La tarta
Los humanos expresan su aut¨¦ntica naturaleza en Granada y buscan salidas a las tribulaciones del d¨ªa a d¨ªa... con peque?as golfer¨ªas
En Granada se producen milagros. Lo sabe cualquiera que haya podido visitar la Alhambra. Despu¨¦s de una pasada leve de tres horas por sus instalaciones (qu¨¦ grosera palabra para referirse a eso), los pies se elevan del suelo unos cent¨ªmetros y la cabeza se desocupa de guerras y descabezamientos por unos d¨ªas.
Pero Granada es algo m¨¢s que eso. Es tambi¨¦n un lugar para que los humanos se expresen en su aut¨¦ntica naturaleza y busquen salidas a las tribulaciones del d¨ªa a d¨ªa. No me refiero a que el alcalde de la ciudad se queje de que el grandioso monumento oculta sus otros tesoros (hay que ser zoquete), sino a cosas a¨²n m¨¢s terrenales.
Por ejemplo: en una terraza muy cerca del Ayuntamiento, cuatro ciudadanos se sientan a darse un respiro. Al camarero le demandan un refresco con cero calor¨ªas, un caf¨¦ manchado, un agua mineral sin gas y un gin-tonic.
Cuando han acabado las consumiciones, piden la cuenta. Y vienen todos los cargos detallados, las bebidas y sus precios. Hay un error: en lugar del gin-tonic aparece una tarta de manzana. Y alguien le dice al camarero que se ha equivocado.
¡ªNo hombre, no¡ª dice, y hace un p¨ªcaro gui?o con el ojo derecho.
Al desconcierto sigue la indagaci¨®n. La busca del porqu¨¦ de semejante error voluntario. Una de las mujeres, la que ha tomado el refresco, resuelve el enigma:
¡ªUn truco para quienes trabajan en la Administraci¨®n y quieren pasar la nota. Porque as¨ª no te quitan lo de las bebidas alcoh¨®licas.
Es una espl¨¦ndida salida para el peque?o golfer¨ªo. Corrupci¨®n a base de tartas de manzana. Bien mirado, se puede extender a la vida cotidiana. Hay que pedir siempre la factura, y al llegar a casa de madrugada, ense?arla y decir:
¡ªCari?o, solo me he tomado tres tartas de manzana. Mira, mira.
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