¡°Habr¨ªa sido mejor ser escritor que pol¨ªtico¡±
El legendario socialista M¨¢rio Soares lo ha sido todo en la vida pol¨ªtica de Portugal. Desde la lucha contra la dictadura hasta la presidencia de la Rep¨²blica. Ahora se ha convertido en una suerte de conciencia de la izquierda y de la socialdemocracia de su pa¨ªs y de Europa. Aprovecha cualquier oportunidad para apalear a los mercados, a la troika y, de paso, a Angela Merkel.
Cualquier pol¨ªtico importante aparece con frecuencia en las intrigas cotidianas de su partido; lo raro es que siga apareciendo con 89 a?os. Pero as¨ª es M¨¢rio Soares. Su inacabable figura constituye una referencia hist¨®rica, pero como de grandes palabras no se llena el jugoso d¨ªa a d¨ªa, este activo expresidente organiza multitudinarias reuniones para unir de una vez a la izquierda portuguesa, dirige una activa fundaci¨®n que lleva su nombre y opina en los peri¨®dicos de cualquier asunto que acarree pol¨¦mica. La cita es por la tarde, en su despacho de la fundaci¨®n, en un d¨ªa lluvioso de Lisboa. Su enfermera se sienta cerca. ?l se queja de algo del est¨®mago y luego explica la causa: una caipiri?a, un poco de vino y una feijoada que se ha calzado para comer. R¨ªe a carcajadas. Lo har¨¢ muchas veces a lo largo de la entrevista. Otras se indigna, tambi¨¦n con ganas, y para demostrarlo golpea con los dedos en la mesa: toc, toc, toc. Da la impresi¨®n de que este aut¨¦ntico viajero del siglo no ha hecho nada en su vida sin ganas.
?C¨®mo consigue hacer tantas cosas? El a?o pasado estuve mal, con una encefalitis. Fue la primera vez en mi vida que ca¨ª enfermo. Pero me trataron bien. Y ahora me siento razonablemente bien, a pesar de mis a?os. Ya no tengo ninguna pretensi¨®n pol¨ªtica ni deseo de poder. Solo leo, escribo y hablo: mis tres actividades fundamentales.
Usted comenta mucho la actualidad y ahora parece que la econom¨ªa remonta un poco. ?C¨®mo lo ve? En Portugal nada est¨¢ cambiando. Han sido dos a?os terribles. Para Portugal incluso peor que para Espa?a, me da la impresi¨®n. Este Gobierno [el del conservador Pedro Passos Coelho] est¨¢ hipotecado a la troika y a los mercados. Son ellos los que cuentan, las personas no. Todo lo que se consigui¨® desde la Revoluci¨®n del 25 de Abril, esto es, un Estado social serio, s¨®lido, con un servicio de salud p¨²blico, con una educaci¨®n fant¨¢stica y unas universidades equiparables a las de cualquier pa¨ªs europeo; todo esto, que constituy¨® un esfuerzo brutal, se ha echado a perder porque lo est¨¢n vendiendo.
?A¨²n cree que hay peligro de un estallido social? Me han acusado de estar a favor de la violencia. No lo estoy. Yo soy pacifista, pero creo que la gente est¨¢ tan desesperada que es posible que se desencadene una ola de violencia. Hay quienes van a buscar en los cubos de basura porque no tienen para dar de comer a sus hijos. Esto es grav¨ªsimo. Y este Gobierno [aqu¨ª comienza a golpear en la mesa: toc, toc, toc], solo obsesionado por los mercados. Los mercados tienen que estar al servicio de la gente, y no al rev¨¦s.
Y si usted fuese primer ministro, ?qu¨¦ har¨ªa? Hombre, eso es dif¨ªcil de decir. Incluso pretencioso. Ya le digo que no tengo ninguna ambici¨®n pol¨ªtica.
Pero yo le he o¨ªdo decir que si mandase, se negar¨ªa a pagar la deuda y a la troika. S¨ª, s¨ª, eso s¨ª: evidentemente. La ¨²nica manera de hablar con estos mercados [toc, toc, toc] es decirles: ¡°No, no pagamos¡±. Es lo que hizo Argentina y no le pas¨® nada. Yo soy gran admirador de Obama y del papa Francisco, las dos figuras que me parecen m¨¢s interesantes en el mundo. Y tanto el uno como el otro opinan que la austeridad no sirve para el que la practica, no sirve para nada. Paul Krugman, que es premio Nobel de Econom¨ªa, dice lo mismo. Adem¨¢s, ver que somos un protectorado de la troika me roe las tripas.
Usted tambi¨¦n pidi¨® un rescate econ¨®mico cuando era primer ministro en 1977. S¨ª, pero no es comparable.
M¨¢rio Soares
(Lisboa, 1924). Antes de la revoluci¨®n de los claveles fue profesor de Filosof¨ªa, abogado y luchador infatigable desde la adolescencia contra la dictadura. Estuvo preso 12 veces durante el r¨¦gimen de Salazar, deportado en la isla de Santo Tom¨¦ y Pr¨ªncipe y fue secretario general del Partido Socialista en el exilio en Par¨ªs. Tras la vuelta apresurada a Portugal en 1974, fue ministro de Asuntos Exteriores, primer ministro y presidente de la Rep¨²blica. Tambi¨¦n candidato derrotado a la presidencia en 2005. Le gusta definirse, con orgullo, como un pol¨ªtico profesional.
?Ah, no? Pues no. Atraves¨¢bamos una crisis financiera, y yo ped¨ª apoyo al Fondo Monetario Internacional, a nadie m¨¢s. Y nos lo dieron. Por cierto, la representante del FMI estuvo un a?o aqu¨ª, en Lisboa, sin dar ni una entrevista. Fue muy discreta. Solo hablaba con el ministro de Finanzas y conmigo. Devolvimos el dinero en un a?o.
As¨ª que usted pag¨®¡ Porque nos prestaron el dinero suficiente para poner a funcionar el sistema.
?Y ahora? Ahora es distinto, porque ni al Gobierno ni a la troika les interesa el pa¨ªs, solo el dinero. Ustedes en Espa?a tienen algo bueno: que no hay troika. A m¨ª no me gusta Mariano Rajoy, pero no dej¨® entrar a la troika e hizo muy bien. Estos la dejaron entrar y ahora la troika act¨²a como si fuesen nuestros jefes. Y como los pol¨ªticos de ahora no son valientes, pues no saben decir que no. Solo saben obedecer. No son pol¨ªticos de verdad.
?Y qu¨¦ es un pol¨ªtico de verdad? El que se ocupa de su pa¨ªs por encima de todo, el que es patriota y busca no su bien personal, sino el bien del pa¨ªs al que pertenece.
?Y usted siempre quiso ser pol¨ªtico? No, yo solo estaba contra la dictadura. No pod¨ªa vivir sin libertad: me gustaba escribir, pero todo lo que escrib¨ªa me lo censuraban. Y yo no pod¨ªa vivir en un pa¨ªs amordazado. Como mi padre, que era un republicano hist¨®rico y un combatiente por la libertad aunque nunca fue socialista. Pero s¨ª que estuvo preso y exiliado. En la Universidad particip¨¦ en el Movimiento de Unidad Democr¨¢tica, como representante de los m¨¢s j¨®venes. Yo estuve siempre contra el Gobierno, siempre. Por eso pas¨¦ doce veces por la c¨¢rcel. Aunque nunca me rend¨ª, nunca habl¨¦ en los calabozos de la PIDE (polic¨ªa secreta del r¨¦gimen de Salazar).
?Le torturaron? S¨ª, me pegaron y me aplicaron la tortura del sue?o.
¡°Lo que se logr¨® en la Revoluci¨®n del 25 de Abril lo est¨¢n vendiendo¡±
?En qu¨¦ consist¨ªa eso? En que no te dejaban dormir. Me empujaban y me insultaban, me amenazaban asegur¨¢ndome que me iban a matar, todo para que no me durmiera. No s¨¦ c¨®mo, pero aguant¨¦ dos d¨ªas as¨ª. Pero despu¨¦s de esos dos d¨ªas les dije que llamaran al jefe de polic¨ªa, que quer¨ªa hablar con ¨¦l. Ya no recuerdo c¨®mo se llamaba, pero s¨ª que era un tipo muy atildado, con un traje de chaqueta adornado con el emblema de un colegio militar. Entr¨®, con una sonrisa, pensando que iba a denunciar a mis compa?eros. Y yo, al verle, salt¨¦ sobre ¨¦l, no s¨¦ c¨®mo, porque yo nunca he sido muy deportista, y le agarr¨¦ por el cuello. Recuerdo que le dec¨ªa: ¡°Sinverg¨¹enza, no eres digno del emblema que llevas¡¡±. Los otros me apartaron con un empell¨®n y una lluvia de golpes. El jefe de la polic¨ªa me miraba convencido de que hab¨ªa tratado de matarle. Me llevaron al calabozo, donde estuve incomunicado durante 22 d¨ªas.
?En qu¨¦ trabajaba entonces? Como abogado, aunque antes de licenciarme en Derecho lo hice en Letras.
?Quiso ser escritor? S¨ª, de hecho lo he sido. He publicado ciento y pico libros.
?Alguna novela? Bueno, hice alguna tentativa, pero pens¨¦ que mejor lo dejaba. No s¨¦ si hice bien o mal. Cuando estuve en la c¨¢rcel comenc¨¦ a escribir cosas de ficci¨®n. Y se las ense?¨¦ a dos amigos m¨ªos de la ¨¦poca que eran escritores. Era tarde, hab¨ªamos cenado y bebido bien. Y cuando iba por la p¨¢gina cinco o seis vi que los t¨ªos se hab¨ªan dormido. Pens¨¦ que si esos se dorm¨ªan, pues que aquello no funcionaba, y lo abandon¨¦, ja, ja, ja.
Y se dedic¨® a la abogac¨ªa. Fui abogado durante 16 a?os. Hasta el exilio en Francia. Entregu¨¦ mi carn¨¦ al Colegio de Abogados al presentarme a diputado. Para m¨ª, las dos cosas eran incompatibles. Por cierto, que ah¨ª sigue. El otro d¨ªa no s¨¦ qui¨¦n me dijo que pod¨ªa ir, retirarlo y volver a empezar, ja, ja, ja. Durante esos 16 a?os defend¨ª siempre a gente contraria al Gobierno: anarquistas, comunistas, republicanos, sindicalistas¡ Incluso me ocup¨¦, en 1965, de investigar la muerte de Humberto Delgado, un general opositor al r¨¦gimen de Salazar asesinado y enterrado por la PIDE en un pueblo de Badajoz.
?Cu¨¢nto tiempo vivi¨® exiliado en Par¨ªs? Cuatro a?os y medio. Fui solo. Mi mujer me visitaba de cuando en cuando. Y mis hijos lo hac¨ªan en vacaciones.
Ser¨ªa muy duro vivir as¨ª, ?no? No se crea. All¨ª me relacion¨¦ con much¨ªsima gente. Desde la duquesa Roja [Luisa Isabel ?lvarez de Toledo] hasta Mitterrand, del que me hice amigo. Tambi¨¦n conoc¨ª a Carrillo. Me lo present¨® mi tambi¨¦n amigo Jorge Sempr¨²n. Ellos luego se enfadaron, pero yo me segu¨ª llevando bien con los dos. Porque Carrillo era un tipo fant¨¢stico. El d¨ªa que lo conoc¨ª me dijo que ten¨ªa que ir a cenar a su casa, con su mujer. Yo conoc¨ªa a Cunhal [?lvaro Cunhal, l¨ªder del Partido Comunista Portugu¨¦s, por entonces tambi¨¦n en Par¨ªs, en el exilio] y para entrevistarme con ¨¦l hab¨ªa que ir a sitios complicados, clandestinos, un poco horribles. As¨ª que me sorprendi¨® que Carrillo, tan tranquilamente, me invitara a su casa: un tipo normal¨ªsimo. Y muy inteligente. Y, por cierto, me pas¨® algo interesante con ¨¦l.
Cu¨¦ntelo. Al primer congreso del Partido Socialista portugu¨¦s, en diciembre de 1974, vinieron, entre otros espa?oles, Carrillo y Felipe Gonz¨¢lez. A¨²n dirig¨ªan partidos clandestinos. Tambi¨¦n hab¨ªan venido socialistas alemanes e italianos, y de otros pa¨ªses, porque la revoluci¨®n de los claveles fue algo que enamor¨® a toda Europa. As¨ª que no pod¨ªan hablar todos en los discursos. A m¨ª me conven¨ªa que hablara Carrillo, que era comunista, porque yo por aquella ¨¦poca andaba enfrentado con los comunistas portugueses, con Cunhal y compa?¨ªa. Cunhal estaba convencido de que Portugal iba a convertirse en la Cuba europea. A lo que iba: le dije a Felipe en mi despacho que hablar¨ªa Carrillo y que ¨¦l no. Me contest¨®: ¡°No, yo tambi¨¦n hablo, que soy del partido hermano¡±. Y yo le repliqu¨¦: ¡°No, t¨² no hablas. Disculpa, pero no hablas¡±. Y el otro: ¡°?Ah, no hablo?, pues me voy¡±. Y sali¨® dando un portazo: ?Patapum! Luego, a los cinco minutos, veo que abre la puerta otra vez, que asoma la cabeza y me dice: ¡°?Qu¨¦ pasa, M¨¢rio? Que los comunistas de los otros son siempre mejores que los comunistas de uno, ?no?¡±. Y se fue pegando otro portazo: ?Patapum! En parte ten¨ªa raz¨®n, ya que yo necesitaba que Carrillo hablara para cabrear a Cunhal, que por cierto se puso furioso, ja, ja, ja.
?C¨®mo se enter¨® de la Revoluci¨®n de Abril de 1974? Yo viv¨ªa por entonces en Par¨ªs, pero ese d¨ªa estaba en Alemania, en Bonn, junto con mi mujer y dos camaradas en unas jornadas socialistas. Temprano, por la ma?ana, llaman por tel¨¦fono. Lo coge mi mujer y me dice: ¡°Algo est¨¢ pasando en Portugal¡±. Salt¨¦ de la cama y nos pusimos en contacto con un periodista conocido que viv¨ªa en Lisboa, Raul Rego. Y nos advirti¨® que no se nos ocurriera ir para all¨¢, que no se sab¨ªa si aquello era de derechas o de izquierdas.
Pero no se quedar¨ªan en Alemania, ?no? No, claro. Volvimos a Par¨ªs. En la puerta de mi casa hab¨ªa un mont¨®n de periodistas. Yo era el secretario general de Partido Socialista portugu¨¦s, pero sab¨ªa lo mismo que ellos, es decir, nada. Aunque ya estaba convencido de que aquello era la revoluci¨®n. En fin: decidimos volver. En avi¨®n no se pod¨ªa porque los aeropuertos estaban cerrados. As¨ª que nos fuimos en tren. D¨ªa y medio de viaje. El periodista amigo nuestro nos advirti¨®, de todas maneras, que enviar¨ªa un enlace a Salamanca para que nos avisara si hab¨ªa peligro. Pero en Salamanca nos encontramos, a las dos y media de la madrugada, la estaci¨®n llena de j¨®venes gritando ¡°?Viva Portugal!¡± con claveles en las manos (cosa que yo entonces no sab¨ªa a cuento de qu¨¦ ven¨ªa). Al verlos me dije: ¡°Vamos adelante¡±. Cruzamos la frontera. Y en el primer pueblo portugu¨¦s nos para otra multitud en la estaci¨®n. Salimos del tren y alguien me dice que me suba a una mesa a dar un discurso. Me dan un meg¨¢fono, aparato que nunca hab¨ªa utilizado, y comienzo a hablar: que si la libertad, que si la descolonizaci¨®n, que si esto y que si lo otro¡ Mientras, veo que desde la otra parte del and¨¦n se acercan un tipo uniformado y otro con pinta de jefe de estaci¨®n. Y me digo, mientras sigo con el discurso: ¡°Estos vienen a detenerme: a la c¨¢rcel otra vez¡±. Pero el del uniforme, al llegar a mi altura, se cuadra, pega un taconazo, hace una reverencia y me dice: ¡°?Da su excelencia permiso para continuar? Llevamos media hora de retraso¡±. Ah¨ª s¨ª que pens¨¦: ¡°Hemos ganado¡±.
?Por qu¨¦ esa obsesi¨®n con Angela Merkel? Porque es la responsable de lo que pasa en nuestros pa¨ªses. Mire, hace un tiempo estuvo aqu¨ª un ministro chino y me dec¨ªa que les perjudicaba mucho, para su lucha comercial con Estados Unidos, que Obama hubiera decidido emitir d¨®lares. Y yo pens¨¦: si los europeos hici¨¦semos lo mismo, nuestros problemas se resolver¨ªan. Bastar¨ªa con darle a la manivela de fabricar euros¡
Eso no puede ser as¨ª de simple, se?or Soares. Eso es as¨ª de simple. Simpl¨ªsimo.
?Y por qu¨¦ no se hace? Porque Merkel no quiere. Ella quiere que todo sea para ellos, en inter¨¦s suyo. Aunque ella tambi¨¦n va a tener problemas porque no va a tener quien le compre sus productos. Los europeos ya no tienen dinero.
?De qu¨¦ se siente m¨¢s orgulloso de su etapa en el poder? De haber puesto en marcha el Servicio Nacional de Salud, la educaci¨®n, el Estado social, de todo esto que ahora est¨¢n destruyendo. Y, sobre todo, de haber sido alguien impulsor de la cultura. Siempre pens¨¦ que habr¨ªa sido mejor ser escritor que pol¨ªtico.
?Abandon¨® muchas cosas por la pol¨ªtica? Podr¨ªa haber hecho otras cosas importantes. Podr¨ªa haber escrito m¨¢s, o haber dado m¨¢s atenci¨®n a la familia. Viv¨ª muchos a?os preso o exiliado, y mi mujer lo soport¨® todo. Y mis hijos tambi¨¦n. Pero, bueno, as¨ª fueron las cosas: paciencia P
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