Las olvidadas de los invernaderos
La crisis agrava las condiciones de vida de las prostitutas de Roquetas de Mar, una de las zonas m¨¢s degradadas de Espa?a Muchas fueron llevadas por redes de trata con el auge de la agricultura intensiva para responder a la demanda de los trabajadores, creando as¨ª una prostituci¨®n de bajo coste
Los alegres colores celeste y violeta de las paredes del bar contrastan con la sordidez del interior. Es un local sin nombre ni r¨®tulo, perdido entre las 28.000 hect¨¢reas que ocupan los invernaderos de la provincia de Almer¨ªa. Dentro se esconde la bella Aite, de pelo cort¨ªsimo, cutis perfecto y dentadura impecable. Sobre un desvencijado sof¨¢ cuenta que es nigeriana, que tiene 24 a?os y que un d¨ªa fue enfermera. "Vine porque cre¨ª que Europa era maravillosa. Pero ahora, con la crisis, no s¨¦ qu¨¦ hacer porque apenas vienen hombres", lamenta.
Aite es herencia de una prostituci¨®n que lleg¨® a Roquetas de Mar con el auge de la agricultura intensiva. Aument¨® la demanda de mano de obra barata a finales de los noventa, y con esta comenz¨® a ofertarse tambi¨¦n una prostituci¨®n de bajo coste, al alcance del inmigrante sin papeles y mal pagado. Proliferaron los clubes de alterne y, con ellos, la llegada de v¨ªctimas de trata: mujeres indocumentadas y explotadas sexualmente por mafias. Desde el Instituto Andaluz de la Mujer advierten que este fen¨®meno tambi¨¦n tuvo razones estrat¨¦gicas: tras Ceuta y Melilla, las principales v¨ªas de entrada de mujeres prostituidas en Espa?a son Motril, Almer¨ªa y C¨¢diz, seg¨²n un informe de 2011 de este organismo, dependiente de la Junta de Andaluc¨ªa.
Ocultas en locales pirata, las condiciones de vida de miles de estas mujeres fueron degenerando seg¨²n se agravaba la crisis econ¨®mica, hasta el punto de que un servicio ya se consigue por diez euros. En 2012 hab¨ªa en Espa?a 12.305 mujeres en riesgo de ser explotadas sexualmente, seg¨²n datos del Ministerio de Sanidad. "Pero pueden ser el triple", detalla Jos¨¦ Nieto, jefe de inteligencia de la Comisar¨ªa General de Extranjer¨ªa y Frontera de la Polic¨ªa. Es dif¨ªcil calcular cu¨¢ntas mujeres se prostituyen, por libre o bajo control, ya que suelen carecer de papeles. La consejer¨ªa de Salud andaluza, que mantiene desde 2003 un convenio con varias asociaciones de Almer¨ªa para la atenci¨®n a la prostituci¨®n, arroja algo de luz: durante 2013 fueron atendidas 2.200 mujeres en la provincia. La Junta subvencion¨® el a?o pasado 64 proyectos destinados a mujeres en riesgo de exclusi¨®n con 968.000 euros, casi el doble que en 2012. De ellos, 19 fueron destinados a prostitutas y v¨ªctimas de trata; se beneficiaron 5.498 mujeres en toda la regi¨®n.
En Roquetas de Mar, una silla junto a la puerta de un cortijo significa que all¨ª se hace el servicio. Tejados de uralita, paredes de cemento sin pintar, pl¨¢sticos y cristales rotos completan el paisaje. Mujeres de ropa ajustada, generosos escotes y maquillaje colosal viven una existencia resumida entre las cuatro paredes de esas degradadas casas de labranza."Est¨¢n en clubes, pisos, cortijos, en la calle¡ muy dispersas", comenta Manuel Rubio, de la ONG Acciones Comunitarias Almerienses, que ha prestado asistencia en la zona durante los ultimos siete a?os.
Escondidos quedan sus dramas: Nayaj se prostitu¨ªa embarazada de ocho meses pero perdi¨® al beb¨¦ cuando su expareja le cosi¨® a cuchilladas la tripa; Laila no duerme ni come de los nervios porque tambi¨¦n teme a su ex; F¨¢tima tiene medio rostro amoratado, pero dice que se dio con una puerta; Linda perdi¨® la visi¨®n en un ojo por el impacto que sufri¨® contra el agua al caer de la patera, y Nadia susurra que no ve a su hijo desde la ¨²ltima vez que viaj¨® a su Rusia natal, hace cinco a?os.
En 2012 hab¨ªa en Espa?a 12.000 mujeres en riesgo de explotaci¨®n
Algunas dejaron a sus ni?os en el pa¨ªs de origen y otras fueron violadas de camino a Europa. Los que viven con ellas van al colegio mientras sus madres se desnudan para mantenerlos; una tarea cada vez m¨¢s complicada. En Almer¨ªa, con una tasa de desempleo del 36% y una estimaci¨®n de un 31% de econom¨ªa sumergida, si los hombres no cobran, el dinero no les llega. "Antes, consegu¨ªa hasta 500 euros en una noche, pero este a?o hab¨ªa muchas en las que no ganaba nada, y lloraba porque me sent¨ªa tonta", admite Mar¨ªa (nombre supuesto), veintea?era llegada de un pa¨ªs de Europa del Este. Ella logr¨® escapar de las garras de su proxeneta, que la retuvo tres a?os en Andaluc¨ªa.
La polic¨ªa calcula que la trata mueve al d¨ªa en Espa?a cinco millones de euros en dinero negro. "Con la crisis, los locales est¨¢n al 35% de su capacidad y ha descendido el n¨²mero de redes, pero se han hecho m¨¢s complejas", explica Nieto. Los traficantes se ponen nerviosos porque no llegan ingresos. "Los dos primeros a?os me trat¨® bien porque hab¨ªa dinero. Luego empez¨® a pegarme", cuenta Mar¨ªa, que ha vivido el cambio. Su proxeneta la llamaba al m¨®vil a todas horas. "Me dec¨ªa: '?Por qu¨¦ no quieres ganar dinero? No te pones de pie, te vas a hacer pip¨ª, a beber agua, est¨¢s sentada fumando...", enumera. Aite no revela si da dinero al due?o del bar donde vive y trabaja, que se queja de que ya no le llega ni para pagar la luz. La guineana Sonia, desde un sof¨¢ de la sala del cortijo, reconoce que ella le paga dos euros cada vez que atiende a un cliente.
Las redes de trata funcionan seg¨²n la procedencia de la chica. "Las subsaharianas acumulan deudas de hasta 50.000 euros para llegar a Espa?a, tardan en pagar hasta ocho a?os y trabajan en pisos. Las latinoamericanas suelen ir a clubes y asumir deudas impagables y las de Europa del Este est¨¢n sometidas a una violenta disciplina", detalla Nieto. Mar¨ªa describe las condiciones en las que lleg¨®. "Fueron cuatro o cinco d¨ªas de viaje. Iba nerviosa, sudando, p¨¢lida, sin comer... lo que com¨ªa, lo vomitaba", recuerda. A la tercera noche estaba trabajando y se pas¨® los tres a?os siguientes exhibida junto a una carretera.
"Las v¨ªctimas de trata son dif¨ªciles de reconocer; suelen llevar el tel¨¦fono encendido para que la persona que las custodia escuche su conversaci¨®n y no denuncien", relata Asma Elomari, psic¨®loga de M¨¦dicos del Mundo, ONG que trabaja en la Red Espa?ola contra la Trata de Personas. Sus miembros recorren con unidades m¨®viles los cortijos para dar asistencia m¨¦dica y psicol¨®gica a las mujeres que trabajan en ellos. "Las esclavizan con una deuda, como los bancos con las hipotecas", compara Rubio. "Les piden millones de pesetas por haberlas tra¨ªdo y tienen que buscarse ellas la vida para ganar dinero r¨¢pido, pagar su deuda y tambi¨¦n mandar dinero a la familia. Es una trampa". asevera.
Mar¨ªa da f¨¦ de c¨®mo su proxeneta la vigilaba. "Siempre ten¨ªa que estar en mi sitio y de pie. Cuando me sentaba, llamaba y me ordenaba levantarme. ?C¨®mo lo sab¨ªa? 'T¨² sabes que tengo muchos contactos', me dijo". ?l la llevaba y la recog¨ªa de su lugar de trabajo. El resto del tiempo vivi¨® encerrada en una casa.
Nayaj se prostitu¨ªa embarazada
La mayor¨ªa de las mujeres que Asma visita cada tres semanas llevan el m¨®vil en la mano. Las chicas suben de una en una en la unidad m¨®vil. No importan sus nombres, or¨ªgenes o si han tenido hijos. La mayor¨ªa mentir¨¢ hasta sobre su edad. La psic¨®loga alerta de otra consecuencia del descenso de clientes: "Antes pod¨ªan rechazar a los que no quer¨ªan usar preservativo pero ahora aceptan, no pueden perder un cliente. Esto incrementa el riesgo de contraer enfermedades de transmisi¨®n sexual y embarazos no deseados".
Todas dicen que est¨¢n bien, pero no saben mentir: esquivan la mirada y esbozan media sonrisa cada vez que lo hacen. "Solo dicen la verdad cuando est¨¢n realmente mal", cuenta Wladimir Morante, enfermero de M¨¦dicos del Mundo. Como le ocurre a Jennifer, nigeriana atl¨¦tica, que tiene 130 pulsaciones por minuto. Vladimir escribe una carta para urgencias pidiendo una serie de pruebas inmediatas. Jennifer tiene suerte porque est¨¢ en Andaluc¨ªa (gobernada por PSOE e IU), regi¨®n que ignora la orden estatal de excluir de la asistencia normalizada a personas en situaci¨®n irregular. "En otras comunidades le hubieran hecho firmar un compromiso de pago que no deber¨ªa existir porque la atenci¨®n en urgencias es gratuita", dicen desde M¨¦dicos del Mundo.
?No denuncian las ONG? "Solo cuando una chica nos dice que la est¨¢n explotando", explica Elena Guerra, trabajadora social de las religiosas Adoratrices, que participan en un proyecto de atenci¨®n integral a mujeres prostituidas. "Si denunciamos bas¨¢ndonos solo en una sospecha y no prospera, se rompe la confianza que tanto nos cuesta ganar", asegura Guerra. En 2012, la Polic¨ªa realiz¨® 271 operaciones contra la explotaci¨®n sexual, detuvo a 783 personas y localiz¨® 567 v¨ªctimas.
Mar¨ªa, que ahora vive en una casa de acogida, denunci¨®. "Durante mucho tiempo quise irme. Pensaba: ?C¨®mo puedo salir de esta puta carretera?". Hace tres meses reuni¨® valor y habl¨® con una trabajadora social. Como ella, muchas quieren dejar la prostituci¨®n pero temen no poder enviar dinero a su familia. Tambi¨¦n las represalias de la red. "La prostituci¨®n es una actividad denigrante que casi nadie hace de forma voluntaria sino ante una situaci¨®n de vulnerabilidad previa", advierten desde el Instituto Andaluz de la Mujer. "El v¨ªnculo es muy estrecho".
La prostituci¨®n por libre
El tratamiento para las que ejercen la prostituci¨®n por libre es diferente, aunque de este fen¨®meno no hay ni datos porque no es una actividad ilegal.? Aunque el 90% de las prostitutas en Espa?a son extranjeras, seg¨²n Apramp, los servicios de asistencia encuentran cada vez m¨¢s espa?olas ejerciendo, siempre por la crisis y a espaldas de su familia.? Margarita, venezolana afincada en Espa?a desde hace m¨¢s de diez a?os, comenz¨® a ejercer hace un a?o para sacar a su familia adelante. Dos veces al mes viaja a Almer¨ªa con la excusa de que va a cuidar a un anciano y se encierra en un cortijo destartalado que alquila con una brasile?a por 400 euros mensuales. "Tengo buena suerte en el fondo, porque aqu¨ª los clientes vienen, la meten, la sacan y se van. No se entretienen en sobarme mucho, es visto y no visto", describe.
Es espa?ola Virginia, mujer entrada en a?os y de aspecto descuidado. Esta canaria regenta en el barrio de la Mojonera el antro m¨¢s infecto de Roquetas de Mar. Explica Virginia que ten¨ªa un bar, pero lo cerr¨® porque los clientes se emborrachaban y armaban bronca. "Ahora las chicas solo vienen y se sientan en estos sof¨¢s a esperarles", dice mientras se?ala una hilera de sillones al fondo de un garaje oscuro y con un olor nauseabundo, que sube hasta el cerebro y baja por la garganta hasta el est¨®mago. Una mezcla de or¨ªn, excrementos, humedad, sudor y animales sucios.
"Yo trabajo en servicios dom¨¦sticos y despu¨¦s aqu¨ª", dice. "Pero si hay chicas, dejo que sean ellas la que trabajen con los clientes y as¨ª llevan un dinero para sus familias". Omite que cobra una comisi¨®n por utilizar su dormitorio, un cuartito lleno de polvo y de trastos inservibles con una cama cubierta por mantas.
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