acabar en el mismo purgatorio del humor en el que pagar¨¢n por sus penas los que, a estas alturas, retuitean bromas sobre cupcakes o?gin tonics que parecen ensaladas. A lo hipster ya s¨®lo le queda una salida: atomizarse. Conozcamos a sus subtribus.
Mipsters o Mipsterz: Hipsters musulmanes. Una de las cosas que hace interesante a esta variaci¨®n es que subvierte uno de los pilares de lo hipster: los mipsterz s¨ª que se reconocen como tales. La etiqueta se la autoadjudic¨® un grupo de j¨®venes estadounidenses y musulmanes muy activos en las redes sociales que en noviembre public¨® un v¨ªdeo en el que se ve¨ªa, por ejemplo, a chicas con hiyab y skates haciendo cosas vagamente de modernos con el tema Somewhere in America de Jay Z de fondo. Se trata de un grupo bastante autodelimitado y que cuenta incluso con su propio servicio de citas online, un Meetic para modernos que leen el Cor¨¢n llamado Hipster Shaadi. El v¨ªdeo y el movimiento recibieron cr¨ªticas desde varios rincones. De mujeres que llevan el velo isl¨¢mico y creen que es incompatible con el swag (el tumb¨®n que tienen los raperos al caminar) que exhiben las chicas del v¨ªdeo y de mujeres que lo que ven incompatible es el velo isl¨¢mico y cualquier noci¨®n de modernidad. El debate tuvo un nivel m¨¢s elevado de lo habitual en ese entorno tem¨¢tico y se puede decir que el grupo que inici¨® la etiqueta tuvo ¨¦xito en lo que se propon¨ªa: tomar una palabra, ¡°hipster¡±, que suele provocar adhesi¨®n o repulsi¨®n y utilizarla en beneficio propio, para redirigir el di¨¢logo medi¨¢tico.
Hipsters cristianos: ¡°No les importa pagar 100 d¨®lares por un concierto de Sufjan Stevens y buscan iglesias con opciones veganas¡±. As¨ª define Brett McCracken a parte de ese target en su libro Cristianismo hipster. D¨®nde chocan la Iglesia y lo cool. El g¨¦nero del rock cristiano es como un estilismo marchito, pero eso no quiere decir que no exista el hipster religioso y pol¨ªticamente conservador. Sus representantes, como el propio McCracken, lo mismo tuitean a favor de la pr¨®xima peli de Richard Linklater (Antes del amanecer o Escuela de rock), que en contra del matrimonio homosexual. Los christian hipsters tienen hasta sus propias blogueras de moda, que dan la raz¨®n a aquellos que siempre se han quejado de lo mucho que se toca lo indie con lo monjil. No hay m¨¢s que ver la l¨ªnea de ba?adores ¡°no ofensivos¡± que ofrece una de sus ide¨®logas, Jessica Rey. Aunque parece un fen¨®meno exclusivamente estadounidense, existen hom¨®logos en Espa?a, sobre todo en la ¨®rbita del Opus Dei, donde, aunque no abundan, es perfectamente posible encontrar juventud que compagina su apoyo a la Ley Gallard¨®n y al pr¨®ximo disco de Metronomy.
La historia del hipsterismo es, en cierta manera, la historia de un grupo de blancos tratando de serlo un poco menos
Blipsters. Combinaci¨®n de black y hipsters. O sea: negros y modernos. Teniendo en cuenta que la palabra hipster tiene su origen en los c¨ªrculos del jazz alternativo de los a?os 40 (los primeros hipsters fueron negros) y que la historia misma del hipsterismo es, en cierta manera, la historia de un grupo de blancos tratando de serlo un poco menos, no deja de ser ir¨®nico hablar de los blipsters como una minor¨ªa. Y la etiqueta, en efecto, causa cierto escozor. El blipster, como el blemo (black emo) se define por negaci¨®n: le gusta lo cercano a lo indie porque no les gusta asociarse s¨®lo al hip hop y derivados, que es lo que en Estados Unidos se le presupone al joven negro y enterado. Y dentro del hip hop, prefiere el que suele gustar a los blancos, el old school. En un interesante ensayo publicado el a?o pasado en la web de MTV, Martin Douglas, un blipster a su pesar, defin¨ªa as¨ª la sensaci¨®n que tuvo al ir a un concierto de la arpista Joanna Newsom: ¡°Fue como en uno de esos sue?os en los que deambulas desnudo por los pasillos del instituto. Todas las miradas se centraban en m¨ª¡±. La banda The Cocker Spaniels puso m¨²sica y letra a ese sentimiento en una canci¨®n titulada El ¨²nico negro en el concierto de indie-rock. La ley dice que cuando se publica un art¨ªculo sobre blipsters es obligatorio ilustrarlo con una foto de TV on the Radio, aunque quiz¨¢ la blipster m¨¢s famosa que existe no es otra que la herman¨ªsima Solange Knowles, que un d¨ªa arrastr¨® a Beyonc¨¦ y Jay-Z a un concierto de Grizzly Bear en Brooklyn. Y no conviene descuidar a la facci¨®n brit¨¢nica, con Dev Hynes, el cantante de Blood Orange, y el c¨®mico y cineasta Richard Aoyade a la cabeza.
Hicksters. De ¡°hick¡±, pueblerino, y hipster. Seg¨²n el Urban Dictionary, los hicksters escuchan semi-ir¨®nicamente a Lynryd Skynryd y su vello facial siempre tira m¨¢s a lo asilvestrado que a lo relamido. En realidad, la est¨¦tica hickster, que mezcla lo sure?o y motero con lo indie en su vertiente m¨¢s machirula, tuvo su apogeo hace unos a?os, cuando a¨²n se consideraba rompedor llevar gorras de camionero y cuando Kings of Leon aun ten¨ªan coartada moderna ¨Cantes de esa canci¨®n que nunca acabaremos de creer del todo que iba en serio, Sex on fire¨C. Un hickster de manual podr¨ªa ser Gavin McInnes, el canadiense que cofund¨® la revista Vice en 1997, al que en su d¨ªa llamaron ¡°padrino de lo hipster¡± y que, a juzgar por las declaraciones que hizo hace unos meses en un debate sobre nueva masculinidad, se toma lo del pelo en pecho muy en serio. All¨ª dijo que el feminismo ha hecho infelices a las mujeres y que ¨¦stas tienen que dejar de intentar "masculinizarse". Cuando le replic¨® otra tertuliana, se limit¨® a llamarla ¡°jodida idiota¡±. McInnes tambi¨¦n ha hablado en ocasiones del ¡°orgullo blanco¡± y de la necesidad de cerrar las fronteras para que no se diluya la cultura occidental. As¨ª que no cabr¨ªa descartar que el periodista hubiera fundado su propia facci¨®n, el imbipster o hipster con dificultades para recibir riego sangu¨ªneo en el cerebro.
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