Vincent Cassel, de vuelta de todo
El feo m¨¢s guapo de Europa estrena 'La bella y la bestia¡¯. Tendr¨¢ pinta de bruto pero admite sentirse como una bella de hermosos pechos
Vincent Cassel es testosterona adormecida. Ligera resaca en una ma?ana invernal. Ojos transparentes que sobresalen de una cara angulosa. Perfecta politesse, pero tambi¨¦n un ligero resquemor a flor de piel. Es un pu?etazo en la mesa y dos patadas contra el suelo cuando no se acuerda de un nombre. ¡°?C¨®mo se llama esa actriz que es como Robert De Niro pero en mujer?¡±. ?Meryl Streep? ¡°?Ella!¡±. Cassel es un cuerpo de metro ochenta y seis tumbado en un min¨²sculo sof¨¢ sobre el que no dejar¨¢ de moverse, oscilando entre tres posiciones que alternar¨¢ con cierta metodolog¨ªa: 1) apoyado sobre el respaldo con indolencia; 2) con la columna erguida y una pierna plegada bajo la otra, y 3) agarrado a su apoyabrazos mientras gesticula con vehemencia con la mano que le queda libre.
La cita es en un estudio fotogr¨¢fico a dos pasos del Canal Saint-Martin. El actor se ha presentado con el retraso justo para marcar cach¨¦, pero sin resultar maleducado. En el exterior, familias j¨®venes y decididamente bobos (as¨ª llaman los parisienses a su tribu urbana por excelencia, los bourgeois boh¨¨mes) caminan sobre un pasado obrero que ya parece remoto, empujando sus carritos de beb¨¦ entre librer¨ªas de arte, tiendas de dise?o y camareros imb¨¦ciles. En una acera, un restaurante camboyano prepara las mesas para el almuerzo. En la de enfrente, l¨¢nguidas dependientas de American Apparel miran al vac¨ªo durante una pausa para fumar.
Cassel naci¨® a un par de barrios de aqu¨ª, en la colina que conduce a Montmartre, pero ya no parece pertenecer a este paisaje. Hoy, 48 a?os despu¨¦s, se asemeja m¨¢s a Thomas Leroy, el sofisticado y p¨¦rfido core¨®grafo neoyorquino de Cisne negro, que a Vinz, aquel chico jud¨ªo de suburbio pobre enfadado con el mundo que protagoniz¨® El odio, la pel¨ªcula (y el consiguiente fen¨®meno sociol¨®gico) que le catapult¨® a la fama, hace casi 20 a?os. Hoy vive en Brasil, lejos de esta ciudad en la que dej¨® de sentirse a gusto. ¡°No tengo nada contra Francia, pero prefiero vivir en un pa¨ªs nuevo que en uno viejo. Cuando me quedo aqu¨ª demasiado tiempo, siempre me sale una vena c¨ªnica¡±, confiesa. ¡°En Brasil, en cambio, no existe el cinismo, que es una actitud propia de la gente vieja. Cuando lo has vivido todo, te puedes permitir ser c¨ªnico. All¨ª no lo son. Por lo menos, de momento. De hecho, tal vez deber¨ªan serlo un poco m¨¢s¡±. Dice que no ha comprado entradas para el Mundial. ¡°Es justo el momento en el que querr¨¦ escapar de all¨ª. El f¨²tbol no me interesa lo m¨¢s m¨ªnimo¡±. Bienvenidos a Francia, ese pa¨ªs donde un hombre heterosexual puede sostener algo as¨ª sin ser tratado como un elemento peligroso.
Vender cualquier cosa menos a uno mismo
La cita no responde a un irrefrenable deseo de discurrir sobre su sentimiento de pertenencia nacional, sino a la necesidad de promocionar su ¨²ltima pel¨ªcula, una nueva adaptaci¨®n de La bella y la bestia, que este mes llega a la cartelera. Cassel se esfuerza en mostrar su mejor cara, pero no esconde que el ejercicio le gusta solo lo justo. ¡°Nunca hablo con la prensa si no tengo nada que vender¡±, dice simple y llanamente. ¡°No me interesa contar qu¨¦ he almorzado ni d¨®nde he pasado mis vacaciones familiares¡±, asegura. Sus relaciones con el gremio han sido tensas desde sus inicios. Se convirti¨® en carne de ca?¨®n para la prensa rosa en 1999, cuando se cas¨® con Monica Bellucci, madre de sus dos hijas. Todo aquel que no haya pasado los ¨²ltimos seis meses secuestrado en un s¨®tano sabe que se acaban de separar. En Francia, el divorcio casi cobr¨® rango de asunto de estado. Tragamos saliva y le hacemos una de esas preguntas-que-no-interesan-a-nadie. ?Fue dif¨ªcil divorciarse mientras la humanidad entera observaba el proceso? ¡°Hay momentos en los que preferir¨ªa que la gente se preocupara por sus problemas y no por los m¨ªos. Pero yo he seguido viviendo mi vida. Hay que decir que algunos se lo buscan, cre¨¢ndose un personaje p¨²blico y todas esas cosas. Pero creo que nosotros siempre nos esforzamos en no hacer eso. Solo nos molestaban en Italia, donde la prensa es de una vulgaridad absoluta. Es algo cultural. Aunque puede que no sea peor que en otros sitios. La prensa del coraz¨®n es el McDonald¡¯s de la informaci¨®n. Y hoy la gente consume mucho McDonald¡¯s, porque es barato, se encuentra en todas partes y, aunque est¨¦ hecho de mierda, se come con facilidad. Con la informaci¨®n pasa lo mismo¡±, sentencia. Un recorte de prensa viene a la cabeza. Una vez dijo que ten¨ªa la sana costumbre de estampar contra un ¨¢rbol a todo paparazzo que se le acercara. Mejor, entonces, que cambiemos de tema.
El pasado de la bestia
La bella y la bestia es kitsch desacomplejado y apto para toda la familia al servicio de una f¨¢bula que puede parecer trasnochada en tiempos de rinoplastia para las masas y reg¨ªmenes Dukan generalizados. Pero, ahora en serio, no se olviden de que la belleza est¨¢ en el interior. ¡°Pues yo soy de los que s¨ª se lo creen¡±, responde Cassel. ¡°Para m¨ª, en los primeros segundos uno ya sabe si una relaci¨®n va a durar o no. Nos sentimos atra¨ªdos por el otro por razones oscuras, arcaicas. Hacemos una lectura del otro que va mucho m¨¢s all¨¢ del entendimiento¡±. Podr¨ªa sonar convincente si hubiera estado casado con Kathy Bates.
Cuando le propusieron el papel, dicen que se vio interpret¨¢ndolo ¡°de manera inmediata¡±. Su compa?era de reparto, L¨¦a Seydoux ¨Cprotagonista del nuevo deporte nacional franc¨¦s: decir que Ad¨¨le Exarchopoulos se la com¨ªa con patatas en La vida de Ad¨¨le¨C, afirma que es porque posee ¡°un lado animal muy pronunciado¡±. El actor responde con cierto orgullo, camuflado tras media sonrisa. ¡°No ser¨¦ yo quien le lleve la contraria. Prefiero que me tengan por un animal que por un tipo sopor¨ªfero. Reconozco que es una imagen que he trabajado a conciencia. He indagado en lo animal y en lo violento. Hacer de pr¨ªncipe azul siempre me ha parecido aburrido. Adem¨¢s, los personajes luminosos me cuestan. Nunca entiendo qu¨¦ quieren en la vida¡±, reconoce. Basta un repaso r¨¢pido a su filmograf¨ªa para verificar que, desde El odio, ha huido casi siempre de la ligereza. ¡°En parte, lo he hecho para distanciarme de lo que hizo mi padre¡±, a?ade. Habla de Jean-Pierre Cassel, excelente actor y m¨ªtico secundario, a menudo asociado a una imagen de dandi con escaso relieve y densidad. Con excepciones significativas, como el diplom¨¢tico que invitaba al convite en El discreto encanto de la burgues¨ªa. El d¨ªa que el joven Cassel visit¨® el rodaje, Bu?uel rodaba una escena de tortura. Dice que le marc¨®. ¡°Pero ahora ya no razono as¨ª¡±, aclara. ¡°Mi padre est¨¢ muerto, as¨ª que ya no necesito matarlo¡±.
Ese padre le meti¨® en un internado entre los siete y los 17 a?os, mientras su madre viv¨ªa en Nueva York, donde era redactora gastron¨®mica para la revista Elle. Al final de su adolescencia dej¨® los estudios y se dedic¨® exclusivamente a tomar cursos de danza y de circo. ¡°Fue entonces cuando me hice mayor, porque tom¨¦ las riendas de mi destino. Iba arriba y abajo en bici, como en las pel¨ªculas de Spike Lee. Me convert¨ª en un aut¨¦ntico parisiense: esnob, malhumorado y agresivo, pero tambi¨¦n cultivado y bon vivant¡±, afirma. Sal¨ªa mucho y en ambientes muy distintos, de los clubes que acog¨ªan a la cr¨¨me del Par¨ªs de los ¨²ltimos ochenta ¨CLe Palace, Les Bains-Douches, Le Balajo¡, piense un nombre de un local nocturno c¨¦lebre de la ¨¦poca y acertar¨¢¨C hasta los tugurios de nombre indescifrable donde naci¨® el hip hop franc¨¦s. ¡°Frecuentaba tanto a dise?adores homosexuales como a tipos de la banlieue [suburbios] que, si se pod¨ªan pagar un par de copas, era solo porque hab¨ªan robado un bolso por la tarde. Una noche estaba con Jean-Baptiste Mondino y la siguiente, con fan¨¢ticos de Public Enemy. Ten¨ªa lo mejor de cada mundo. Encadenaba un concierto de un grupo pionero con un desfile de moda¡±. Lo dice como si fuera contradictorio: por aquel entonces no exist¨ªa Kanye West. ¡°Aunque a m¨ª la moda me daba igual. Solo quer¨ªa ver a las modelos¡±, reconoce.
Revisando im¨¢genes de la ¨¦poca, cuesta bastante creer que aquel muchacho no especialmente agraciado se haya acabado convirtiendo en sex symbol con las arrugas bien puestas. En su rostro hay algo inclasificable, juvenil a la vez que se?orial, que lo sit¨²a en alg¨²n punto entre Samuel Beckett y Serge Gainsbourg, santo patr¨®n del club de los feos-guapos franceses. Si le hubieran dicho a los 20 a?os que acabar¨ªa siendo imagen de Yves Saint Laurent, ?se habr¨ªa muerto de risa? ¡°No lo s¨¦¡±, responde, razonablemente molesto. ¡°Es cierto que nunca me he considerado guapo. Siempre he cre¨ªdo que tengo una cara extra?a. Pero he aprendido a aceptarme y a sacarme partido. En parte, porque he visto que incluso la gente m¨¢s bella del planeta suele estar descontenta con su rostro. Hoy s¨¦ muy bien lo que tengo y lo que no. Uno debe saber jugar con sus bazas y sus defectos¡±.
Cassel tambi¨¦n arrastra fama de dif¨ªcil. Unos d¨ªas antes, el director Christophe Gans ¨Cpese a definirse como ¡°un buen amigo suyo¡±¨C le defin¨ªa en t¨¦rminos poco favorecedores: ¡°Tiene un car¨¢cter un poco adolescente. Su parte femenina est¨¢ m¨¢s desarrollada que la masculina. A veces puede ponerse bastante diva¡±. A Cassel le cuesta encajar el retrato robot. ¡°?De verdad le ha dicho eso?¡±, se sorprende. ¡°Estoy de acuerdo con todo, menos con lo de diva. No me considero un actor nada dif¨ªcil, aunque puedo ser bastante pasional en el trabajo. Me aplico m¨¢s con la energ¨ªa que con la reflexi¨®n¡±. Reconoce que a veces se le escapa en direcciones que no desear¨ªa. ¡°Durante el rodaje me pas¨® una vez. Le dije al t¨¦cnico de efectos especiales que ten¨ªa que aprender a hacer su trabajo. En estas pel¨ªculas con tantos efectos, a veces se olvidan de los actores. Le solt¨¦ que si nosotros no est¨¢bamos bien, a nadie le importar¨ªan lo m¨¢s m¨ªnimo sus efectos¡±. Admite que se disculp¨® de inmediato. Parece que lo dice de verdad.
En otras de sus cuitas, el conflicto ha durado bastante m¨¢s. Por ejemplo, en Francia es de dominio p¨²blico que con Mathieu Kassovitz, el director de El odio, no se habla desde hace a?os. Nunca ha explicado por qu¨¦ y tampoco lo har¨¢ ahora, pero s¨ª dar¨¢ algunas pistas. ¡°Cuando nos dijeron que ¨¦ramos iconos generacionales, Mathieu se lo crey¨®. A¨²n tardar¨¢ a?os en superarlo, pero acabar¨¢ volviendo con una gran pel¨ªcula, porque es un director brillante¡±, concede. ¡°Yo no me lo cre¨ª. Decid¨ª marcharme lejos, hacer otras cosas, dedicarme a hacer surf. Me dije que no quer¨ªa que mi vida fuera solo mi oficio. No quer¨ªa llegar a los cincuenta con remordimientos y sinti¨¦ndome un imb¨¦cil¡±. Kassovitz ha seguido favoreciendo su cansino registro de enfant terrible al que se le termin¨® pasando el arroz. En 2012, cuando la Academia francesa ignor¨® su pel¨ªcula en las nominaciones de los C¨¦sar, reaccion¨® as¨ª: ¡°Doy por culo al cine franc¨¦s. Que os follen con vuestras pel¨ªculas de mierda¡±. Pero, en un momento de aut¨¦ntico genio, luego rectific¨® y se present¨® en la ceremonia para dar un premio. ¡°He venido para hacer honor a mi promesa¡±, dijo.
Cassel parece tener el mismo nervio, pero sabe comportarse mejor en p¨²blico. Dice que ahora odia los conflictos. ¡°En la vida como en el trabajo, solo hay que sufrir cuando no queda ninguna otra alternativa. Ya estamos sometidos a la decepci¨®n y al sufrimiento cada d¨ªa de nuestra vida. Mejor no buscar m¨¢s dolor del necesario. Ahora no necesito repetirme mil veces que mi madre est¨¢ muerta antes de subir a escena¡±, dice. Metaforiza: su madre sigue viva.
El lado femenino de las cosas
Como herencia de su juventud en Londres y Nueva York, Cassel habla un ingl¨¦s casi sin acento ¨Calgo poco habitual entre los actores franceses, ?no es cierto, Jean Dujardin?¨C, lo que le ha permitido hacerse un hueco en el cine internacional. Por ejemplo, junto a Steven Soderbergh en Ocean¡¯s Twelve ¨Cdiez a?os despu¨¦s, le siguen preguntando si practica la capoeira¨C o con su admirado David Cronenberg, quien le brind¨® dos papeles que ocupan un lugar destacado entre sus favoritos. Primero, el maravilloso g¨¢ngster criptogay en Promesas del Este. Y despu¨¦s, el psicoanalista Otto Gross en Un m¨¦todo peligroso, quien ser¨ªa tratado por Jung antes de cepillarse a una enfermera y escapar del hospital.
Otra fuente de sabidur¨ªa ha sido aprender a no tener control sobre todas las cosas imaginables. ¡°Antes quer¨ªa controlarlo todo. El maquillaje, el peinado, el color de la corbata. Ahora soy todo lo contrario. Me he dado cuenta que todo lo que cuenta es el instinto¡±, afirma Cassel. ¡°Por eso dicen que soy un tipo femenino. Me lo tomo como un cumplido. Lo dicen porque s¨¦ usar mi instinto, porque miento bastante bien y porque tengo unos pechos hermosos¡±, sonr¨ªe. De hecho, nunca se cree a esos actores que simulan ser m¨¢s viriles de lo que son. ¡°En el fondo, todos los actores somos actrices¡±, ironiza. ¡°Por eso tambi¨¦n nos preocupa el paso del tiempo¡±. Con todo, sabe que su carrera tiene una esperanza de vida bastante m¨¢s larga que la de una mujer de su edad. ¡°Entiendo que sientan p¨¢nico. Hay muy pocas que logren trabajar toda la vida, como Catherine Deneuve o como esa otra. S¨ª, hombre, esa americana que tiene tantos Oscars¡±. Por eso buscaba, hace un rato, el nombre de esa actriz que ¡°est¨¢ incre¨ªble hasta cuando tiene la gripe¡±, como dir¨ªa Amy Poehler, que se llama Meryl Streep y que este a?o, gracias a su papel en Agosto, vuelve a estar nominada a los premios de la Academia. ¡°Para la mayor¨ªa, llega un momento en que dejan de interesar, por criterios puramente pl¨¢sticos. Que no nos pase a los hombres es una injusticia¡±. Pese a todo, una vez m¨¢s, recuerden: la belleza est¨¢, definitivamente, en el interior.
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