La aristocracia del 'strip-tease'
"Los italianos no pueden llevarse a las bailarinas a casa", rezaba su leyenda. Nos adentramos en las entra?as del m¨ªtico cabaret Crazy Horse
Un cabaret en permanente b¨²squeda. La atracci¨®n tur¨ªstica m¨¢s sofisticada de tout Par¨ªs. Quince flequillos y quince pares de stilettos con la suela roja de Christian Loubutin encima de un escenario. El templo de los cuerpos perfectos, custodiado por una legi¨®n de cancerberos. Un antro a?ejo en el que su fundador, el libertino Alain Bernadin, dej¨® docenas de mensajes escritos en sus paredes. ¡°Los italianos no pueden llevarse a las bailarinas a casa¡±, rezaba uno de ellos. Cortinas de terciopelo rojo y dos estatuas de estilo griego lacadas en oro enmarcan el escenario. Voil¨¤, el Crazy Horse.
Las restricciones para fotografiar el interior son superiores a las del Ministerio de Defensa. Hay que mantener intactas la imagen y el misterio de la marca, dicen sus responsables
Para acceder a su backstage, debe rellenar una instancia. Las restricciones para fotografiar son superiores a las del Ministerio de Defensa. Hay que mantener intactas la imagen y el misterio de la marca, dicen sus responsables. Y proteger a las bailarinas. Porque formar parte del cuerpo de baile del Crazy significa alcanzar un estatus en la profesi¨®n. A cambio, a la chica la rebautizan, la pesan cada semana ¨Csi gana o pierde m¨¢s de dos kilos, la echan¨C y se le proh¨ªbe relacionarse con ning¨²n espectador, aunque este pertenezca a la realeza.
A una bailarina del Crazy Horse se le exigen cinco condiciones: un cuerpo bello y sin cirug¨ªa est¨¦tica; gl¨²teos redondos; altura entre 1,68 y 1,72 metros de altura y talla 36 o 38; nivel alto de baile de cl¨¢sico a jazz y carisma
¡°Nuestros jefes nos dicen: sois mitos, no est¨¢is disponibles. S¨ª, recibimos botellas de champ¨¢n y cajas de bombones y nos encanta tener admiradores, pero nos est¨¢ prohibido cruzar palabra con ellos¡±, explica la vasca Patricia D¨ªaz-Gonz¨¢lez, una de sus estrellas, rebautizada art¨ªsticamente Nahia Vigorosa. Desde hace tres a?os tiene contrato de exclusividad con la compa?¨ªa. ¡°Nahia significa deseo en euskera¡±, aclara. Sus compa?eras se apodan Psykko Tico, Fasty Wizz o Fiamma Rosa. El bautizo es todo un ritual de iniciaci¨®n para devenir una crazy girl.
Decadencia naif
No provocamos, seducimos, hacemos so?ar a los espectadores, los conducimos hasta sus fantas¨ªas. Svetlana Kostantinova, show manager
Los camerinos son puro kitsch. El peque?o hall con canap¨¦ 2001: Una odisea del espacio huele a comida calentada en microondas. Est¨¢ prohibida la entrada a cualquier hombre. En las paredes, una foto del Papa Wojtyla junto a una postal con palmeras caribe?as. Cada bailarina tiene asignado un cub¨ªculo del tama?o de un locutorio, donde guarda sus pelucas, medias de rejilla, cadenas, jabones, ositos de peluche, post-its con mensajes tipo ¡°besos, Zou Zou¡±. Un collage de decadencia naif.
Nahia se maquilla frente al espejo de vedette. Del ballet cl¨¢sico en Gaztetxo y Biarritz pas¨® a hacer bolos en Disneyland Par¨ªs y Port Aventura. Le propusieron presentarse a las pruebas del Crazy. "?Qu¨¦ es eso?", pregunt¨®. ¡°Es ante todo la exaltaci¨®n de la feminidad. Te sentir¨¢s una aut¨¦ntica actriz, no una mu?eca¡±, le respondieron. Cuando le dio la noticia a su madre, por tel¨¦fono, tuvo que a?adir: ¡°Pero es en topless¡±. A una bailarina del Crazy Horse se le exigen cinco condiciones: un cuerpo bello y natural ¨Csin cirug¨ªa est¨¦tica¨C; unos gl¨²teos redondos; entre 1,68 y 1,72 metros de altura y una talla 36 o 38; un nivel alto de baile, desde cl¨¢sico a jazz, y carisma. Alain Bernadin aseguraba que, aqu¨ª, ¡°si una bailarina no tiene mirada, ya se puede ir a casa¡±.
La perversa y elegante cueva que cre¨® en el s¨®tano de un inmueble de la Avenue George V se vanagloria de haber reinventado el g¨¦nero al ritmo de las vanguardias. Nada que ver con el Moulin Rouge o el Lido. Este es un espect¨¢culo para estetas. De la Nouvelle Vague al Pop-Art, de Aznavour a David Lynch, los artistas invitados a colaborar con esta reformulaci¨®n del cabaret a la americana han aportado fetichismo, glamour parisino y moda.
La show manager y bailarina Svetlana Kostantinova insiste: ¡°No provocamos, seducimos, hacemos so?ar a los espectadores, los conducimos hasta sus fantas¨ªas". Sensualidad, y no sexualidad. Se levanta el tel¨®n. Las bailarinas, disfrazadas de soldados de la Guardia Real brit¨¢nica, marcan paso levantando la rodilla hasta el techo, y ponen el culo en pompa. La escena es demasiado perfecta para el morbo. Y el p¨²blico es extremadamente educado.
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