Mentir contando la verdad
Se usa con demasiada frecuencia la t¨¦cnica de llevar al lector a entender lo que no se dice
El cura de la parroquia de San Salvador de L¨¦rez (Pontevedra) fue interrogado por la polic¨ªa hace unas semanas sobre una trama que se aprovechaba de las ayudas de la Xunta de Galicia relacionadas con la rehabilitaci¨®n de bienes de la Iglesia. Acto seguido, telefone¨® al exfuncionario que medi¨® en la concesi¨®n de esas subvenciones y, seg¨²n el di¨¢logo que grab¨® la polic¨ªa, publicado hace dos semanas, le avis¨®: ¡°Preguntaron por su nombre y yo trat¨¦ de ser parco y prudente. No dije mentira pero no dije toda la verdad ni mucho menos, eh¡±.?
Esa idea tan extendida (creer que no se dice mentira si no se ha dicho toda la verdad) fuerza la interpretaci¨®n de una vieja teor¨ªa cristiana. Tom¨¢s de Aquino (siglo XIII) diferenciaba en la Summa Theologiae entre enga?o y mentira. Esta ¨²ltima no se pod¨ªa justificar nunca; y a?ad¨ªa, siguiendo a san Agust¨ªn, que en ciertos casos s¨ª cabe enmascarar prudentemente la verdad en favor de un bien superior. Para ¨¦l, ¡°aunque todo el que miente quiere ocultar la verdad, no todo el que oculta la verdad miente¡± (Summa theologiae. Parte II, cuesti¨®n 110.3). El jesuita Baltasar Graci¨¢n (siglo XVII) inclu¨ªa en El arte de la prudencia el consejo de ¡°sin mentir, no decir todas las verdades¡± (aforismo 181). Y el abate Dinouart (siglo XVIII) escrib¨ªa en su obra El arte de callar (p¨¢gina 53 de la edici¨®n de 2008): ¡°Hay formas de ocultar unas verdades sin cubrirlas de mentiras¡±. Con raz¨®n se?ala el fil¨®sofo brit¨¢nico Bernard Williams (2006) que ¡°una sorprendente cantidad de importantes te¨®ricos de la moral¡± ha considerado que ¡°las mentiras nunca son justificables (aunque puedan perdonarse), mientras que otras formas de discurso enga?oso s¨ª pueden serlo¡± (Verdad y veracidad, p¨¢gina 106).
?Debemos considerar hoy en d¨ªa como mentira el relato que oculta una parte de la verdad?
Para responder adecuadamente hemos de partir de la diferencia entre dos conceptos: el significado y el sentido. Una cosa es el significado de las palabras que decimos, y otra el sentido que todas ellas adquieren al ser entendidas por un receptor. Si digo ¡°le dio una patada al bal¨®n y se rompi¨® el cristal¡±, quien me escuche pensar¨¢ que el cristal se rompi¨® como consecuencia de la patada. Sin embargo, eso no est¨¢ en el significado exacto de lo que dije. Supongamos que el cristal se rompi¨® por cualquier otra causa en el momento en que se propin¨® el puntapi¨¦. En ese caso, el significado de la frase seguir¨ªa siendo verdadero pero conducir¨ªa hacia un sentido falso.
Los hechos ¡°verdaderos¡± tienen como requisito el de ser ciertos, pero un relato ¡°veraz¡± va m¨¢s all¨¢, puesto que no puede ser fuente de enga?o
Un diario de Madrid publicaba en abril de 2011 un reportaje sobre cierta persona involucrada en un caso de corrupci¨®n y que se hab¨ªa declarado insolvente. El periodista la hab¨ªa localizado ¡°en una buena vivienda, con un Mercedes a la puerta¡±. El lector infiere de inmediato que el lujoso autom¨®vil pertenece al ¡°insolvente¡±, pero eso forma parte del sentido, no del significado. El coche tambi¨¦n pod¨ªa ser propiedad de otra persona que lo aparc¨® all¨ª.
Esa t¨¦cnica de llevar al lector a entender lo que no se dice (estudiada en la pragm¨¢tica, una rama de la ling¨¹¨ªstica) se usa con demasiada frecuencia en la prensa, en el lenguaje pol¨ªtico y en el sindical. ?Se est¨¢ mintiendo cuando se induce a una conclusi¨®n falsa? Como explica Williams, si vemos a un ciego que camina hacia un precipicio y no le advertimos de ello, nosotros no lo matamos; pero ?qu¨¦ diferencia hay?
La comunicaci¨®n leal ha de transmitir por tanto un relato ¡°veraz¡±. Los hechos ¡°verdaderos¡± tienen como requisito el de ser ciertos, pero un relato ¡°veraz¡± va m¨¢s all¨¢, puesto que ¡°no puede ser fuente de enga?o¡± (Nicola Abbagnano, 2008). ?Es l¨ªcito entonces contar a la polic¨ªa hechos verdaderos pero inveraces? Entendemos que no, pues no estamos de acuerdo con que se enga?e a la polic¨ªa. ?Y se puede hacer eso en la prensa? Tampoco, porque la Constituci¨®n solo ampara el derecho a la informaci¨®n ¡°veraz¡± (art¨ªculo 20, apartado d). Es decir, la informaci¨®n que no enga?a.
As¨ª pues, el cura de Pontevedra no dijo una mentira. Y sin embargo, seguramente minti¨®. Eso s¨ª, con hechos verdaderos.
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