Helado Caliente
La propuesta que le har¨¢ el Gobierno a la Generalitat sobre la pretensi¨®n de celebrar un refer¨¦ndum es un "No Dialogante"
Desde que Justo Navarro me llev¨® a Canela, un restaurante de M¨¢laga, para que probara un helado caliente, no me hab¨ªa encontrado tan de cerca con el esp¨ªritu de la contradicci¨®n, en este caso de la contradicci¨®n hecha postre. Pero a esa escenificaci¨®n culinaria de lo parad¨®jico le ha ganado esta semana la propuesta que, seg¨²n este diario, le va a hacer el martes el Gobierno a la Generalitat. Le dar¨¢, con respecto a la pretensi¨®n de celebrar un refer¨¦ndum y sus secuelas, un "No Dialogante".
Un No Dialogante es como un Helado Caliente. Aunque en el caso del postre es obvio que combinan estos dos lados del universo, porque est¨¢n en el men¨² y algo habr¨¢ hecho el repostero para hacerlos convivir, es muy dif¨ªcil imaginar una soluci¨®n qu¨ªmica a esa secuencia: No Dialogante. Porque, ?c¨®mo combinas No con cualquier cosa? ?C¨®mo suavizas esa palabra que parece una palmada en la mesa? Existe el No, pero, como existe el S¨ª, pero. Pero ?el No Dialogante?
Como dec¨ªa el maestro Emilio Lled¨®, dentro de todo No hay un peque?o S¨ª y dentro de todo S¨ª hay un peque?o No
No quiero incurrir en el ¨¢mbito en el que desarrolla ?lex Grijelmo su sabidur¨ªa, pero es evidente que No, pero no es exactamente lo mismo que Pero no, y no solo porque desaparezca la coma en la frase, sino porque No es como una puerta inamovible. Hace falta mucha voluntad para hacer penetrable esa puerta. Y no s¨¦ si ahora se ve mucha voluntad de abrir cancelas en este pa¨ªs de tanta llave. Para este tiempo aconsejar¨ªa puertas como las de Cristina Iglesias, que las hace as¨ª, rotundas, para resaltar lo hermoso que es el paisaje al que dan paso.
Es verdad, como dice el maestro Emilio Lled¨®, que dentro de todo No hay un peque?o S¨ª y dentro de todo S¨ª hay un peque?o No. Pero para que se diluya una afirmaci¨®n o para que desaparezca una negativa hacen faltas horas de silla y de sue?o, hasta que uno de los dos contendientes da su brazo a torcer y entonces nace la luz. Antiguamente a eso se le llamaba consenso, pero esa es una palabra que ya duerme tan solo en los diccionarios. He visto mucho a Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa en Barcelona estos d¨ªas, y no s¨¦ por qu¨¦ me dio la impresi¨®n de que a lo mejor ella est¨¢ llevando consigo algunas llaves para cambiar el paisaje en el que nos hemos metido. A lo mejor lleva, digo, el peque?o s¨ª que vaya poniendo en remojo ese no del que hemos partido.
Cuando te pones a hablar no se sabe c¨®mo se pasa de lo fr¨ªo a lo tibio, de lo helado a lo caliente; ahora ya corre cierta prisa para que quienes hacen pol¨ªtica hagan como ped¨ªa De Gaulle que se resolvieran los problemas: trabajando de noche, callando de d¨ªa. Eso se llama estar dispuesto a que te tuerzan el brazo y no solo a torcerlo.
Esto del brazo (que tambi¨¦n tiene connotaciones de reposter¨ªa) da mucho de s¨ª, pues sirve para alargarlo o para acortarlo en funci¨®n de las convicciones de cada cual. Ahora he estado en Barcelona, hablando con gente que est¨¢ en medio del s¨ª y del no; si profundizas un poco, nadie quiere que los trenes choquen o se desv¨ªen.
Aquellos con quienes habl¨¦ piensan que ahora ya no se puede avanzar hacia atr¨¢s si no es con el ¨¢nimo de hacer pol¨ªtica; y para eso consideran que es mejor poner delante la palabra di¨¢logo que la palabra no. Lo mejor que puede ocurrir es que un d¨ªa haya argumentos para que unos y otros se sienten a celebrar que una vez tuvimos un problema y se arregl¨® hablando antes del postre. Y que el postre sea helado caliente, por ejemplo.
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