¡®Novios de az¨²car¡¯ para ni?as pobres
El fen¨®meno de los 'Sugar Daddies', hombres que engatusan con regalos a adolescentes pobres para mantener relaciones sexuales, pone en alerta a las autoridades sudafricanas
Cindi es hoy una mujer de 27 a?os y arrastra una historia dram¨¢tica, demasiado com¨²n en Sud¨¢frica. Con 16 se qued¨® embarazada de un hombre de 40 ¡°de familia acomodada¡± que la acompa?aba en el camino de la escuela a casa y le obsequiaba con peque?as cantidades de dinero.
Poca cosa, admite, pero suficiente como para que la adolescente se comprara productos que su paup¨¦rrima familia no pod¨ªa costearle. Ese pretendiente se desentendi¨® de la criatura y la chica tuvo que espabilarse por su cuenta. Ahora vive en una casa con otros 18 parientes, acaba de tener un segundo hijo y sobrevive con los 50 euros que el Gobierno le otorga por cada menor, la pensi¨®n de sus abuelos, el sueldo por unas horas de limpiadora y con un ¡°dinerillo¡± que le pasa el padre de la ¨²ltima criatura. Del otro novio nunca m¨¢s se supo. ¡°Seguro que ahora est¨¢ con otras¡±, dice riendo sin soltar el tel¨¦fono m¨®vil blanco que le paga su actual pareja.
Hay miles de chicas en Sud¨¢frica que, como Cindi, tienen un sugar daddy (en traducci¨®n literal, papi del az¨²car), hombres que superan la treintena, con un poder econ¨®mico y social superior a la media del ¨¢rea en la que viven y que salen con adolescentes ¨Ca veces casi ni?as¨C de un nivel muy inferior. El retrato que hace Mickey Chopra, responsable del Consejo de Investigaci¨®n M¨¦dica de Sud¨¢frica, a?ade que cada vez que hay una relaci¨®n sexual, el presunto novio acaba entregando peque?as cantidades de dinero o regalos. Nada del otro mundo. Ellas provienen de familias pobres, por lo que poco es mucho y la ayuda del daddy les sirve para pagar comida, el saldo del m¨®vil, productos de higiene, maquillaje, el transporte o material escolar.
A Mavuso, su sugar daddy la encontr¨® una tarde que sali¨® con sus amigas a dar una vuelta. Ten¨ªa 16 a?os y su supuesto novio m¨¢s del doble. Confiesa esta joven zul¨² que se enamor¨® porque se sent¨ªa ¡°bien tratada¡±, o lo que es lo mismo, la llevaba a sitios nuevos y le consent¨ªa caprichos. La pareja sol¨ªa ir los viernes a un restaurante de comida r¨¢pida o a un shebeen (un bar en los guetos negros), donde ella pod¨ªa pedir ¡°todo lo que quer¨ªa¡±, recuerda. Mavuso vive en un poblado rural, apenas a unos 10 kil¨®metros de la tur¨ªstica Richards Bay, una ciudad costera en la que s¨®lo pone los pies si tiene que ir al m¨¦dico, as¨ª que la aventura le parec¨ªa excitante. A su madre nunca le gust¨® aquel novio mayor pero hizo la vista gorda porque la adolescente tra¨ªa dinero extra, reconoce.
El Gobierno culpa a los 'sugar dadies' de la expansi¨®n del sida en el pa¨ªs
El falso noviazgo dur¨® hasta que le comunic¨® que estaba embarazada y, como casi siempre, el hombre se desvaneci¨®. Lo explica sentada en la puerta de su casa mientras su hija Stheh, de 10 meses, duerme encima de una toalla. Este no fue el ¨²nico regalo que le dej¨® su daddy. La joven supo que es portadora del virus del sida, una condici¨®n que mantiene en secreto a su familia. Por suerte, su peque?a naci¨® sana y ella sigue un tratamiento m¨¦dico gratuito.
Toda relaci¨®n de sugar se basa en el ¡°desequilibrio¡±, sostiene Lebo Ramafoko, responsable del Instituto de salud Soul City de Johannesburgo. Sud¨¢frica es tierra abonada porque a los 20 a?os del fin del apartheid la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado hasta el punto de que hoy es el pa¨ªs del mundo con m¨¢s desigualdades sociales, por delante de Brasil.
¡°La gente atrapada en la pobreza convive codo con codo con los que han alcanzado el sue?o de prosperar¡±, sostiene Ramafoko, que apunta que la nueva situaci¨®n ha hecho aflorar ¡°una cultura de materialismo vulgar y de consumismo asociada a la libertad¡±. As¨ª, esas adolescentes m¨¢s que enamorarse de un novio se deslumbran por el poder y una posici¨®n social y no dudan en ¡°utilizar su sexo¡± para acceder a esa ¡°riqueza que los hombres mayores proyectan¡±.
En muchos casos, las chicas son tan pobres que sus familias no tienen ni para pagarles las compresas y ¡°usan peri¨®dicos, hojas de ¨¢rboles, telas, lo que encuentran¡±, asevera Mary Mlambo. Harta de historias desgraciadas, mont¨® en febrero Lungelo Youth Development, una peque?a organizaci¨®n situada en Mzingazi, una aldea en el noreste sudafricano sembrada de palmeras que esconde un elevado fracaso escolar, chabolas sin agua corriente, calles sin asfalto ni alumbrado y decenas de menores vagabundeando sin nada en qu¨¦ ocupar su tiempo.
El objetivo, explica, es que las ni?as y las adolescentes ¡°aprendan a quererse y hacerse respetar¡± porque a su alrededor ¡°carecen de buenos modelos que imitar¡± y ¡°acaban por entregarse a cualquier hombre con coche o que las lleve al bar de la esquina, no necesitan nada extraordinario para sentirse como unas princesas¡± porque en sus casas s¨®lo encuentran ¡°miseria¡±.
Hay otra raz¨®n que explica el auge de los novios de az¨²car. A juicio de Ramafoko, no se puede obviar que Sud¨¢frica es a¨²n una sociedad patriarcal que impone el modelo de que las mujeres son las responsables de satisfacer las necesidades de los hombres y ¨¦stos se creen con el derecho de ser complacidos. Un c¨ªrculo perverso que hace mella entre las capas sociales m¨¢s bajas rurales.
El fen¨®meno de los sugar daddies tiene tales proporciones en Sud¨¢frica, sobre todo entre negras y mulatas pobres, que el ministro de Sanidad, Aaron Motsoaledy, alerta de que estos tipos est¨¢n ¡°destrozando¡± la juventud, ya no s¨®lo por el da?o moral que causan. El vicepresidente del Gobierno sudafricano, Kgalema Motlanthe, los se?ala como los culpables de la expansi¨®n imparable del VIH porque engatusan a esas ni?as e imponen sexo sin preservativo. La acusaci¨®n se refleja en un reciente estudio que cifra que un 28% de las estudiantes de secundaria est¨¢n infectadas, por solo el 4% de los chicos.
Mlambo revela que algunas ¡°tienen m¨¢s de un daddy¡± y de cada uno obtiene beneficios diferentes. No son las ¨²nicas. Chopra calcula que en tres meses, esos hombres maduros pueden mantener sexo con hasta seis chicas diferentes. A pesar de todo, no se trata de ¡°l¨ªos de una noche¡± sino de relaciones ¡°de largo plazo que hacen creer que se est¨¢ libre del VIH¡± y el uso del preservativo se relaja, aunque ambos pueden ser conscientes de que cohabitan con m¨¢s parejas sexuales, matiza Ramafoko.
Se calcula que en tres meses, esos hombres maduros pueden mantener sexo con hasta seis chicas diferentes
Aunque no son los ¨²nicos responsables, los sugar daddies contribuyen a que la maternidad adolescente sea uno de los mayores problemas sociales en Sud¨¢frica, con una tasa media de 58 por 1.000 habitantes, llegando hasta los 70 en las negras. A las dificultades econ¨®micas se a?ade la de de seguir estudiando. Los ¨²ltimos datos del departamento de Educaci¨®n advierten de que solo en 2011, 94.000 menores de 18 a?os se quedaron embarazadas, y la mitad no volvi¨® tras el parto.
El Tribunal Superior acaba de sentenciar que las escuelas no tienen capacidad para expulsarlas durante todo un a?o despu¨¦s de dar a luz, una pr¨¢ctica bastante habitual y que las direcciones de los centros justifican como una ¡°pr¨¢ctica m¨¦dica, social y psicol¨®gica¡±. Sin embargo, para asociaciones de mujeres y el Gobierno, la medida supone una ¡°discriminaci¨®n¡± y un ¡°castigo¡± solo para las chicas, subraya Morgan Courtenay, abogado del Centre for Child Law, ya que la expulsi¨®n excluye a los padres. Lejos de beneficiar a nadie, para Lisa Draga, de Equal Education Law Center, tan s¨®lo ¡°estigmatiza y penaliza¡± a las madres adolescentes.
Es m¨¢s, en algunos casos en la escuela est¨¢ el origen del problema. ¡°Si un profesor propone amor a una alumna, eso est¨¢ mal¡±. La advertencia la hac¨ªa la titular de Educaci¨®n, Themba Ndhlovu, ante el n¨²mero en aumento de maestros juzgados por mantener relaciones sexuales con menores. En 2012, fueron 289 frente a los 126 del a?o anterior. Lo preocupante es que casi la mitad, el 45%, contin¨²a ejerciendo, a pesar de tener una condena firme.
El Ministerio ha puesto en marcha tel¨¦fonos y una web para facilitar las denuncias, aunque, como admite la trabajadora social Pretty Zuma, las familias son reacias a acusar al profesor porque sigue siendo ¡°una autoridad¡±. Demasiadas asignaturas pendientes, a¨²n en Sud¨¢frica, el faro de ?frica en muchos aspectos.
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