Una mirada turbia

Este sujeto, que es el presidente de la Comunidad de Madrid, para los madrile?os es un ¡°se?or¡± en el sentido de un extra?o. Como ese hombre que aparece un d¨ªa por tu casa y del que tu madre te dice:

¨CDesde ahora este se?or ser¨¢ tu padre.

Y t¨² le miras al se?or los zapatos, y el bigote, y el bot¨®n a punto de desprenderse de la chaqueta negra, y te parece un extra?o total, un tipo venido de otro mundo, un marciano. A los que vivimos en Madrid un d¨ªa nos dijeron:

¨CDesde ahora este se?or ser¨¢ vuestro presidente.

Y nosotros nos fijamos en el cuello de iguana de su camisa, y en las dificultades del cuello de su cuerpo para sobrevivir a las estrechuras del cuello de la iguana, y le miramos a los ojos y nos devolvi¨® una mirada turbia, muy, muy turbia, y le contamos las pulseritas que llevaba, tan mayor, en la mu?eca, y vimos luego las fotograf¨ªas del piso de Marbella que le trajeron los Reyes, y el conjunto nos record¨® a un maniqu¨ª que de peque?os nos daba mucho miedo.

Total, que no nos pareci¨® nuestro presidente, sino un se?or. Y no era solo porque no le hubi¨¦ramos votado, no, pues en Madrid estamos acostumbrados a que la gente no pase por las urnas. F¨ªjense en Ana Botella, de la que un d¨ªa nos dijeron:

¨CEsta se?ora es vuestra alcaldesa.

Y su cara era id¨¦ntica a la de la madrastra de Blancanieves, es decir, otra se?ora en el peor sentido de la palabra. As¨ª que no era porque no hubi¨¦ramos votado a Gonz¨¢lez, sino porque intuimos que hab¨ªa en ¨¦l algo profundamente ajeno a nuestros intereses. Y co?o, qu¨¦ olfato, porque va a lo suyo.