Emparejamiento selectivo
Los mejor dotados por la naturaleza, la cultura o el dinero se casan con sus pares
La lozan¨ªa se empareja con la belleza; la cultura, con la educaci¨®n; y la riqueza, con todo lo anterior. Una de las tendencias m¨¢s destacadas de los ¨²ltimos tiempos en los pa¨ªses desarrollados es la propensi¨®n creciente al emparejamiento selectivo. Ello es tan as¨ª que, en los Estados Unidos de Am¨¦rica, el matrimonio es el primer predictor de desigualdad social: quienes est¨¢n mejor dotados por la naturaleza, la cultura o el dinero se casan con sus pares y ello es as¨ª hasta el punto de que un factor de elecci¨®n del college universitario son las perspectivas matrimoniales que ofrece su vivero estudiantil. El efecto es exponencial: la edad de acceso al matrimonio se retrasa sobre todo en los niveles educativos superiores y los graduados universitarios ¡ªquienes, como digo, se casan cada vez m¨¢s entre ellos y cada vez m¨¢s tarde¡ª se divorcian ya bastante menos que los graduados escolares y estos, a su vez, se separan menos que quienes contrajeron matrimonio en edad temprana y sin haber conseguido superar la educaci¨®n general obligatoria. Para acabar de ahondar la fosa del emparejamiento selectivo, las personas felizmente casadas son tautol¨®gicamente m¨¢s felices que las solteras o separadas y tambi¨¦n con alguna obviedad, si es que la l¨®gica admite matices, el matrimonio es m¨¢s estable que las uniones mal llamadas estables de pareja, es decir, que las parejas no casadas. Luego, las tasas de fecundidad son mayores en el primer caso que en el segundo y, por ¨²ltimo, las familias biparentales est¨¢n mucho menos afectadas por la pobreza que las monoparentales, esto es, las madres solteras lo pasan peor que las casadas y as¨ª sus hijos (Amy L. Wax, Diverging family structure and ¡®rational¡¯ behavior: the decline of marriage as a disorder of choice, 2011).
En Espa?a, estas cosas suelen llegar m¨¢s tarde, pero cuando finalmente desembarcan, lo hacen de golpe. En nuestro pa¨ªs, los fen¨®menos anteriores est¨¢n amortiguados por la doble circunstancia de que la relaci¨®n marital de hecho est¨¢ convirti¨¦ndose, como en la Francia de Fran?ois Hollande, m¨¢s en un equivalente funcional del matrimonio que en su antesala y la de que aqu¨ª, a diferencia de lo que que ocurre en los Estados Unidos, los seguros de salud no est¨¢n asociados al matrimonio. Pero el dato es siempre tozudo: la paradoja del matrimonio consiste en que muchos persiguen librarse de ¨¦l, pero quienes caen felizmente en sus redes son m¨¢s ricos, m¨¢s estables y m¨¢s felices que el resto. La soledad, he escrito en alg¨²n otro lugar, es una forma de pobreza, otra m¨¢s, y el hecho preocupante desde esta perspectiva es que el n¨²mero de hogares unipersonales habitados por individuos menores de sesenta y cinco a?os ha crecido mucho en Espa?a y ya es una cuarta parte del total. Un corolario es que la familia nuclear ha dejado de ser el referente que los pol¨ªticos profesionales tienen en su punto de mira, pues los hogares compuestos por una pareja y sus hijos ya solo son, en el censo de 2011, poco m¨¢s del tercio del total: los votantes medianos han dejado de ser pap¨¢ y mam¨¢.
Lo ¨²ltimo que necesitamos en este pa¨ªs es una sociedad familiarmente dislocada
La paradoja del matrimonio pone en un brete a pol¨ªticos progresistas y a reformadores sociales, pues los m¨¢s listos de entre ellos saben de sobras que atacar el matrimonio y la familia no es ninguna buena idea ¡ª?por qu¨¦ habr¨ªa que minar precisamente aquello que funciona bien cuando efectivamente lo hace?¡ª, pero al mismo tiempo son conscientes de que la clase media felizmente casada y debidamente reproducida multiplica el ¨¦xito de la educaci¨®n formal ¡ªescolar¡ª de sus hijos con una educaci¨®n informal crecientemente cremosa. En todo caso, nadie, ni de izquierdas ni de derechas, puede ignorar que lo ¨²ltimo que necesitamos en este pa¨ªs es una sociedad familiarmente dislocada, una tal en la cual la brecha del origen familiar sea cada a?o mayor.
Hay recetas para mejorar el nivel de los hijos de familias monoparentales o de biparentales no casadas, o de familias pobres sin m¨¢s. El gran soci¨®logo dan¨¦s afincado en Espa?a G?sta Esping Andersen ha puesto el acento en la inversi¨®n p¨²blica en pol¨ªticas de educaci¨®n preescolar, en lugar de la bober¨ªa electoral del cheque beb¨¦, as¨ª como en la conveniencia de que las familias hagan suyos roles de g¨¦nero ¡ªde nuevo pap¨¢ y mam¨¢¡ª m¨¢s equilibrados que los tradicionales (El d¨¦ficit de natalidad en Europa. La singularidad del caso espa?ol, 2013). Y los juristas sabemos que la prohibici¨®n de discriminaci¨®n obliga a legisladores y a gestores p¨²blicos a evitar toda discriminaci¨®n por raz¨®n del tipo de familia del ni?o de quien se trate. Naturalmente, la ayuda a las familias m¨¢s desprotegidas nunca deber¨ªa ser contraproducente: es decir, jam¨¢s deber¨ªa producir como resultado el incremento del n¨²mero de personas en situaci¨®n de necesidad. No tendr¨ªa ning¨²n sentido multiplicar el n¨²mero de hogares que, en la pr¨¢ctica, sabemos que tienen m¨¢s necesidades. C¨®mo conseguir todo esto sin forzar la libertad de las personas para buscar el entorno familiar en el que puedan desarrollar plenamente su propio proyecto de vida no es tarea f¨¢cil, pero es rentable social e incluso econ¨®micamente: a largo plazo, si la sociedad espa?ola recupera niveles aceptables de natalidad, cercanos a la tasa de sustituci¨®n o se acerca a ella, algo as¨ª como dos ni?os por familia, las cosas ir¨¢n mucho mejor para todos. Hoy el matrimonio est¨¢ convirti¨¦ndose en un bien de lujo y sin desmerecerlo para nada, urge abrir sus innegadas ventajas a quienes quieran acceder a ¨¦l, no solo a quienes se lo puedan permitir.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil en la Universidad Pompeu Fabra.
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