?Se acuerdan de aquello?
No hay manera de argumentar que la conversaci¨®n entre Donald Sterling y su novia se trataba de racismo en privado
Si en Espa?a los canales deportivos est¨¢n que arden con ese partido entre un Madrid y otro Madrid que se presenta en el horizonte, aqu¨ª en los Estados se han dedicado estos d¨ªas a exprimir, como solo los periodistas deportivos saben hacerlo, las palabras de Donald Sterling, el propietario del equipo Los Angeles Clippers. Alguien filtr¨® la conversaci¨®n que el viejarraco Sterling hab¨ªa mantenido con su joven novia en la cual se despachaba a gusto contra los negros. La filtraci¨®n le ha defenestrado. Eso si no le obligan a vender el equipo. La discusi¨®n entre Sterling y su amante ven¨ªa a prop¨®sito de una foto que esta colg¨® en Instagram con el jugador Magic Johnson. Este anciano podrido de dinero le advert¨ªa que no pensaba tolerar de ah¨ª en adelante que su novia llevara negros a los partidos y menos que se hiciera fotos con ellos. Esa fue una de las perlas de una pelea lamentable en la que el empresario aderez¨® su racismo con una profunda misoginia.
La chica le advert¨ªa que ella era mestiza, pero, tal vez consciente del casopl¨®n y los tres cochazos con que la hab¨ªa agasajado su se?or novio, al final le ped¨ªa poco menos que perd¨®n por haberse portado mal. Se trata de una de esas conversaciones privadas que hubieras preferido no escuchar nunca, pero que llega a tus o¨ªdos aunque no quieras, porque alguien la rob¨® (quiz¨¢ la propia novia). Ya no hay manera de argumentar que se trataba de racismo en privado. Eso no existe.
Apelar al humor es siempre el eximente al que se acoge quien no admite que es racista, mis¨®gino o machista
En Estados Unidos se ha relajado el cors¨¦ de la correcci¨®n pol¨ªtica en cuanto a la ficci¨®n se refiere (y ah¨ª est¨¢ ese p¨²blico que agradece que las pel¨ªculas y las series hayan vuelto a cruzar la l¨ªnea de lo apropiado), pero se sigue siendo implacable cuando la falta de respeto, la humillaci¨®n o el desprecio se expresan en la vida real. Y a m¨ª me parece justo y necesario: se trata de una manera de pararle los pies a la horrible carcunda nost¨¢lgica que desear¨ªa que los negros, las mujeres, las minor¨ªas, los pobres, los presos y los ciudadanos m¨¢s d¨¦biles volvieran al redil. Es algo temible porque el discurso de esta gentuza tiene cada vez m¨¢s fuerza.
En Espa?a las faltas de respeto no se pagan, no pasan factura. He le¨ªdo comentarios hirientes, chistes de p¨¦simo gusto, sobre los africanos que se juegan la vida saltando la valla de las concertinas en Melilla y todo parece clasificarse dentro de nuestro proverbial humor negro. Apelar al humor es siempre el eximente al que se acoge quien no est¨¢ dispuesto a admitir que es racista, mis¨®gino, machista, cruel en definitiva. ?Era una broma! En boca de contertulios, en la letra de los plumillas, en las intervenciones de los pol¨ªticos se leen y escuchan disparates que finalmente se asumen como parte del esperpento nacional, pero que pocas veces reciben un castigo ejemplar. Solo cuando los intereses son partidistas, cuando una falta de respeto se puede rentabilizar para atacar al adversario, los justos ponen el grito en el cielo.
Hace 10 a?os, en 2003, se produjo un esc¨¢ndalo en el mundo de las letras espa?olas que no s¨¦ si recordar¨¢n. El escritor y guionista Hern¨¢n Migoya public¨® un libro de cuentos llamado Todas putas. Estos relatos hubieran pasado desapercibidos por todos aquellos ajenos al mundo del c¨®mic (Hern¨¢n trabaj¨® en El V¨ªbora) o al de la ficci¨®n gamberra de no ser porque sali¨® a la luz que la entonces directora del Instituto de la Mujer, Miriam Tey, hab¨ªa sido la editora que hab¨ªa perpetrado su publicaci¨®n. Eran los tiempos de Aznar, y se establecieron truculentas conexiones: Aznar-la se?ora Tey-la violencia de g¨¦nero. Como suele ocurrir, lo acab¨® pagando el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil, en este caso, el escritor.
Somos un pa¨ªs menos libre en lo que se refiere a la ficci¨®n y cada vez m¨¢s mal educado en la vida real
Aquellos que jam¨¢s se atrever¨ªan a llamar asesino a Tarantino porque su arte ya est¨¢ asimilado como transgresor, esos otros a los que nunca se les ocurrir¨ªa pensar en Scorsese como en propagandista del maltrato a la mujer o que nunca calificar¨ªan a Matthew Weiner, el creador de Mad Men, como un nost¨¢lgico de la postergaci¨®n laboral femenina, se arremangaron para darle de hostias a este escritor al que pocos lectores conoc¨ªan, y le dedicaron calificativos tales que lo l¨®gico hubiera sido que en la solapa de su siguiente libro hubiera salido su foto de perfil y de frente, al estilo de c¨®mo se retrata a los detenidos en comisar¨ªa.
?Qu¨¦ ha sido de Hern¨¢n Migoya? Pues el se?or Migoya acus¨® el golpe. A pesar de ser un chico duro, qui¨¦n no se deprime cuando se le cierran muchas puertas. Se fue de Espa?a. Ahora vive en Per¨². Y all¨ª escribe m¨¢s guiones para c¨®mics y m¨¢s novelas, aunque sabe y teme que cuando le toque promocionarlos, algunos editores de cultura torcer¨¢n el gesto y preferir¨¢n no sacarlo en sus suplementos, ya saben, por mantener viva la llama del estigma. A este punto hemos llegado. Somos un pa¨ªs menos libre en lo que a la ficci¨®n se refiere y cada vez m¨¢s mal educado en la vida real. Baja nuestra capacidad para ver la vida con humor y sube nuestra bien acreditada inventiva para el insulto, que es un g¨¦nero al que de vez en cuando dedican un monogr¨¢fico los suplementos culturales.
En estos d¨ªas ha salido un c¨®mic dibujado por varias mujeres valientes, ni putas ni sumisas, ilustrando aquellos cuentos. Menos mal que pervive la gente cachonda; si no, esto ser¨ªa para tirarse por el viaducto.
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