Derechos al abismo
La independencia catalana ser¨ªa una cat¨¢strofe para Espa?a y para Catalu?a
El t¨ªtulo no peca de pat¨¦tico, describe simplemente la situaci¨®n ante la que nos encontramos. La independencia de Catalu?a tendr¨ªa consecuencias catastr¨®ficas para la misma Catalu?a, que tardar¨ªa una generaci¨®n en recuperarse, pero tambi¨¦n para el resto de Espa?a, que no aguantar¨ªa pol¨ªtica ni econ¨®micamente la p¨¦rdida del 20% del PIB, algo que a su vez pondr¨ªa en cuesti¨®n la supervivencia del euro. No en vano Espa?a ocupa la cuarta posici¨®n en la eurozona.
Si a?adimos las tensiones separatistas ¡ªdesde Escocia y el V¨¦neto, hasta B¨¦lgica¡ª se explica que el empe?o soberanista de Catalu?a levante verdadero pavor en Europa. ?En qu¨¦ mundo ficticio vivir¨¢ el presidente de la Generalitat para pasearse por Europa pidiendo comprensi¨®n y ayuda para su proyecto independentista, sin percatarse de los motivos de que nadie importante lo reciba!
Estremece observar que el independentismo catal¨¢n se niegue a reconocer los hechos m¨¢s elementales, incluso no acepte la evidencia, confirmada una y otra vez por las instituciones comunitarias, de que Catalu?a quedar¨ªa fuera de la UE. Es dif¨ªcil de prever el tiempo que pase hasta que fuera admitida, pero s¨ª lo son los grandes problemas que plantear¨ªa este interregno: se volver¨ªa a la peseta, se inventar¨¢ otra moneda, o se seguir¨¢ utilizando el euro, pero ya sin vinculaci¨®n con el Banco Central Europeo, como hace el Estado Vaticano.
El nacionalismo interpreta las advertencias sobre los enormes costes de la secesi¨®n para catalanes, el resto de los espa?oles y la eurozona, como meras amenazas sin base real, que no pretenden m¨¢s que vetar que la naci¨®n catalana adquiera el rango de Estado soberano al que tendr¨ªa pleno derecho.
El empe?o soberanista de Catalu?a levante verdadero pavor en Europa
Pero no menos escalofriante es la pasividad de las instituciones pol¨ªticas del Estado, a la cabeza el Gobierno, sin otra respuesta que lo que no puede ser, no puede ser y adem¨¢s es imposible. Hay que ponerse a temblar cuando el presidente del Gobierno se enroca en su impotencia, alegando que ¨¦l, ni nadie, pueden consentir un refer¨¦ndum que no encaje en la Constituci¨®n, la misma que garantiza que Catalu?a en ning¨²n caso pueda acceder a la independencia. En consecuencia, la pol¨ªtica adecuada es no moverse del no, a la espera de que se desinfle la terquedad nacionalista.
En vez de servir la Constituci¨®n para enmarcar en una dimensi¨®n jur¨ªdica a la pol¨ªtica, la convierten en su impedimento principal. Pero por mucho que se sacralice, en todo momento ha de acomodarse a las circunstancias que permitan hacer pol¨ªtica, y no vale refugiarse en ella para bloquear las que no gusten. En agosto del 2011, la presi¨®n del capital internacional bast¨® para llevar a cabo con la mayor celeridad una reforma del art¨ªculo 135 que garantizase la estabilidad presupuestaria. Cuando los ajustes marchan a favor de la propia corriente, se puede; cuando se trata de frenar las pol¨ªticas que se rechazan, la Constituci¨®n se erige en el gran obst¨¢culo.
No faltan catalanes que por la independencia, un bien que consideran superior a cualquier otro, estar¨ªan dispuestos a pasarlo mal, tanto y tan largo como fuere necesario, pero son, sin duda, una exigua minor¨ªa. La mayor parte de los que se inclinan a las tesis soberanistas, en r¨¢pido aumento este ¨²ltimo tiempo, ignoran los altos costes que tendr¨¢n que pagar. Por eso se atreven a huir de una Espa?a en la que falta una visi¨®n de futuro medianamente ilusionante.
Ante la perspectiva de que siga la corrupci¨®n, el paro masivo, el desmontaje del Estado social y la desigualdad social, como el ¨²nico crecimiento que se constata, vale probar algo nuevo. Una Catalu?a independiente representa un empezar sobre bases nuevas que sostienen la esperanza de que al fin se salga del atolladero. Se ocultan los alt¨ªsimos costes que para todos implicar¨ªa esta salida, siendo el remedio tal vez peor que la enfermedad, pero es la ¨²nica perspectiva esperanzadora que se divisa en una Espa?a que se desploma a ojos vista.
Pese a que la opci¨®n republicana se va perfilando, a la vez que el independentismo en Catalu?a, como formas de escapar de la casa de los horrores, el Rey no abdica en su hijo, como ¨²ltimo intento de salvar la monarqu¨ªa. Tampoco el partido del Gobierno reacciona ante la podredumbre en que se asienta, a pesar de que cada d¨ªa se perciba con mayor clarividencia. Sin otro consuelo que una palabrer¨ªa inane sobre un d¨¦bil crecimiento econ¨®mico, que no corregir¨¢ a medio plazo el alt¨ªsimo desempleo, Espa?a se revuelve en el chapapote, sin una visi¨®n com¨²n de lo que pudiera ser un futuro diferente. En tal situaci¨®n se comprende que el ¨²nico anhelo sea escapar, individualmente emigrando, o colectivamente por la v¨ªa secesionista o republicana.
Sorprende en Europa que el Gobierno no busque una soluci¨®n negociada
Llama la atenci¨®n en Europa que el Gobierno no busque una soluci¨®n negociada. Si se ha llegado al punto extremo de que una comunidad aut¨®noma pida un refer¨¦ndum sobre su permanencia, aun a riesgo de que otras demanden lo mismo, no cabe m¨¢s que organizarlo lo antes posible.
Refugiarse en prohibiciones y ambig¨¹edades constitucionales, adem¨¢s de dar la raz¨®n a los contrarios, elimina la ocasi¨®n de convencer a la mayor¨ªa de los alt¨ªsimos costes de una separaci¨®n, dejando as¨ª que crezca el n¨²mero de los que la apoyen. En cambio, un matrimonio con desavenencias puede durar, si ambas partes son conscientes de que su disoluci¨®n se paga a un alto precio y cabe negociar nuevas reglas de convivencia. En democracia no cabe mantener la unidad del Estado contra la voluntad de la mayor¨ªa, y esto solo a duras penas en un r¨¦gimen autoritario.
Seg¨²n el art¨ªculo 2 ¡°la Constituci¨®n se fundamenta en la indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola, patria com¨²n e indivisible de todos los espa?oles¡±, luego la ¡°indisoluble unidad¡± es principio anterior a la Constituci¨®n, en cuanto esta se fundamenta en ¨¦l. Porque somos ya una ¡°unidad indisoluble¡± nos damos una Constituci¨®n. Se da por supuesto que la naci¨®n antecede al Estado, aunque en nuestra historia el Estado haya precedido a la naci¨®n, producto mucho m¨¢s tard¨ªo.
Pero, nada tan inoportuno como introducir principios metaf¨ªsicos, como el que somos por esencia y para siempre una unidad indisoluble, como fundamento ¨²ltimo de un texto jur¨ªdico, cuyo car¨¢cter principal ha de ser su elasticidad para acoplarse a las situaciones m¨¢s diversas.
Confieso que no veo salida, como no sea una tr¨¢gica, al enfrentamiento de las aspiraciones secesionistas de una parte del pueblo catal¨¢n que se crece con las dificultades, y la cerraz¨®n del nacionalismo espa?ol, embutido, como todos los nacionalismos, en supuestos metaf¨ªsicos, que los convierten en principios irrenunciables, que hacen imposible cualquier negociaci¨®n basada en consideraciones racionales, o por lo menos, razonables.
En democracia, nada es sagrado y todo es discutible y negociable incluso el orden jur¨ªdico que incluye a la Constituci¨®n en en la cima. Pero algo tan elemental ?podr¨¢ cuajar en una democracia harto imperfecta, que est¨¢ a punto de derrumbarse, barrida por la ineptitud y la corrupci¨®n?
Muchas veces en nuestra historia hemos asistido a enfrentamientos que, pese a las advertencias de los peligros que se cern¨ªan, no pudieron controlarse a tiempo. ?Acaso no hemos aprendido las lecciones del pasado y seguimos dispuestos a no movernos de los principios asumidos, por altos que sean los riesgos? M¨¢s que una crisis econ¨®mica, moral y pol¨ªtica, que tambi¨¦n, estamos viviendo el fondo tr¨¢gico de esa mentalidad archiconservadora de mantenerlo y no enmendarlo.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa.
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