La invasi¨®n de las especies
El mapache ha pasado de mascota de moda a peligroso invasor en libertad en la pen¨ªnsula. Su presencia ejemplifica lo que los expertos denominan "homogeneizaci¨®n biol¨®gica"
Un viajero que tome sendas cervezas en otras tantas terrazas de Nueva York, Madrid, Reikiavik y Melbourne podr¨¢, si tiene curiosidad por cuanto le rodea, advertir que en todas ellas crecen las mismas rosas en los arriates, hay gorriones y palomas similares merodeando entre las mesas en busca de migas ca¨ªdas, y silban iguales estorninos en los tejados. Es obvio que no siempre fue as¨ª, y no solo porque en el pasado no hubiera terrazas. Hasta hace poco, cada rinc¨®n del mundo ten¨ªa su fauna y flora peculiares, y nada ten¨ªan que ver las aves de Australia, digamos, con las europeas o las americanas.
Los bi¨®logos explican la nueva situaci¨®n diciendo que vivimos un proceso inquietante de homogeneizaci¨®n biol¨®gica, la sustituci¨®n gradual de las especies nativas por otras for¨¢neas, que tienden a ser las mismas en todas partes. ?Por qu¨¦ las mismas? Porque son especies que transportamos los humanos, a sabiendas o no, y que resultan capaces de medrar en medios humanizados. ?No han visto, y sobre todo o¨ªdo, a las cotorras argentinas en los parques de Madrid, Barcelona o Sevilla? Se trajeron como simp¨¢ticas y baratas mascotas, algunas (inevitablemente) escaparon o fueron liberadas de sus jaulas, y dada su enorme adaptabilidad se han extendido con rapidez en muchas zonas urbanas y periurbanas.
No muy diferente es el caso de los gal¨¢pagos de Florida, que tanto llaman la atenci¨®n en el estanque de la madrile?a estaci¨®n de Atocha: se compran, se disfrutan, y cuando uno se cansa de ellos se sueltan, expandi¨¦ndose por las masas de agua y perjudicando a las especies nativas. En este contexto cabe interpretar la reciente y publicitada presencia de mapaches en Espa?a.
Es el mapache un bonito animal: lleno de curiosidad, muy h¨¢bil con las manos, juguet¨®n, de mirada franca y viva, con pelo denso y suave y una cola rayada que algunos identificamos con los gorros de los antiguos tramperos del viejo oeste. Incluso se le ha llamado osito lavador, porque en ocasiones lava el alimento antes de ingerirlo. De peque?ito es un peluche viviente que apetece tener en casa. Y como es ex¨®tico, ya que procede de Norteam¨¦rica, tener uno pudiera juzgarse, adem¨¢s, un signo de distinci¨®n. Por eso es (o ha sido) muy ofrecido. Busquen en Google. Bajo los t¨¦rminos ¡°mapache + mascota¡± aparecen casi 150.000 entradas, solo en castellano.
Pero si hay gentes que se cansan del perro o el gato, ?c¨®mo no hacerlo del mapache, que una vez crece deja de ser encantador y se torna agresivo, huele fuerte y origina estropicios? Con la mejor intenci¨®n, entonces, los due?os imaginan: ?en d¨®nde va a estar mejor que en el campo?, y lo sueltan (tambi¨¦n puede escapar, pues es h¨¢bil abriendo las jaulas). A partir de ah¨ª, solo depende de los mapaches liberados reproducirse en el medio natural y desplazar a las especies locales.
Tener en casa animales ex¨®ticos que en caso de escapar pueden integrarse en la naturaleza, es irresponsable. Mucho m¨¢s, soltarlos voluntariamente. En la actualidad, adem¨¢s, tanto lo uno como lo otro est¨¢ prohibido, tras aprobarse en agosto de 2013 un real decreto sobre especies ex¨®ticas invasoras.
En el congreso de la Sociedad Espa?ola para la Conservaci¨®n y Estudio de los Mam¨ªferos (SECEM), celebrado el pasado diciembre en Avil¨¦s, se dio cuenta de la presencia de poblaciones libres de mapaches al menos en Madrid (sobre todo), Galicia y Andaluc¨ªa. Hay casos aislados en Catalu?a, la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Baleares, Canarias, Murcia y el Pa¨ªs Vasco, cuando menos. Frenar su expansi¨®n es costoso y el ¨¦xito no puede garantizarse.
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