Venezuela y el pensamiento troglodita
Ni Maduro es Allende ni Leopoldo L¨®pez es un golpista como Augusto Pinochet
Hace unos d¨ªas tom¨® por segunda vez posesi¨®n de la presidencia de Chile Michelle Bachelet, exiliada, hija de militar ultimado por los militares y receptora de la banda presidencial de parte de Isabel Allende, senadora socialista e hija del presidente chileno que se quit¨® la vida el 11 de septiembre de 1973. Asistieron a la ceremonia un buen n¨²mero de jefes de Estado de Am¨¦rica Latina, perseverando en una costumbre anacr¨®nica medio absurda de celebrar cada traspaso del mando presidencial como si fuera un acontecimiento excepcional, cuando de hecho se trata de la normalidad que siempre hemos anhelado en Am¨¦rica Latina. Aunque Nicol¨¢s Maduro no asisti¨®, su sombra y la de su predecesor estuvieron presentes, y es ahora objeto de una de las analog¨ªas m¨¢s descabelladas de la historia reciente de una regi¨®n a la que no le faltan cuentos fantasmag¨®ricos.
En efecto, entre las muchas estupideces que un sector de la izquierda latinoamericana ha manifestado a prop¨®sito de la situaci¨®n actual y pasada en la regi¨®n figura una triple analog¨ªa falsa y aberrante. En este pensamiento troglodita, Venezuela hoy es Chile en 1973, en a?o de golpe contra la Unidad Popular; Nicol¨¢s Maduro es Salvador Allende; Barack Obama y John Kerry son Richard Nixon y Henry Kissinger. Hay que ser muy ignorantes para afirmar o creer semejantes barbaridades.
En primer lugar, si bien tanto Allende como Maduro fueron elegidos, el primero lo fue sin el menor cuestionamiento por parte de los candidatos derrotados, al grado que por no haber obtenido el 50% del voto, Allende result¨® electo por el Congreso chileno, gracias a los sufragios de la Democracia Cristiana. No es que el margen de victoria de Maduro haya sido menor o mayor que el de Allende; lo importante es que la otra mitad de la sociedad venezolana, y su candidato a la presidencia, cuestionaron a tal grado la elecci¨®n que desconocieron a Maduro como supuesto ganador. Han producido, asimismo, una enorme cantidad de pruebas de fraude electoral que, si bien no son contundentes, son altamente sugerentes.
Hugo Ch¨¢vez recurri¨® tambi¨¦n a pr¨¢cticas autoritarias desde el poder
Pero, sobre todo, Maduro no es Allende porque el Chicho, aunque pudo haber gobernado mal, gobern¨® de manera democr¨¢tica. No cerr¨® medios masivos de comunicaci¨®n; no reprimi¨® a estudiantes; no encarcel¨® a los l¨ªderes de la oposici¨®n Dem¨®crata Cristiana o del Partido Nacional, ni siquiera a los de la ultraderecha; no cambi¨® la Constituci¨®n chilena, ni la Suprema Corte, ni busc¨® rehacer a su imagen y semejanza a todas las instituciones chilenas. Mientras que en el caso de Maduro, aun si se acepta que su elecci¨®n haya sido democr¨¢tica, dif¨ªcilmente se puede considerar as¨ª su gesti¨®n, como tampoco lo fue la de Ch¨¢vez, hoy recordado al a?o de su muerte como una especie de pr¨®cer, no solo de la patria sino de la Am¨¦rica Latina entera, pero que recurri¨® a las mismas pr¨¢cticas autoritarias desde el poder. Entre ambos ¡ªCh¨¢vez y Maduro¡ª han expropiado, comprado, clausurado y censurado medios de comunicaci¨®n, detenido a dirigentes de la oposici¨®n, manipulado a las instituciones para restarle fuerza a los alcaldes de oposici¨®n, intervenido en sindicatos para cambiar liderazgos, gastado dinero en pr¨¢cticas clientelares descaradas y, en general, han incurrido en conductas gubernamentales todo menos democr¨¢ticas. Solo la ceguera ideol¨®gica y la ignorancia hist¨®rica pueden comparar a un dem¨®crata martirizado con un demagogo desenfrenado.
Otra diferencia radical reside en las caracter¨ªsticas de la oposici¨®n en ambos casos. En Chile, los camioneros, el grupo Patria y Libertad, buena parte de la Democracia Cristiana, el Partido Nacional y, por supuesto, las Fuerzas Armadas eran efectivamente fascistas y tan golpistas... Que dieron un golpe de Estado. Algunos podr¨¢n decir que eso mismo sucedi¨® en Venezuela hace 12 a?os. Pero justamente: hace 12 a?os. Dif¨ªcilmente alguien puede equiparar a Leopoldo L¨®pez o a Henrique Capriles o a Mar¨ªa Corina Machado con Augusto Pinochet o los dirigentes de Patria y Libertad, o muchos otros pol¨ªticos efectivamente fascistas de aquella ¨¦poca en Chile. Uno puede discrepar o avalar la t¨¢ctica y la estrategia de unos dirigentes opositores u otros en Venezuela. Pero sus credenciales democr¨¢ticas al d¨ªa de hoy permanecen intactas. El que est¨¢ en la c¨¢rcel es Leopoldo L¨®pez; no Nicol¨¢s Maduro.
El pa¨ªs necesita una defensa colectiva de la democracia representativa
La ¨²ltima vertiente de la analog¨ªa aberrante absurda es la de Estados Unidos. Nixon y Kissinger empezaron a conspirar contra el Gobierno de Allende antes de que fuera Gobierno: desde el asesinato del general Ren¨¦ Schneider en la primavera austral de 1970. Quiz¨¢s Bush y Powell lo hicieron tambi¨¦n en 2002 en Venezuela; pero hace seis a?os que Bush ya no es presidente de Estados Unidos y no hay absolutamente ning¨²n indicio de que Barack Obama haya tenido o tenga la menor intenci¨®n de conspirar para derrocar al pobre Maduro. A menos de que en la estulticia extrema de un sector de la izquierda latinoamericana, opinar sobre lo que sucede en Venezuela equivale a intervenir en lo que sucede en Venezuela. En eso la izquierda de la regi¨®n dentro y fuera del Gobierno se identifica con el viejo nacionalismo revolucionario mexicano, con el peronismo o con la rancia r¨¦torica juridicista de la regi¨®n, pensando que decir algo es intervenir y, como no se quiere intervenir, mejor no se dice nada. Solo en ese tipo de cabezas cabe la idea de que la comunidad iberoamericana o internacional no debe pronunciarse sobre lo que sucede en Venezuela o en Ucrania, o en Cuba, o en Siria, aunque supongo que s¨ª en Chile cuando Pinochet, en Sud¨¢frica bajo el apartheid, en Argentina bajo Videla, en M¨¦xico bajo¡ el PRI (de antes, por supuesto).
Claro, esta aberraci¨®n se explicaba ¡ªque no se justificaba¡ª antes por otra diferencia fundamental entre Allende y Maduro: el entorno mundial de la guerra fr¨ªa. Esta ¨²ltima ya no existe, porque desapareci¨® el bloque socialista, y por tanto en ninguna cabeza cabe que el chavismo en cualquiera de sus encarnaciones represente una amenaza para nadie ¡ªsalvo para el pueblo venezolano¡ª. Estados Unidos se limita ¡ªno es poco, ni aceptable¡ª a recurrir a la fuerza abierta o encubierta solo para defender intereses geopol¨ªticos directos, no preferencias ideol¨®gicas. Allende, al final, fue una victima m¨¢s de la guerra fr¨ªa; Maduro es una tragic¨®mica reminiscencia.
Nadie sabe c¨®mo va a terminar lo de Venezuela, salvo que que va a terminar mal. Habr¨ªa c¨®mo evitarlo: gracias a una actuaci¨®n colectiva, regional, defensora de la democracia representativa, en un pa¨ªs que suscribi¨® la Carta Democr¨¢tica Interamericana de 2001 y el Pacto de San Jos¨¦ de los a?os sesenta. Como por su propias razones, ning¨²n pa¨ªs de Am¨¦rica Latina se propone hacerlo, o bien esa desdichada naci¨®n seguir¨¢ a la deriva o bien otros empezar¨¢n a actuar, por sus propias razones. No conspirando, ni subvirtiendo, ni asesinando, sino simplemente cancelando visas y congelando cuentas. Que para las ¨¦lites venezolanas ¡ªviejas oligarqu¨ªas o nuevas boliburgues¨ªas¡ª es abominable y el peor de los mundos posibles: no poder ir a Miami de compras por el d¨ªa.
Jorge G. Casta?eda es analista pol¨ªtico y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.
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