Ya no quieren a los sirios en los aeropuertos
En mi huida de la guerra que se libra en Siria, tuve que atravesar muchos pa¨ªses. As¨ª lo dispuso el traficante que se comprometi¨® a llevarnos hasta Europa a mi y a otros seis compa?eros, entre ellos, mi hermana. Lo que ninguno imagin¨¢bamos es que el viaje se iba a enredar de tal manera.
Como muchos compatriotas, nuestro primer destino tras salir del pa¨ªs fue Turqu¨ªa. Desde Estambul deb¨ªamos coger un avi¨®n de la compa?¨ªa Turkish Airlines que nos llevar¨ªa a Ecuador, donde los sirios no necesitamos visado para entrar. Pero antes, hab¨ªa que hacer escala en Brasil, Argentina y Colombia. Cuando llegamos a Estambul, comenzaron los primeros problemas: nos dijeron que no pod¨ªamos viajar a Brasil porque no ten¨ªamos visado. Tuvimos que dar muchas explicaciones para que la compa?¨ªa entendiera que no era all¨ª donde quer¨ªamos quedarnos, sino en Ecuador. Siempre, en todos los aeropuertos, cuando descubren que eres sirio, te impiden viajar como quieres porque piensan que vas a pedir asilo en cualquier pa¨ªs.
Luego, hubo otra circunstancia que nos complic¨® la vida: en nuestro vuelo viajaban otros cinco sirios que no conoc¨ªamos. Llevaban dos d¨ªas retenidos porque ellos s¨ª que quer¨ªan quedarse en Brasil y la compa?¨ªa, recelosa, no les dejaba embarcar. Debieron solucionar el asunto porque les dejaron montar en el mismo vuelo que nosotros. Ya ¨¦ramos doce.Antes de embarcar, alguien que dijo ser representante de Turkish Airlines nos requis¨® los pasaportes y nos dijo que nos ser¨ªan devueltos al llegar a Quito; seg¨²n ¨¦l para que no nos escap¨¢ramos del avi¨®n al llegar a Brasil.
Por fin, el avi¨®n despeg¨®, y transcurrieron 14 largas horas hasta que, cansados y hartos, llegamos a Sao Paulo. Los cinco sirios que no conoc¨ªamos se bajaron, pero nosotros nos quedamos dentro. Este vuelo ten¨ªa la particularidad de que solo se deten¨ªa en esta ciudad para que se bajaran los pasajeros, pero luego segu¨ªa volando hasta Argentina, nuestra siguiente escala, por lo que no ten¨ªamos que cambiar de avi¨®n.
M¨¢s horas en el aire y, finalmente, llegamos a Buenos Aires donde, aqu¨ª s¨ª, ten¨ªamos que coger otra aeronave. Cual fue nuestra sorpresa cuando nos pidieron los pasaportes para embarcar. Nosotros pens¨¢bamos que los ten¨ªa alguien de la compa?¨ªa, tal y como nos hab¨ªan asegurado en Estambul. Y, si embargo, un polic¨ªa nos dec¨ªa que no hab¨ªa ninguna documentaci¨®n nuestra por ninguna parte. Lo que, al parecer, hab¨ªa pasado, es que se hab¨ªan dejado nuestros documentos en Brasil. Como los otros cinco sirios se quedaron all¨ª, alguien debi¨® pensar que nosotros tambi¨¦n, que por ser sirios ya ten¨ªamos que ir todos juntos.La soluci¨®n de la compa?¨ªa no fue otra que mandarnos de vuelta a Sao Paulo a buscarlos.
Cuando llegamos por segunda vez al Guarulhos International Airport de la ciudad brasile?a, cre¨ªmos con toda nuestra ingenuidad que el percance se solucionar¨ªa en unas pocas horas. Pues no. Tardamos DOCE D?AS en poder irnos de all¨ª. Y como ¨¦ramos unos sirios y encima indocumentados, no nos dejaron ni siquiera salir de la terminal en todo ese tiempo.
Seg¨²n llegamos, fuimos conducimos a una sala de unos 50 metros cuadrados, una habitaci¨®n sin m¨¢s muebles que unas pocas sillas que se utiliza para dejar ah¨ª esperando a cualquier persona que tenga un problema en el aeropuerto: desde un maleante hasta un sirio indocumentado. La gente con la que compartimos cuarto sol¨ªa marcharse al cabo de uno o dos d¨ªas, pero a nosotros nunca nos tocaba, siempre nos dec¨ªan que ten¨ªamos que esperar al d¨ªa siguiente. Y as¨ª pasaban las horas y los d¨ªas, y nadie sab¨ªa nada y nosotros empez¨¢bamos a hartarnos. Hasta uno de mis compa?eros, Kamiran, hizo huelga de hambre un d¨ªa en se?al de protesta por nuestra situaci¨®n, pero nadie le hizo caso.
Nuestra estancia tampoco fue la m¨¢s c¨®moda del mundo. La comida era muy mala, especialmente para los sirios. Nos daban invariablemente unos platitos con algo de arroz y brochetas de cerdo, un animal que nosotros no comemos. A mi, en realidad, no me importa demasiado ya que provengo de una familia que no es musulmana de verdad, sino m¨¢s bien por tradici¨®n, como muchos cat¨®licos en Espa?a. Lo tomo si no me queda m¨¢s remedio, pero no me gusta a diario, y mucho menos dos veces al d¨ªa. La gente que estaba conmigo, m¨¢s religiosa que yo, no prueba el cerdo jam¨¢s y pasaban mucha hambre. Lo advertimos, pero fuimos ignorados. Y nosotros, la mayor¨ªa de las noches, nos dorm¨ªamos con mucha hambre.
Un acto tan simple como dormir tambi¨¦n se convirti¨® en toda una odisea. Dorm¨ªamos de uno en uno en intervalos de dos horas. Solo ten¨ªamos tres sillas que pon¨ªamos juntas para acostarnos y nos ¨ªbamos cambiando para que todos echaran una cabezada. Dormir en el suelo era, sencillamente, imposible. Estaba limpio, pero muy fr¨ªo.
Cuando llev¨¢bamos una semana all¨ª, nuestro olor corporal empez¨® a ser demasiado insoportable. Hasta entonces no hab¨ªamos podido ducharnos porque no ten¨ªamos agua caliente. Hab¨ªa un peque?o cuartito con un grifo en lo alto de la pared, pero hasta que no nos quejamos, no la dieron. Y, cuando por fin nos pudimos duchar, tuvimos que volver a ponernos la ropa sucia porque ya no nos quedaba limpia.
Durante esos doce d¨ªas estuvimos nosotros, los sirios, tres mujeres y nueve hombres, pero siempre hab¨ªa unas 30 personas en total. Mat¨¢bamos las horas con el m¨®vil o con el ordenador port¨¢til. A veces pill¨¢bamos wifi y entonces pod¨ªamos hablar con nuestra familia a trav¨¦s de internet. Mi hermana y yo hablamos con nuestro hermano, pero no le dijimos ni una palabra de la situaci¨®n en la que nos encontr¨¢bamos para no preocuparles. ¡°Estamos en un hotel de cinco estrellas de puta madre¡±, recuerdo que le cont¨¦. Porque si mi madre se entera de esto, se muere. Ella no sabe ni la mitad de la historia que hemos vivido hasta llegar a Espa?a.
Durante esos d¨ªas pas¨¦ por todos los estados de ¨¢nimo: triste todo el tiempo, y enfadado constantemente, sobre todo con la polic¨ªa del aeropuerto. En algunos momentos llegu¨¦ a sentirme hasta feliz: bail¨¢bamos, toc¨¢bamos la guitarra¡ hac¨ªamos lo que pod¨ªamos para entretenernos. Menos mal que la guitarra estaba conmigo porque, si no, me hubiera muerto de aburrimiento.
Gracias a que hicimos mucho ruido, huelgas de hambre y a que protestamos mucho, conseguimos que finalmente nos devolvieran los pasaportes extraviados y nos dejaran seguir con nuestro camino. Pero, si no nos hubi¨¦ramos movido nosotros, a lo mejor todav¨ªa segu¨ªamos all¨ª. Somos sirios, y a los sirios ya no nos quieren en los aeropuertos.
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