La otra memoria del Nobel
La vida de la viuda de Octavio Paz, que habr¨ªa cumplido 100 a?os el 31 de marzo, sigue girando en torno al escritor. Quiere ser digna de su memoria
Mientras Octavio Paz (1914-1998) y Marie Jos¨¦ Tramini se casaban en el jard¨ªn de la embajada mexicana en India, una manada de tigres de Bengala rug¨ªa con fuerza. ¡°Es verdad, ?de qu¨¦ se r¨ªe?¡±, ataja la viuda del poeta y ensayista mexicano, premio Nobel de Literatura 1990. ¡°Es que era la hora en que les daban de comer a los tigres en el zool¨®gico que estaba cerca¡±, aclara con un repiqueteo de sonidos guturales franceses.
Marie Jos¨¦ Paz ¨CMariy¨®, como la llamaba su marido¨C era una mujer casada con un diplom¨¢tico franc¨¦s cuando, en ¡°un atardecer magn¨¦tico¡± de 1962, conoci¨® al autor de El laberinto de la soledad en el barrio de Sunder Nagar de Nueva Delhi. ¡°Yo era muy joven para divorciarme y pronto me fui de India, sin despedirme de Octavio¡±. Pero el destino (¡°porque fue eso: el azar del destino¡±) har¨ªa que se reencontraran meses despu¨¦s en una calle de Par¨ªs. Marie Jos¨¦ se divorci¨®, se fue a India con Octavio (quien tambi¨¦n se hab¨ªa divorciado de su primera esposa, la escritora mexicana Elena Garro), donde ¨¦l segu¨ªa siendo embajador de M¨¦xico, y se casaron en 1964 bajo un frondoso nim lleno de ardillas.
Entre ambos se consolid¨® una historia ¡°muy literaria¡±, regida por la fatalidad de la atracci¨®n y la libertad de la elecci¨®n. Cuando la pareja se instal¨® en un piso del paseo de la Reforma, en M¨¦xico DF, sus d¨ªas transcurr¨ªan entre la escritura, decenas de viajes, el cuidado de un invernadero y de algunos gatos. A primera hora, Marie-Jo le¨ªa los peri¨®dicos y seleccionaba lo que pudiera interesarle a su marido. Desayunaban juntos y luego ¨¦l se met¨ªa a su estudio para escribir ¡°sin interrupciones¡±. Por la tarde iban al mercado, al tenis (¡°solo jugaba yo. Pero Octavio me acompa?aba, el pobre¡±), al cine, a una cena o se quedaban en casa viendo la tele (¡°?sabe que a Octavio le encantaban Los Simpson?¡±).
?No les hicieron falta hijos? ¡°Pensamos en tenerlos, pero yo necesitaba una operaci¨®n que nunca quise hacerme. No obstante, ahora que veo a Salma Hayek y a tantas otras tener su primer hijo a los 40, digo: ¡®Me la hubiera hecho¡¯. Pero nuestro amor fue tanto que parec¨ªa que no necesit¨¢bamos hijos. ?Ten¨ªamos tanto que hacer, tanto que compartir!¡±.
La noche del 21 de diciembre de 1996, un cortocircuito provoc¨® un incendio en su piso. ¡°Cuando llegaron los bomberos, sub¨ª y vi c¨®mo se hab¨ªan quemado varios libros, muchos recuerdos que ten¨ªamos de India, de Afganist¨¢n¡ un mueblecito donde Octavio ten¨ªa las primeras ediciones de sus libros. Estuvo bien que hubiera sido yo la que vio eso, para que ¨¦l no tuviera la sensaci¨®n de infierno¡±.
Porque el entonces presidente de M¨¦xico, Ernesto Zedillo, se los ofreci¨®, la pareja se mud¨® a una casa del colonial barrio de Coyoac¨¢n. Ah¨ª pas¨® los ¨²ltimos d¨ªas de su vida el escritor que el pr¨®ximo 31 de marzo habr¨ªa cumplido 100 a?os. ¡°Desde 1977, Octavio viv¨ªa con un solo ri?¨®n. A los 80 lo operaron del coraz¨®n¡ En fin, ya hab¨ªa salido de otras enfermedades. Por eso, cuando le diagnosticaron c¨¢ncer en los huesos, pens¨¦ que se iba a salvar. Pero no¡ Me queda la satisfacci¨®n de haberlo hecho feliz. Al final me lo dijo: ¡®Soy feliz porque estoy con la mujer que amo y que me ama¡¯. Y se fue¡±. Eran las 22.30 del domingo 19 de abril de 1998.
Marie Jos¨¦ Paz recuerda y la invade la melancol¨ªa. Echa de menos compartir una exposici¨®n o un viaje ¡°con Octavio¡±. Pero varias de las actividades que realiza en los ¨²ltimos a?os giran en torno a ¨¦l. Revisa, corrige, aprueba, opina, coordina¡ libros y eventos. ¡°Quisiera ser digna de su memoria¡±.
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