Enemigos del sexo
Somos la generaci¨®n que abiertamente cont¨® c¨®mo los curas indagaban sobre los malos h¨¢bitos solitarios y preven¨ªan de malformaciones f¨ªsicas si el ni?o se tocaba
No deber¨ªamos dar nada por sentado. Y es dif¨ªcil, porque en esta vida nos rodeamos de amigos que piensan como nosotros, que han disfrutado y sufrido experiencias parecidas, que comparten las mismas pasiones, que son el resultado de las mismas canciones, pel¨ªculas, lecturas, tentaciones y correr¨ªas nocturnas. Vamos buscando por la vida a nuestros iguales, y los reconocemos por el olor que emanan, por c¨®mo respiran ante cualquier asunto. Si yo le preguntara a cada uno de mis amigos c¨®mo abordan la sexualidad de sus hijos, no creo que distara mucho una respuesta de otra, pero el resumen vendr¨ªa a ser que no quieren para su descendencia la perturbadora o inexistente informaci¨®n sexual que ellos tuvieron de ni?os.
Somos la generaci¨®n que abiertamente cont¨® c¨®mo los curas indagaban sobre los malos h¨¢bitos solitarios y preven¨ªan de malformaciones f¨ªsicas si el ni?o se tocaba. A las ni?as no se nos hac¨ªa esa pregunta en el confesionario porque se ve que directamente no se conceb¨ªa que tuvi¨¦ramos fantas¨ªas sexuales.
Los hijos, los nuestros, los de quienes todav¨ªa padecimos una educaci¨®n en la que el sexo era sucio, hemos procurado que ellos afrontaran su experiencia sexual de manera nada traum¨¢tica. Pero claro, estoy hablando de mis colegas generacionales, de esos padres y esas madres que se parecen a m¨ª. A ra¨ªz de debates como el del aborto hemos escuchado respirar a otra Espa?a, dicen que minoritaria en su fanatismo, pero que existe y a la que la clase pol¨ªtica y algunos medios de comunicaci¨®n adulan, como no queriendo perder a ese grupo rocosamente reaccionario que a punto est¨¢ de adquirir personalidad pol¨ªtica con intenciones de sentarse en el Parlamento.
La Universidad de Navarra ha escrito un art¨ªculo en el que se ofrecen consejos para evitar la masturbaci¨®n
Esta semana me lleg¨® un art¨ªculo que, confeccionado por el aula de sexualidad de la Universidad de Navarra y publicado en Abc, ofrec¨ªa a los lectores consejos pr¨¢cticos para evitar la masturbaci¨®n. El texto no estaba escrito en un tono religioso amenazante, sino que obedec¨ªa a la comprensiva pluma de quien entiende que el ser humano est¨¢ sometido a tentaciones y han de ofrec¨¦rsele los mecanismos para rechazarlas: eligiendo bien las compa?¨ªas, evitando el aburrimiento, llevando una vida saludable y haciendo caso omiso de esta cultura erotizada que nos invade.
Esta informaci¨®n penetraba (con perd¨®n) en mis neuronas en una semana en la que las palabras excitaci¨®n, masturbaci¨®n, penetraci¨®n, orgasmo, paredes vaginales o contracciones musculares incontrolables han venido colonizando mi tiempo diario dedicado a la ficci¨®n. Bueno, se trata en realidad de una ficci¨®n basada en personajes reales. En unos ocho d¨ªas he visto la primera temporada de la serie Masters of sex, inspirada en el libro sobre la vida y experimentos que el doctor Masters y la trabajadora social Virginia Johnson realizaron a finales de los cincuenta en Washington University, Saint Louis.
Masters comenz¨® haciendo trabajo de campo observando a las prostitutas en acci¨®n a trav¨¦s de un agujero en la pared, pero gracias a la habilidad social de su ayudante Johnson empez¨® a reclutar a parejas de todo tipo que, an¨®nimamente y, a veces, p¨ªcaramente, se ofrec¨ªan a colaborar con la ciencia, dej¨¢ndose colocar electrodos en distintas partes de su anatom¨ªa que registraban los cambios que las emociones sexuales provocan en el cuerpo. A pesar de que es posiblemente la serie que contiene m¨¢s polvos de la historia de la televisi¨®n, estos est¨¢n rodados con elegancia y un elemento a¨²n m¨¢s dif¨ªcil de introducir (perd¨®n) cuando se contempla el sexo: sentido del humor.
¡®Masters of sex¡¯ es la serie que contiene m¨¢s polvos de la historia de la televisi¨®n, pero rodados con elegancia
Dejando a un lado la admiraci¨®n que provoca el hecho de que un tema tan ins¨®lito pueda construir una trama y a su vez observar lo ¨ªntimo y lo social de una ¨¦poca a trav¨¦s de las relaciones sexuales de los individuos, Masters of sex nos conduce, en un primer momento, a la enga?osa idea de que la sociedad siempre progresa hacia la apertura de costumbres. Y no. En Estados Unidos salta a la vista que hace tiempo la extrema derecha decidi¨® comerse a la derecha moderada, o al menos mantenerla amenazada, para liderar aspectos de moral, medio ambiente y pol¨ªtica exterior; esa corrosiva influencia ha acabado atando de pies y manos al pa¨ªs entero.
En Espa?a, aun siendo m¨¢s dif¨ªcil ese azote de la reacci¨®n, porque por mucho que se empe?e la Iglesia cat¨®lica los ciudadanos vivimos hoy de manera menos atormentada nuestra vida espiritual, se perciben signos de que hay quien no quiere perder un momento que puede ser ¨®ptimo para la regresi¨®n.
Si Masters, en un estudio por el que fue expulsado de la universidad y que hoy a algunos nos podr¨ªa parecer candoroso, afirm¨® que el tama?o no importa, que las mujeres tienen capacidad de disfrutar orgasmos m¨²ltiples y que el desahogo de la masturbaci¨®n no provoca en quien la practica ninguna consecuencia adversa, ahora, medio siglo despu¨¦s, la puerta se ha abierto para quienes est¨¢n dispuestos a difundir que el sexo solo debe practicarse para procrear y que hay que apartar a nuestros j¨®venes de esa costumbre tan fea. Opino que frente a dicho desacomplejado reaccionarismo hay que adoptar una desacomplejada respuesta.
M¨ªo es el aforismo que sigue: ¡°La masturbaci¨®n bien entendida empieza por uno mismo¡±. Pero estoy convencida de que lo hubiera firmado la intr¨¦pida se?ora Johnson.
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