El centro, para los peatones
No hay plan serio de limitaci¨®n del tr¨¢fico privado sin mejorar los transportes p¨²blicos
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/DDXPYEFQ4FIHVW7BS3EQD4OW7A.jpg?auth=3479dffddd0af12fbe7e6af886e9504ca7a8f3afe7099cda43827e1d9215ede7&width=414)
Despu¨¦s de varios decenios proclamando un urbanismo permisivo, con libertad de circulaci¨®n por el centro de Madrid salvo espor¨¢dicas y desorganizadas peatonalizaciones, los estrategas municipales creen que hay que limitar el acceso del autom¨®vil al centro de la capital (la almendra central, en la jerga po¨¦tica municipal). Las ciudades europeas que tienen disposici¨®n conc¨¦ntrica (como Madrid) o centros urbanos con mucha personalidad descubrieron tiempo atr¨¢s que era saludable limitar la movilidad de los coches en la almendra, a causa de los atascos crispantes y la contaminaci¨®n, y probaron medios seguros para disuadir a los automovilistas. La simple prohibici¨®n basta a veces (cerrar el centro, salvo a los vecinos); si se prefieren m¨¦todos menos dr¨¢sticos, recurren al ¡°todo el que pasa, paga¡±.
Por cierto, el cierre tambi¨¦n implica regular la distribuci¨®n de mercanc¨ªas. Acrecienta el caos ciudadano y la suciedad ambiental el que a cualquier hora del d¨ªa circulen por calles peatonales camionetas de reparto, cuando lo pertinente es limitar los horarios de entregas.
Pero lo que pretende el Plan de Movilidad de Madrid (desterrar el coche del centro) no se conseguir¨¢ probablemente con las medidas anunciadas. Encarecer los parqu¨ªmetros, reducir el horario de estacionamiento y ampliar las aceras apenas frenar¨¢ la inercia secular del automovilista hacia la Gran V¨ªa o la plaza Mayor; aumentar la peatonalizaci¨®n incita al conductor a quemar gasolina callejeando para llegar donde se propone; y ampliar las aceras tiene efectos perversos, porque los veh¨ªculos (los de reparto, por ejemplo) se detienen sin pudor donde quieren y atrapan a los conductores en retenciones indefinidas.
Cierre controlado o peaje; tales son las soluciones m¨¢s eficaces y claras. La tibieza del plan sugiere que estamos ante otra sonda electoral. La sospecha crece si se considera que cualquier limitaci¨®n al autom¨®vil privado solo es aceptable en una ciudad racional si aumentan y mejoran los servicios p¨²blicos. Sobre eso no hay plan; la frecuencia del metro se ha enquistado entre los seis y los nueve minutos y la de los autobuses, pues parecido: depende de la suerte y de la l¨ªnea.
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