?Acabar¨¢ 2014 como 1914?
La historia nos ense?a que no hay naci¨®n que pueda, por s¨ª sola, garantizar la estabilidad del sistema. La solidaridad, la solidez de las instituciones y el di¨¢logo son los mejores recursos para construir el futuro
Si uno se fija bien, 2014 es un a?o de aniversarios. Es el centenario de 1914, un momento en el que el mundo se manej¨® mal a s¨ª mismo, y de ese mal manejo cosech¨® la m¨¢s espantosa de las consecuencias conocidas hasta entonces. Una desgastada primera potencia, Gran Breta?a, no supo actuar prudente ni consecuentemente frente a la emergente maquinaria econ¨®mica germ¨¢nica. Ante esto, otros se posicionaron para sacar ventaja, permitiendo que las aspiraciones y fuerzas nacionalistas se convirtieran en el aglutinador que procurara legitimidad a Gobiernos cuestionables y que en lo econ¨®mico no acababan de dar la talla. La confusi¨®n, la complacencia y la confianza dieron lugar al cataclismo con una rapidez devastadora, y el mundo nunca fue ya el mismo.
Hace 75 a?os est¨¢bamos en 1939. Se hab¨ªa llegado a creer que la guerra que empez¨® en 1914 hab¨ªa sido una guerra con la que acababan todas las guerras. Nadie, mientras tuvo lugar, pens¨® nunca en llamarla I?Guerra Mundial. Una vez finalizada, los vencedores se comportaron imprudentemente. Confundieron sus leg¨ªtimas reclamaciones con calculados ego¨ªsmos e impusieron una paz que inevitablemente aliment¨® un profundo resentimiento. Una potencia que hab¨ªa encabezado y dado forma al sistema econ¨®mico mundial se vio mermada, y mientras tanto no acab¨® de surgir una potencia con suficiente capacidad de liderazgo, ni se puso en marcha sistema alguno de integraci¨®n econ¨®mica. El mundo se hundi¨® en la depresi¨®n. Las naciones se preocuparon por la situaci¨®n de sus econom¨ªas. Quienes se hab¨ªan empobrecido no supieron ver las crecientes amenazas exteriores, y en 1939 el mundo estaba al borde de su segunda guerra, que iba a ser todav¨ªa m¨¢s terrible.
Hace 50 a?os era 1964. El mundo no estaba entonces al borde de ning¨²n cataclismo. Las econom¨ªas industrializadas se hallaban en medio de un periodo de rendimiento como nunca antes hab¨ªan conocido. Pero 1964 transcurr¨ªa meses despu¨¦s del asesinato del presidente Kennedy. Fue el a?o en que Estados Unidos entr¨® en Vietnam. Ese fue un acontecimiento que desgarr¨® nuestra sociedad, por lo que signific¨® para una generaci¨®n de j¨®venes norteamericanos, un acontecimiento que cambi¨®, y no precisamente de la mejor manera, el modo en que EE?UU era visto en el mundo. El a?o 1964 fue tambi¨¦n en un sentido hist¨®rico, ya que no aritm¨¦tico, el comienzo de los sesenta. Fue un periodo en el que en todo el mundo industrializado se cuestionaron de manera creciente tanto el funcionamiento de las sociedades democr¨¢ticas como la aceptaci¨®n de las mismas por parte de sus ciudadanos j¨®venes. Dispuso el escenario para la inflaci¨®n, la p¨¦rdida de confianza y la disminuci¨®n de la productividad que sobrevinieron en los a?os setenta.
Hace 25 a?os fue 1989. En sentido hist¨®rico fue el a?o en el que acab¨® el siglo XX. Acab¨® con una extraordinaria y espectacular victoria de la que todos podr¨ªamos, o deber¨ªamos, sentirnos orgullosos. Una ideolog¨ªa y un imperio totalitarios fueron derrotados sin que se disparara un solo tiro. ?C¨®mo sucedi¨® eso? Sucedi¨® en parte por la fuerza del ejemplo que daba el contraste entre c¨®mo viv¨ªa la gente en Occidente y c¨®mo viv¨ªa la gente en el mundo comunista. Sucedi¨® en parte por el agotamiento de un sistema que carec¨ªa de la capacidad de dinamismo que posee el capitalismo de mercado. Y sucedi¨® en parte debido a una reposada, decidida y conjuntada estrategia de fuerza de las naciones aliadas de Occidente. Al final, en la guerra fr¨ªa esta estrategia se impuso, e hizo del mundo un lugar infinitamente mejor.
Hace 25 a?os, un imperio
totalitario fue derrotado sin que se
disparara un solo tiro
As¨ª que, si uno cree en la numerolog¨ªa, en siglos y en cuartos de siglo, este es un a?o extraordinario. Se ha dicho que la historia no se repite, pero lo cierto es que rima. Si uno piensa en los desaf¨ªos hist¨®ricos que he descrito, que algunas veces terminaron bien y otras mal, los ecos de muchos de ellos pueden volver a o¨ªrse hoy. De nuevo una potencia grande y fuerte, que no crece tan r¨¢pidamente o tan confiadamente como en otros tiempos, se encuentra inmersa en un sistema global y con un determinado poder ascendente junto a fuerzas nacionalistas. De nuevo una naci¨®n que perdi¨® una guerra se encuentra insatisfecha con su posici¨®n en el mundo y dirigida por un Gobierno que quiz¨¢ obtiene su legitimidad gracias a un impulso expansionista.
El caso es que no ha habido un a?o, al menos que yo recuerde, en que los desaf¨ªos globales sean tan importantes para los ciudadanos de nuestros pa¨ªses como lo son hoy. Desaf¨ªos como el del calentamiento clim¨¢tico, como el de la proliferaci¨®n nuclear y lo que esta puede significar para peque?os grupos terroristas. Como el de la seguridad cibern¨¦tica, en un momento en el que un sistema, al hacerse mucho m¨¢s interdependiente, tambi¨¦n se convierte en mucho m¨¢s vulnerable. Se trata de un extraordinario momento al que llegamos juntos. Y yo sugerir¨ªa que hay un peque?o n¨²mero de principios generales que pueden animarnos de manera eficaz a seguir adelante.
¡ªPrimero, el ¨¦xito econ¨®mico no asegura la paz, pero el fracaso econ¨®mico y la desintegraci¨®n casi garantizan el conflicto. Les corresponde a los l¨ªderes de las principales naciones resolver c¨®mo lograr un crecimiento econ¨®mico m¨¢s r¨¢pido y sostenido. Si se produce un crecimiento econ¨®mico m¨¢s r¨¢pido en el mundo industrializado, los ¨ªndices de deuda p¨²blica del PIB descender¨¢n r¨¢pidamente. Nuestros ciudadanos tendr¨¢n m¨¢s confianza. El car¨¢cter ejemplar de la democracia ser¨¢ mucho m¨¢s persuasivo. Si no somos capaces de asegurar el crecimiento juntos, las deudas crecer¨¢n y ser¨¢n m¨¢s problem¨¢ticas, el nacionalismo ascender¨¢ y la deriva autoritaria ser¨¢ m¨¢s tentadora.
¡ªSegundo, un compromiso para mantener la fuerza, para defender el orden internacional, es parte inherente y profundamente arraigada de todo sistema global que se precie. Las grandes potencias nunca pueden ir de farol. Cuando lo hacen, cuando sus intenciones son inciertas, se las somete a examen. Cuando se las somete a examen, surgen las preguntas, y la posibilidad de conflicto aumenta.
El ¨¦xito econ¨®mico no asegura
la paz, pero el fracaso puede llegar a garantizar el conflicto
Recientemente volv¨ª a leer el famoso libro de John Kennedy ?Por qu¨¦ se durmi¨® Inglaterra? Pens¨¦ que me explicar¨ªa los hist¨®ricos errores de M¨²nich. En cierto modo lo hizo, pero en realidad me dijo algo que no me esperaba. Me dijo que Chamberlain, en M¨²nich, no tuvo elecci¨®n, ya que Gran Breta?a no ten¨ªa la fuerza suficiente para sostener sus posiciones. As¨ª que Chamberlain no ten¨ªa m¨¢s alternativa que la de tratar de ganar tiempo. Hoy no hay nada en el escenario mundial que uno pueda pensar que sea como Hitler en 1937. Pero yo dir¨ªa que esa lecci¨®n sigue vigente. Que estar preparado para cualquier contingencia, estar comprometido en cada lugar, sea cual sea, es esencial si queremos ampliar las posibilidades de preservar la paz.
¡ªSugerir¨ªa en tercer lugar que esa experiencia nos ofrece una lecci¨®n: la de que, como le¨ª una vez, ¡°la esencia de la diplomacia es la de ser capaz de distinguir los grados del mal¡±. Que no hay naci¨®n, por fuerte que sea, por grande que sea, por decidida que est¨¦, que pueda corregir todo error, determinar todo resultado o dar respuesta a toda injusticia. Por tanto, un acertado enfoque de las relaciones internacionales debe basarse en la capacidad de distinguir aquellos intereses que son m¨¢s fundamentales de los intereses que son deseables pero menos fundamentales.
¡ªSugerir¨ªa finalmente que la historia nos ense?a que no hay naci¨®n que, por s¨ª sola, pueda garantizar la estabilidad del sistema. Solo mediante la solidaridad entre las naciones, mediante el establecimiento de instituciones, mediante la legitimidad que deriva de convocar al di¨¢logo entre todos, es como se pueden trazar unas l¨ªneas firmes y claras y como se puede persuadir a los dem¨¢s.
En cierto sentido, la atracci¨®n por el servicio p¨²blico me lleg¨® de ni?o, observando al primer presidente que impact¨® en mi conciencia, John F. Kennedy. Alguna vez dijo: ¡°Los problemas del hombre son obra del hombre. Por tanto pueden ser resueltos por el hombre¡±. En tanto que ciudadanos concernidos, est¨¢ en nuestras manos determinar lo que alguien vaya a decir en 2114 cuando reflexione sobre los anteriores 100 a?os.
Larry Summers es presidente em¨¦rito y profesor de la c¨¢tedra Charles W. Eliot de la Universidad de Harvard y antiguo secretario del Tesoro de EE?UU con la Administraci¨®n de Bill Clinton. Este art¨ªculo es la adaptaci¨®n de una conferencia en la Canadian International Council de Toronto.
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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