Robinson y comp¨¢s
Tan Robinson Crusoe es Rajoy como cada uno de los habitantes que lo acompa?an, en Espa?a y en sus autonom¨ªas
Dijo Mariano Rajoy en el Congreso que una Catalu?a independiente ser¨ªa como la isla de Robinson Crusoe, y much¨ªsima gente se fue a buscar el libro de Daniel Defoe. Tambi¨¦n podr¨ªan haberse ido a Atlas de islas remotas, de Judith Schalansky (Capit¨¢n Swing y N¨®rdica Libros, 2014). Es el avispado recuento de ¡°cincuenta islas en las que nunca estar¨¦ y a las que nunca ir¨¦¡±, como advierte la autora.
?Cu¨¢ntas veces hemos deseado irnos a una isla solitaria! John Donne dej¨® escrito que un hombre no es una isla y Samuel Beckett dec¨ªa que el hombre que proviene de una isla jam¨¢s se va de la isla aunque se dedique a dar vueltas por el mundo. Ya m¨¢s cerca, Antonio Mu?oz Molina hizo sus primeros escritos convirti¨¦ndose en Robinson urbano de las melancol¨ªas de la ciudad en la que viv¨ªa, Granada. Robinson vive en el alma de cada uno, y nadie es otra cosa que una isla en s¨ª mismo. De modo que tan Robinson es el presidente del Gobierno como cada uno de los habitantes que lo acompa?an, en Espa?a y en cada una de sus autonom¨ªas.
Es mejor no generalizar sobre c¨®mo son y c¨®mo est¨¢n los catalanes. Qu¨¦ sabe uno de cada uno
Lo que cuenta Schalansky en su libro es la historia de cada una de esas cincuenta islas, y, claro, se detiene en la de Robinson Crusoe, para ofrecer datos que quiz¨¢ no estaban en la mente del presidente cuando hizo en el Parlamento esa analog¨ªa catalana.
Antes de ir a esos datos, se me permitir¨¢ expresar algunas percepciones sentimentales del debate. Ah¨ª hablaban los pol¨ªticos del futuro de la cuesti¨®n, pero no son solo ellos los que discuten. De esta disyuntiva que parece tan clara habr¨¢ en un momento dado una soluci¨®n, por una v¨ªa u otra: ser¨¢ s¨ª a la independencia o ser¨¢ no a la independencia.
Los que han llevado la iniciativa al Parlamento consideran que les tocar¨¢ gestionar el s¨ª, pero ¡ªme dec¨ªa estos d¨ªas en Barcelona un ciudadano preocupado por ese pasado ma?ana¡ª ?qui¨¦n gestionar¨¢ el no, y c¨®mo se gestionar¨¢? No es un momento f¨¢cil, no lo es; no es cierto que en Catalu?a haya ahora una fobia instalada contra lo espa?ol, pues cualquier ciudadano que vaya puede decir una cosa y otro la contraria, como sucede en todas partes. En mi tierra, por ejemplo, yo he escuchado cosas terribles de la isla de enfrente y no se podr¨ªa decir en puridad que los canarios andemos a la gre?a. Est¨¢ bien eso que dec¨ªa Churchill cuando le preguntaron qu¨¦ pensaba de los franceses. ?l no sab¨ªa c¨®mo son, pues no los conoc¨ªa a todos. En cualquier caso, es mejor no generalizar sobre c¨®mo son y c¨®mo est¨¢n los catalanes. Qu¨¦ sabe uno de cada uno.
Y por volver a Robinson, lo que cuenta Schalansky es que lo ¨²nico que se hall¨® en la isla, a?os despu¨¦s de que all¨ª viviera el emigrante en el que se basa la ficci¨®n de Defoe, fue ¡°un pedazo de bronce afilado y puntiagudo de 1,6 cent¨ªmetros de largo¡±. Era, seguramente, cuenta Schalansky, ¡°la punta del comp¨¢s¡± del que se sirvi¨® ese pirata fracasado cuya identidad fue robada por un novelista.
Es tiempo de comp¨¢s, es decir, de afilarlo. Y es un tiempo tan delicado que requiere un viaje continuo de una isla a otra. Es, parece, ese momento en que cuanto m¨¢s sosiego muestren los del s¨ª y los del no afilando el comp¨¢s, m¨¢s sosiego se tendr¨¢ al d¨ªa siguiente del s¨ª o del no, si es que se llega a esa dicotom¨ªa.?
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