Saber de d¨®nde venimos
La opacidad de los archivos y el desprecio por la historia lleva a posiciones irrelevantes
En 1926, el historiador y archivero del Ministerio de Estado Jer¨®nimo B¨¦cker, escribi¨®: ¡°Como no conocemos la historia de nuestras relaciones internacionales, como ignoramos cu¨¢l ha sido nuestra verdadera labor en esa esfera, como no sabemos los antecedentes de las cuestiones que surgen a nuestro paso, tenemos que improvisar soluciones a los problemas que se nos plantean y la consecuencia de esto es que con frecuencia se infiere grave da?o a los intereses nacionales¡±. Han pasado 88 a?os y parece que no ha servido para nada el testimonio de nuestro mejor historiador diplom¨¢tico, excelente conocedor de los ricos fondos del archivo del actual Ministerio de Asuntos Exteriores y autor de estudios fundamentales sobre la historia de la pol¨ªtica exterior espa?ola.
Estamos en el a?o 2014 y tres ejemplos nos pueden valer para entender que nuestros dirigentes, y especialmente nuestros ministros de Asuntos Exteriores, desconocen la importancia de la Historia a la hora de tomar decisiones que afectan a los fines y objetivos exteriores. En octubre de 2010 el ministro Moratinos consigui¨® que se aprobara en el Consejo de Ministros un Acuerdo secreto que clasific¨® como materias reservadas o secretas un ampl¨ªsimo cat¨¢logo de temas, que iban desde la preparaci¨®n de viajes oficiales hasta las negociaciones con organizaciones internacionales, sin fecha ni limitaci¨®n alguna.
En diciembre de 2011, el actual ministro de Defensa decidi¨® cerrar a los investigadores la consulta de 10.000 documentos perfectamente catalogados que abarcaban un periodo comprendido entre 1936 y 1968. Por ¨²ltimo, en el verano de 2012 el actual ministro de Exteriores, Garc¨ªa-Margallo, cerr¨® para siempre el archivo hist¨®rico de su ministerio, en el que tanto trabaj¨® Jer¨®nimo B¨¦cker.
Francia, Gran Breta?a, Italia, Alemania, Holanda y otros pa¨ªses disponen de archivos p¨²blicos y abiertos
?Qu¨¦ es lo que ocurre en Espa?a? ?Qu¨¦ nos diferencia de nuestros pa¨ªses vecinos? Lo m¨¢s llamativo es que pa¨ªses democr¨¢ticos, con una larga historia, que valoran con orgullo su pasado como potencias, cuidan, protegen y hacen p¨²blicos sus documentos hist¨®ricos de car¨¢cter internacional. Ya sea para justificar decisiones, dar a conocer periodos ¡°oscuros¡± (los militares argentinos acaban de publicar en la Red todas las actas de la Junta argentina entre 1976 y 1983) o por exigencia de la ciudadan¨ªa en virtud de principios como la transparencia, la libertad y la defensa del inter¨¦s individual.
Francia, Gran Breta?a, Italia, Alemania, Holanda y otros pa¨ªses disponen de archivos p¨²blicos y abiertos. Tienen colecciones de documentos diplom¨¢ticos elaboradas por diplom¨¢ticos, archiveros e historiadores. Organizan exposiciones p¨²blicas sobre temas internacionales y muestran sus ricos documentos. Cuentan con historiadores en sus archivos y en los propios ministerios. Qu¨¦ decir de Estados Unidos, que hasta tiene una Oficina del Historiador en su principal archivo de Estado. Por cierto, gracias a todos estos trabajos (y hasta a Wikileaks) los espa?oles podemos analizar la pol¨ªtica exterior de nuestro pa¨ªs y obtener documentos que nuestro Gobierno nos proh¨ªbe consultar.
Y ?cu¨¢l es el resultado de esta situaci¨®n para nuestra pol¨ªtica exterior? El balance no puede ser m¨¢s negativo y ah¨ª tenemos los resultados.
Si tuvi¨¦ramos que caracterizar nuestra pol¨ªtica exterior contempor¨¢nea podr¨ªamos destacar tres rasgos. En primer lugar, la primac¨ªa del conflicto interior desde el siglo XIX, el aislamiento franquista y despu¨¦s la concentraci¨®n de esfuerzos en la construcci¨®n del Estado democr¨¢tico, han hecho que los temas internacionales se hayan relegado siempre a un segundo plano, incluso perteneciendo a la Uni¨®n Europea.
Nuestra pol¨ªtica exterior es reactiva y no proyectiva. ?Qui¨¦n piensa, qui¨¦n reflexiona sobre nuestros intereses?
En segundo lugar, partidos pol¨ªticos y fuerzas de diferente signo y en etapas diferentes han asumido este relegamiento de lo internacional, que se transmite a la opini¨®n p¨²blica. Para comprobarlo, basta echar un vistazo a los programas de los partidos y a los debates electorales desde 1976, o repasar nuestra lista de presidentes del Gobierno que ¡ªcon honrosas excepciones¡ª no hablan idiomas y desconocen el entorno internacional, sin que ello les impida presidencializar la pol¨ªtica exterior en La Moncloa, relegando a su ministro de Exteriores a un papel de mero ejecutor.
Nuestra pol¨ªtica exterior es reactiva y no proyectiva. ?Qui¨¦n piensa, qui¨¦n reflexiona sobre nuestros intereses, sobre perspectivas o tendencias? A diferencia de otros pa¨ªses, no parece que lo haga nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores donde, adem¨¢s, no disponen ya de los documentos hist¨®ricos que puedan avalar una decisi¨®n, aportar argumentos en una negociaci¨®n, o hacer reivindicaciones. Centros como el Instituto Espa?ol de Estudios Estrat¨¦gicos o el Real Instituto Elcano realizan un gran trabajo, muy atentos a la actualidad, pero, como se?alara Carlo Levi, el futuro tiene un coraz¨®n antiguo. Esta deber¨ªa ser la primera lecci¨®n para quienes dirigen la pol¨ªtica exterior de un pa¨ªs que fue potencia mundial y que acumula controversias que se remontan a los siglos XVI y XVII (Ceuta y Melilla), a un tratado de 1714 (Gibraltar), o a pol¨ªticas coloniales decimon¨®nicas mal cerradas en el siglo XX (S¨¢hara Occidental).
Para quien no sabe ad¨®nde va, escribi¨® Henry Kissinger, todos los caminos llevan a ninguna parte. Pero quien no sabe de d¨®nde viene ni siquiera es capaz de comprender su lugar en el mundo. Sin la profundidad de campo que aporta la visi¨®n hist¨®rica, la pol¨ªtica exterior espa?ola est¨¢ condenada a continuar anclada en los mismos vicios que denunciara B¨¦cker hace casi un siglo.
Juan Carlos Pereira y Carlos Sanz D¨ªaz son profesores de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad Complutense.
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