Nada es realmente incomparable
En aquel debate en la radio, los polemistas usaban el mismo verbo con significados distintos
Dos personas o ideas est¨¢n a veces tan lejos entre s¨ª que decimos de ellas que "son incomparables". Se trata a menudo de una hip¨¦rbole: una exageraci¨®n. Porque en realidad todo se puede comparar.
Uno de los debates de guardia en las emisoras de radio consiste en averiguar si Lionel Messi y Cristiano Ronaldo son comparables o no. Escuch¨¦ a un polemista defender hasta la extenuaci¨®n que no son comparables¡ tras dedicarse un buen rato a compararlos. En este caso radiof¨®nico, todos sabemos que se habla de los dos mejores jugadores de f¨²tbol del mundo, muy cerca el uno del otro, y que no nos hallamos precisamente ante el hipot¨¦tico caso de que se dijera que Nueva York no es comparable con Aranda de Duero.
En sentido ret¨®rico, no son comparables las dos ciudades, claro. En sentido real, por supuesto que podemos compararlas: Nueva York tiene rascacielos, y Aranda de Duero no. Nueva York tiene neoyorquinos, y Aranda de Duero, por el contrario, tiene arandinos. Y el vino que se da en las tierras de Aranda, mayormente la Ribera, no se parece al de Nueva York ni por asomo. Y no digamos el lechazo.
Messi y Cristiano son comparables, como se ve cada jornada; pero en ning¨²n caso son equiparables
Ya las hemos comparado. Luego Nueva York y Aranda son comparables.
Quienes interven¨ªan en el mencionado debate futbol¨ªstico no podr¨ªan ponerse de acuerdo nunca, porque cada uno pensaba en un mismo verbo con significados diferentes, y hasta opuestos. Quien sostuvo que Cristiano y Messi eran comparables hablaba de que hab¨ªan marcado casi los mismos goles, ganaban casi el mismo dinero, eran la referencia de sus equipos... Y quien sosten¨ªa lo contrario arg¨¹¨ªa que no se les pod¨ªa comparar porque uno sali¨® de la cantera azulgrana y el otro fue fichado a golpe de transferencia, que el uno trabaja para el grupo y el otro despliega un juego m¨¢s individual...
Al debate le faltaba una palabra. Messi y Cristiano son comparables, como se ve cada jornada; pero en ning¨²n caso son equiparables (es decir, iguales o equivalentes).
La vida pol¨ªtica, no s¨®lo la deportiva, tambi¨¦n nos aporta ejemplos de equiparaciones que merecer¨ªan m¨¢s la palabra "comparaci¨®n". Y viceversa.
Miguel Arias Ca?ete fue designado el 11 de abril cabeza de lista del PP para las elecciones europeas, y continu¨® como ministro hasta el 28 de abril. La oposici¨®n critic¨® que hiciera campa?a desde su cargo oficial, que mezclara actos institucionales con actos de partido y que la incompatibilidad ¨¦tica no le llevara a dimitir antes.
Las fuentes del Gobierno respondieron insinuando que esa situaci¨®n era equiparable con las que vivieron tiempo atr¨¢s los candidatos socialistas Juan Fernando L¨®pez Aguilar, Jos¨¦ Montilla y Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Pero aqu¨ª m¨¢s val¨ªa comparar que equiparar. L¨®pez Aguilar, candidato a presidir Canarias, ces¨® como ministro un 12 de febrero, tres meses antes de las elecciones del 27 de mayo de 2007. Jos¨¦ Montilla, candidato catal¨¢n, dej¨® su ministerio el 29 de agosto de 2006, a dos meses de las votaciones del 1 de noviembre. P¨¦rez Rubalcaba, por su parte, abandon¨® la vicepresidencia el 8 de julio de 2011, cuando ni siquiera se hab¨ªan convocado los comicios del 20 de noviembre; y por tanto, dej¨® el Gobierno cinco meses antes. Arias Ca?ete ces¨® el 28 de abril pasado, con 27 d¨ªas de antelaci¨®n respecto a la jornada electoral. Llevaba s¨®lo dos semanas como candidato, pero es el ¨²nico de todos que ha llegado como ministro hasta el l¨ªmite para la proclamaci¨®n de las listas.
En junio de 2011, hace casi tres a?os, el diputado Esteban Gonz¨¢lez Pons (PP) denunci¨®: "Alfredo P¨¦rez Rubalcaba utiliza los recursos del Gobierno para su campa?a electoral". En cambio, defend¨ªa ahora que su compa?ero Arias Ca?ete simultanease los dos desempe?os; y aleg¨® como explicaci¨®n: "Los presidentes siguen siendo presidentes cuando son candidatos a la presidencia del Gobierno".
Tambi¨¦n conviene comparar las palabras que se pronuncian en la oposici¨®n con las que se dicen luego en el poder. No suelen ser equiparables.
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