Un pa¨ªs inflable
La inflaci¨®n de 2013 en Argentina, el 28%, cre¨® un mill¨®n y medio de nuevos pobres. El clima es de desasosiego, fijaci¨®n y violencia por la incertidumbre
No es como hace 23 a?os, cuando el peso perd¨ªa tanto valor cada d¨ªa que muchas amas de casa empezaban la compra de la ma?ana cambiando sus cinco o sus diez d¨®lares en la ¡°cueva¡± de la esquina. Tampoco es como hace 12, cuando los bancos se quedaron con los pesos y los devolvieron meses despu¨¦s transformados en papelitos de colores. Ahora la inflaci¨®n no ha superado el 5% mensual ¨Cpoco m¨¢s o menos: nadie sabe muy bien. Y ahora el peso existe ¨Caunque su relaci¨®n con el ¨²nico valor constante de la econom¨ªa argentina, el d¨®lar norteamericano, tiene m¨¢s vueltas que un culebr¨®n del tr¨®pico.
No es como hace 23 a?os ni es como hace 12, pero pesa la repetici¨®n, volver a vivir lo de hace 12 y hace 23 y 32 y 39: el tiovivo no deja de dar vueltas ¨Cy eso descorazona, desespera. Aunque cada vuelta tenga sus particularidades: en esta, el efecto de la inflaci¨®n aumenta porque el Gobierno miente que no existe. Entonces la incertidumbre es doble. Parece que hubiera que demostrar lo que todos sabemos: que un d¨®lar que se vend¨ªa a 9 pesos el 1 de diciembre costaba, el 1 de febrero, 12,65 ¨Cy que ese n¨²mero define la econom¨ªa argentina. La inflaci¨®n es, m¨¢s que nada, la zozobra de preguntarse qu¨¦ va a pasar ma?ana.
¨CA m¨ª lo que me gustar¨ªa es saber cu¨¢nto vale la plata. Necesito saber cu¨¢nto vale.
Todo se mide en dinero, nuestras vidas: no saber cu¨¢nto mide el dinero es no saber cu¨¢nto medimos. La inflaci¨®n evidencia el car¨¢cter ficticio de esa medida: hoy 10 pesos son cuatro naranjas, pero la semana pr¨®xima 10 pesos ser¨¢n tres naranjas, as¨ª que 10 pesos no es un valor que habr¨ªa que tener demasiado en cuenta ¨Csi no fuera porque los ingresos se miden en esa unidad confusa, traicionera:
¨CA m¨ª lo que me mata son las liquidaciones. En marzo unos zapatos a 500 pesos son car¨ªsimos; en julio, cuando los liquidan, por 500 pesos son una bicoca.
Una inflaci¨®n es una crisis de fe: millones tratando de volver a creer en el ¨²nico valor absoluto que esta civilizaci¨®n ofrece. Mientras, se vuelven iconoclastas, destruyen las im¨¢genes del dios. El dinero, en medio de una inflaci¨®n, quema las manos. Analistas sesudos dicen incluso que, por unos meses, el Gobierno argentino no combati¨® esta inflaci¨®n porque le serv¨ªa para incentivar el consumo. Pero el consumo de una inflaci¨®n es raro: en la prosperidad las personas gastan porque les va bien; en la inflaci¨®n gastan porque les va mal ¨Cy no quieren guardar hielo entre las manos. La inflaci¨®n, para los que tienen algo, es la urgencia del aqu¨ª y ahora; para los otros es amenaza pura.
¨CYo lo que no soporto es que a fin de mes qui¨¦n sabe si los bifes van a costar tanto que no voy a poder comprar ni uno.
Y produce, por eso, un clima de desaso?siego y fijaci¨®n y la violencia de toda incertidumbre: pelearte con el chino de la esquina o pelearte con quien sea que te espere en casa o pelearte contigo mismo, sin cuarteles. El gran lujo de los pa¨ªses ricos es que sus ciudadanos no pierden el tiempo y la paciencia imaginando formas de sobrevivir. Tienen garantizadas ciertas necesidades b¨¢sicas; sus problemas son cuestiones ¨Cmuy levemente¨C m¨¢s complejas. Ser pobre en un pa¨ªs pobre, en cambio, consiste en tener que suponer qu¨¦ har¨¢s para comer ma?ana. La inflaci¨®n es, incluso para los que no se piensan pobres, una experiencia de la pobreza: un pruebe de esa duda sostenida.
Y es, sobre todo, para muchos, la ca¨ªda. Cada punto de inflaci¨®n implica que 50.000 personas m¨¢s se hunden bajo la l¨ªnea de pobreza; el 28% del a?o pasado hizo casi un mill¨®n y medio de nuevos pobres en la Argentina. Cuando la incertidumbre reina, las certezas suelen ser peores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.