La olvidada de los Andes
La enfermedad de Carri¨®n se ceba con las poblaciones m¨¢s humildes y desfavorecidas En su fase aguda es la m¨¢s letal de las infecciones bacterianas Ni siquiera figura entre las dolencias desatendidas
Los Andes son el espinazo que vertebra Am¨¦rica del Sur; a un lado las selvas inacabables de la Amazonia y los interminables llanos argentinos, al otro las des¨¦rticas costas chileno-peruanas y los norte?os parajes ecuato-colombianos. En sus valles, entre incre¨ªbles p¨¢ramos g¨¦lidos y coloridos paisajes te?idos de verde, all¨ª donde los turistas no llegan porque solo hay gente sencilla, sombreros de palma, chanchitos negros engordando en semilibertad, peque?as chacras, centros mineros, ni?as de ojos inmensos que sonr¨ªen alborozadas ante un humilde chupet¨ªn, es donde se da la enfermedad de Carri¨®n. Una enfermedad que afecta especialmente en Per¨² y que se extiende por zonas de Ecuador y del sur de Colombia.
La de esta enfermedad descrita ya por los cronistas de las tropas de Pizarro, es una historia en blanco y negro, antigua como los huacos preincaicos, fascinante pero desconocida. En ella figuran episodios dram¨¢ticos como la muerte del 70% de los obreros que tend¨ªa la l¨ªnea f¨¦rrea entre Lima y La Oroya. Tambi¨¦n hay ejemplos de hero¨ªsmo o locura, como la autoinmolaci¨®n del estudiante de medicina de quien tom¨® el nombre, Daniel Alcides Carri¨®n, que se la hizo inocular con el fin de asociar las diferentes fases de la enfermedad. Y no falta la intervenci¨®n del azar: en 1913 el entom¨®logo Charles Townsend descubri¨® por casualidad el vector que la transmite despu¨¦s de que a uno de sus asistentes le picase la titira, una especie local de mosca.
La enfermedad de Carri¨®n tiene tres presentaciones: una aguda, febril, llamada fiebre de Oroya, que afecta especialmente a quienes no han tenido contacto previo con el pat¨®geno; una que afecta a personas semiinmunes, a aquellos que en alg¨²n momento han estado expuestos y que presenta una manifestaci¨®n cut¨¢nea llamada verruga peruana; y una tercera, que es la del portador asintom¨¢tico, gente infectada que no desarrolla manifestaciones cl¨ªnicas, a menudo personas que en alg¨²n momento han sufrido fiebre de Oroya y que han curado cl¨ªnicamente, pero no microbiol¨®gicamente.
Es una enfermedad que afecta a los m¨¢s desfavorecidos, que tiene tropismo por la pobreza, pues aun en zonas end¨¦micas se ceba especialmente con las poblaciones m¨¢s humildes, las que viven en las afueras de los pueblos, en las zonas m¨¢s rurales, all¨ª donde el campo y las viviendas confluyen y se entreveran; e incluso entre ellos, en particular, ataca a los m¨¢s vulnerables, como ni?os o mujeres embarazadas.
La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta a cu¨¢nta gente afecta, a veces no se reporta, a menudo se diagnostica mal, ya que hay peque?as postas de salud que tienen poco m¨¢s que un microscopio, una peque?a centr¨ªfuga y una caja con una bombilla para secar las l¨¢minas. Y no es una enfermedad cualquiera. En su fase aguda, si no se trata, es letal en m¨¢s del 40% de los casos. No en vano, en esta fase la enfermedad de Carri¨®n tiene el triste honor de ser la m¨¢s letal de las enfermedades infecciosas asociadas a una bacteria. Sin tratamiento es m¨¢s mort¨ªfera que la peste, la plaga que devast¨® Europa en el medievo, aunque por fortuna es todav¨ªa f¨¢cilmente tratable con antibi¨®ticos.
La enfermedad de Carri¨®n es potencialmente erradicable, puesto que no se conoce m¨¢s reservorio que el ser humano. Pero fuera de las zonas afectadas poca gente la conoce, no se habla de ella, no est¨¢ en las agendas de investigaci¨®n internacionales. Ni siquiera figura entre las enfermedades desatendidas que reconoce la OMS. Pese a que re¨²ne casi todos los requisitos para ello, le falta el principal y m¨¢s parad¨®jico: es, todav¨ªa, demasiado desconocida.
Joaquim Ruiz es Associate Research Professor en CRESIB, centro de investigaci¨®n del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
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