?Qu¨¦ fue de los chicos malos de la literatura?
Donde antes la norma eran escritores dips¨®manos, juerguistas y rebeldes, ahora lo son profesores universitarios de aficiones raras
?Qu¨¦ sucede? ?Nadie escribe ya en las servilletas de los bares ni emplea el culo del vaso como catalejo l¨ªrico? ?No hay escritor que encuentre su futuro literario en el remolino l¨ªquido de la taza del w¨¢ter de un after-hours cuando rompe el alba? ?No existen ya escritores que miran con ojos de lobo de Tex Avery ni que deslizan notas a las camareras y teclean con el cuello almidonado de la camisa lleno de rastros de carm¨ªn? ?No hay literato vivo que busque bronca en los pubs ni que guarde una botella de escoc¨¦s en el caj¨®n del escritorio o que invite a los peores expresidiarios a la barbacoa de su cumple?
?D¨®nde, en definitiva, est¨¢n los chicos malos de las letras? ?Los malditos de la narrativa contempor¨¢nea?
Recientemente incluso Ray Loriga ¨Cel vampiro de las letras ib¨¦ricas¨C admit¨ªa estar ¡°harto de ser Ray Loriga¡±
Es una pregunta que se van haciendo varias plataformas, de The New York Times para abajo. Es cierto que uno no imagina a Jeffrey Eugenides, el correct¨ªsimo autor de Las v¨ªrgenes suicidas, con la corbata en la cabeza y lanzando billetes a una stripper. Es verdad que la pasi¨®n por la ornitolog¨ªa de Jonathan Franzen no inspira la visi¨®n del autor agotando l¨ªneas de chupitos de tequila tama?o Gran Pir¨¢mide de Cholula. Son, en defintiva, malos tiempos para el malditismo. Malos tiempos para los chicos malos de la literatura.
Quiz¨¢s la cosa tenga que ver con el prestigio actual de un escritor, cuya ¨¦poca de esplendor qued¨® muy atr¨¢s, ¡°en la ¨¦poca del vapor"
Que la gran mayor¨ªa de escritores siguen teniendo esa sempiterna sed que parece ser el rasgo com¨²n del gremio, que a¨²n beben en cuanto tienen una excusa, es evidente. Sin embargo, recientemente incluso Ray Loriga ¨Cpor el alt¨ªsimo, el vampiro de las letras ib¨¦ricas¨C admit¨ªa que estaba ¡°harto de ser Ray Loriga¡±. Cualquiera que se ponga demasiado estupendo con esto de ser un escritor maldito ser¨¢ autom¨¢ticamente motivo de chanza entre sus compa?eros. No es que hayan dejado de beber, no, es que lo hacen en sus ratos libres, entre entrega y entrega de art¨ªculos, despu¨¦s de recoger a los nenes de la guarde y, sobre todo, hacerlo no les parece ya un motivo de orgullo (al margen de, quiz¨¢s, los estibadores de anta?o, ?qui¨¦n querr¨ªa alardear de algo que todo el mundo puede hacer con el suficiente tiempo libre: emborracharse?).
Quiz¨¢s, como dijo el estadounidense bebedor ocasional y escritor Kurt Vonnegut, la cosa tenga que ver con el prestigio actual de un escritor, cuya ¨¦poca de esplendor qued¨® muy atr¨¢s, ¡°en la ¨¦poca del vapor¡±. Si cualquier persona hiciera un c¨¢lculo aproximado (monetario y sentimental) sobre el glamour de la literatura cerrar¨ªa su port¨¢til y jurar¨ªa no poner jam¨¢s las manos sobre un teclado.
Los escritores de la era Mac
S¨ª existen autores que persisten en la man¨ªa de coquetear con la imagen de malotes como Houllebecq o que no provienen de c¨ªrculos acad¨¦micos como Donald Ray Pollock, pero los tiempos de Lord Byron parecen remotos. Los autores con cierta repercusi¨®n son los que se presentan como realmente constantes y met¨®dicos. El ep¨ªtome del autor que anota al final de su novela el modelo de Mac con el que la escribi¨® y los caff¨¨ macchiato de Starbucks que consumi¨® durante su escritura encontrar¨ªa su ep¨ªtome en Franzen, el autor de Libertad. No es el ¨²nico: el modelo de escritor gafitas que da clases de posgrado y que se permite alg¨²n hobby algo exc¨¦ntrico, como de novela de Chesterton, es el predominante. De hecho, este perfil hegem¨®nico ha dado lugar a cuentas par¨®dicas como @emperorfranzen, una falsa cuenta de Twitter (aunque el que la gestiona dice que el que es un fake es el Franzen real), en el que se presenta una especie n¨¦mesis arisca, diab¨®lica y cascarrabias del responsable de Las correcciones.
Otro autor, Howard Jacobson, iba algo m¨¢s all¨¢ en el diario The Guardian. All¨ª planteaba que nadie editar¨ªa ahora a Kafka, tanto por el car¨¢cter de su autor como porque sus historias carec¨ªan de redenci¨®n. Jacobson, de hecho, brinda una pregunta: ?cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que alguien intent¨® atracarte en el metro con la novela Middlemarch bajo el brazo? Leer es un acto civilizado y que requiere cierto sosiego, eso es cierto. Pero lo que se debate ahora es d¨®nde est¨¢n los escritores callejeros sin doctorado ni tesina.
Algunos se encuentran en nuevas escenas literarias como la Alt Lit: escritores mayoritariamente anglosajones y jovenc¨ªsimos que escriben sobre alcohol, drogas y relaciones en internet ¨C?de qu¨¦ iban a escribir?¨C. Firmas que no parecen preocuparse demasiado por la gloria literaria, como Tao Lin o Ben Brooks. Que viven, seg¨²n han anotado algunos suplementos especializados, ¡°una vida literaria¡± y que escriben sobre ella desde un enfoque autobiogr¨¢fico.
La extinci¨®n de los b¨¢rbaros
Raymond Chandler era un perro callejero para Agatha Cristie pero un mindundi para el exdelincuente, y de paso autor de novela negra, Chester Himes. Jacobson, por ejemplo, cita a Philip Roth como ¡°chico malo¡±. El autor jud¨ªo, a su vez, afirmaba el a?o pasado que ¡°la literatura no es un concurso de belleza¡± y que siempre se ha alineado m¨¢s con el C¨¦line pol¨¦mico y trotamundos que con Proust. Bien, pues Roth ser¨¢ un enfant terrible en algunos c¨ªrculos acad¨¦micos (terriblemente talentoso, falt¨®n y escatol¨®gico, especialmente en su primera etapa, es cierto), pero en su d¨ªa fue tomado a broma por algunos ases del Nuevo Periodismo. Tom Wolfe afirmaba en el pr¨®logo de su famosa antolog¨ªa: ¡°Philip Roth y sus amigos est¨¢n ahora repasando las historias de la literatura y sudan tinta, pregunt¨¢ndose d¨®nde han ido a parar. Malditos sean todos, han llegado los B¨¢rbaros¡¡±.
Esos tales B¨¢rbaros eran los exponentes del Nuevo Periodismo, que James Parker distingue en otro art¨ªculo en The New York Times como los ¨²ltimos malditos. En los a?os sesenta, seg¨²n ¨¦l, los novelistas quedaban rid¨ªculos si quer¨ªan competir a malotes con las estrellas del rock, con la excepci¨®n de gamberros como Hunter S. Thompson ¨Cen su libro de cartas El escritor gonzo se puede constatar cu¨¢n maldito era, aunque su editor comente en el pr¨®logo que fue precisamente esa imagen lo que acab¨® con su genio narrativo¨C y de borrachuzos audaces y tard¨ªamente provocadores como Norman Mailer ¨Csu idea de malditismo es insultar a los poetas famosos en Los ej¨¦rcitos de la noche¨C. Actualmente la idea de malditismo en un periodista con vocaci¨®n literaria pasa por darse de baja de aut¨®nomos en meses alternos para poder pagar el alquiler. El contexto es todo.
Rivka Galchen, en otra pieza que aborda este tema en The New York Times, rebate que no por ponerte un traje blanco todos los d¨ªas, como el de Tom Wolfe, cambia uno la historia del periodismo creativo. Es decir, que el h¨¢bito no hace al monje. Que no por decir que te bebes el Nilo en vodka escribir¨¢s mejor. Algo as¨ª dec¨ªa Kipling sobre un principiante en su relato El cuento m¨¢s bonito del mundo: ¡°Lleg¨® envuelto en citas ajenas, tal como un mendigo se hubiera investido con la p¨²rpura de los emperadores¡±. O como cantaban The Go Betweens: ¡°Por qu¨¦ la gente que lee a Dostoievski, se viste como Dostoievski?¡± (igual de mal, quer¨ªa decir). Y esto tiene que ver, tambi¨¦n, con algunos mitos de la escritura. Nadie escribe borracho (o si lo hace, borra y edita sin piedad con resaca).
Sin embargo, el escritor israel¨ª Nir Baram insist¨ªa hace poco, al hilo de su novela Las buenas personas: ¡°No s¨¦ de d¨®nde viene esta man¨ªa de los escritores actuales por parecer monos, por ser asequibles y gustar¡±. Quiz¨¢s los enfants terribles de la literatura no est¨¦n en las estanter¨ªas, sino en los clubes de mon¨®logos. Louis C.K., responsable de la exitosa serie c¨®mica Louie, parece con su humor libre de lo pol¨ªticamente correcto parafrasear a Malcolm X cuando dec¨ªa: ¡°No os dir¨¦ lo que quer¨¦is o¨ªr. Lo digo as¨ª porque soy uno de vosotros. Y uno de los peores de vosotros¡±.
Los autores de ¨¦xito de la narrativa actual, m¨¢s all¨¢ del que insulta a otro escritor en una conferencia universitaria o del que falta a una entrevista promocional por la resaca fermentada durante la noche anterior, como mucho validan aquel verso de una canci¨®n de las Shangri-las: ¡°?l es bueno-malo, pero no es diab¨®lico¡±.
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