?A qu¨¦ espera Rajoy?
Los cambios en la sociedad espa?ola exigen una reforma de la Constituci¨®n
La reforma constitucional vendr¨¢ de Europa¡±. Esta enigm¨¢tica frase ha sido pronunciada por el presidente del Gobierno recientemente, en dos ocasiones, y no resulta f¨¢cil interpretarla. Se intuye que el presidente concibe una reforma constitucional, lo que es, en s¨ª mismo, una noticia relevante. Se intuye tambi¨¦n, y estas parecen ser la explicaciones off the recordde las fuentes monclovitas, que esa reforma ser¨ªa consecuencia de las que Europa deber¨¢ introducir en los Tratados de la Uni¨®n para incorporar las nuevas instituciones surgidas de la crisis y para formalizar los nuevos par¨¢metros de la gobernanza econ¨®mica y monetaria.
Cabe deducir de estas intuiciones dos consecuencias. La primera, es que la idea de Rajoy sobre una hipot¨¦tica reforma de nuestra Constituci¨®n se sit¨²a en un tiempo tan lejano como incierto, puesto que la reforma de los Tratados europeos llevar¨¢ tiempo. La segunda es que, al parecer, su propuesta se limitar¨ªa a la incorporaci¨®n a nuestra Constituci¨®n de los aspectos relacionados con nuestra pertenencia a la Uni¨®n y, de paso, a las consecuencias de la nueva gobernanza econ¨®mica y monetaria de la zona euro.
Creo que el presidente se equivoca. La reforma constitucional no es solo una cuesti¨®n t¨¦cnica, exigida por los cambios de nuestro marco institucional europeo. Es m¨¢s bien la necesidad de adaptar un texto de hace 35 a?os a una cascada de cambios, por supuesto econ¨®micos y geopol¨ªticos, pero tambi¨¦n culturales, sociales y tecnol¨®gicos, que deben integrarse en nuestra Ley Fundamental. En esto coincide la mayor¨ªa de la doctrina constitucional espa?ola, que reclama a la pol¨ªtica la apertura de ese debate y su participaci¨®n en ¨¦l, para poner al d¨ªa un texto desfasado, incompleto y, en algunos casos, ajeno a realidades y cambios irreversibles. Desde la incorporaci¨®n al cap¨ªtulo de Derechos y Deberes de un conjunto de nuevos derechos ciudadanos (protecci¨®n de datos, transparencia, la expansi¨®n del concepto de igualdad, el voto local de los extranjeros, las diversas formas de convivencia integradas en la familia, etc¨¦tera), hasta una nueva regulaci¨®n de los derechos sociales, ampliamente evolucionados con nuestro Estado de bienestar (derecho a la salud, a la protecci¨®n social, a la negociaci¨®n colectiva, etc¨¦tera). Desde la superaci¨®n de la prevalencia del var¨®n en la sucesi¨®n de la Corona, a la revisi¨®n de algunas instituciones necesitadas de ajustes aconsejados por la experiencia (Consejo del Poder Judicial, Senado, etc¨¦tera). La Constituci¨®n debe ser reformada, incluso en su procedimiento de reforma, porque una cultura pol¨ªtica de reformismo constitucional debe introducirse en nuestra pr¨¢ctica pol¨ªtica, como existe entre los norteamericanos o los alemanes.
El modelo auton¨®mico tiene que ser revisado y ajustado con instrumentos federales
Pero adem¨¢s, es tambi¨¦n una oportunidad formidable y quiz¨¢s ¨²nica de resolver los graves problemas de articulaci¨®n de nuestro modelo auton¨®mico y de integraci¨®n renovada de algunas de nuestras nacionalidades. La crisis catalana es grave y nadie sabe bien cu¨¢l ser¨¢ su desenlace. La negativa legal a la consulta autodeterminista es evidente y, en mi opini¨®n, obligada. Pero la oferta pol¨ªtica alternativa a los problemas que nos expresa la ciudadan¨ªa en Catalu?a brilla por su ausencia. El modelo auton¨®mico tiene que ser revisado y ajustado con instrumentos federales para que Espa?a funcione mejor. Pero la integraci¨®n de nuestras nacionalidades reclamar¨¢ una reformulaci¨®n de los par¨¢metros de nuestra unidad. Todo ello exige reformar el T¨ªtulo VIII, eliminar todo el derecho transitorio de aquel periodo y renovar los pactos pol¨ªticos auton¨®micos que lo sustentan.
La reforma constitucional llevar¨¢ aparejada, adem¨¢s, algunas reformas legales de nuestro entramado democr¨¢tico que, sin ser materia estrictamente constitucional, integran sin embargo normas b¨¢sicas ligadas al consenso constitucional. As¨ª por ejemplo, para mejorar nuestro sistema parlamentario (reforma del reglamento), o para aumentar la participaci¨®n ciudadana en la pol¨ªtica (ley electoral, primarias, listas desbloqueadas, etc¨¦tera), o para combatir la corrupci¨®n y extender la ejemplaridad y la transparencia p¨²blicas. En definitiva, para recuperar el cr¨¦dito que la pol¨ªtica necesita en un sistema democr¨¢tico que est¨¢ hoy bajo m¨ªnimos.
No se trata de abordar un proceso constituyente que nos obligar¨ªa a replantear todas las bases de nuestra convivencia pol¨ªtica. Proponer al pa¨ªs una nueva Constituci¨®n es un error grave. Esas miradas cr¨ªticas con el pacto constitucional del 78, que lo minusvaloran por el contexto pol¨ªtico de la Transici¨®n en que se produjo, incurren en tres graves errores: 1) desprecian los pactos reconciliatorios sin comprender que hoy siguen siendo necesarios; 2) deval¨²an un texto perfectamente homologado con las mejores democracias del mundo, que sigue siendo v¨¢lido como continente de nuestra pluralidad pol¨ªtica, social y territorial; y 3) desconocen que, al replantearlo todo y desde posiciones partidarias, las paredes maestras del edificio de nuestra convivencia se derrumban, sin ninguna garant¨ªa de construcci¨®n alternativa.
Por eso, lo que procede es una reforma profunda, s¨ª, pero puntual, acotada y consensuada de nuestra Carta Magna, con la que se iniciar¨ªa una nueva etapa pol¨ªtica en Espa?a.
Si el presidente Rajoy no aborda el estudio de la reforma constitucional, ser¨¢n las pr¨®ximas Cortes quienes lo hagan, previsiblemente al final de la siguiente, es decir en 2019, y ser¨ªa en la siguiente legislatura, 2020-2024, en la que se har¨ªa el refer¨¦ndum y la aprobaci¨®n definitiva. ?D¨®nde estaremos entonces? ?C¨®mo habr¨¢ evolucionado el tema catal¨¢n, la desafecci¨®n pol¨ªtica, el desprestigio institucional? No. El tiempo quiz¨¢s cure las penas, pero no resuelve los problemas. La pol¨ªtica no es esperar, sino actuar.
Ram¨®n J¨¢uregui es diputado socialista por Araba/?lava.
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