Parias
La muerte de Ch¨¢vez fue como el final de un teleculebr¨®n. Hab¨ªa nombrado sucesor a Nicol¨¢s Maduro y le dej¨® adem¨¢s la herencia de un pa¨ªs arruinado
La primera vez que viaje a Nueva York en 1956, alguien me pregunt¨® de d¨®nde era. De Venezuela respond¨ª con cierto dejo de orgullo y el interlocutor quiso saber si conoc¨ªa a unos familiares suyos que viv¨ªan en Buenos Aires. La primera vez que fui a Brasil en 1962, un peluquero al saber mi nacionalidad me pregunt¨® si Venezuela quedaba en Centro Am¨¦rica. Su ignorancia me dej¨® sin palabras, ?jam¨¢s le ense?aron en la escuela que Brasil y Venezuela son pa¨ªses lim¨ªtrofes? La primera vez que fui a Europa en 1966, a mis hermanas y a m¨ª nos horrorizaba que el papel higi¨¦nico en nuestro hotel de Par¨ªs, estuviera representado por unos lamentables cuadritos de papel de los que hab¨ªa que usar decenas para que cumplieran su cometido. En los restaurantes y cafeter¨ªas los mismos cuadritos pero de un papel encerado incapaz de la m¨¢s m¨ªnima absorci¨®n. En las Casas de Cambio figuraba -debajo del franco suizo, la libra esterlina, el d¨®lar norteamericano y el canadiense- el bol¨ªvar, nuestro fuerte y duro bol¨ªvar con un poder adquisitivo mucho mayor que el del franco franc¨¦s, la peseta espa?ola y la lira italiana. A partir de 1974 y hasta el 18 de febrero de 1983 el nombre de Venezuela fue sin¨®nimo universal de riqueza petrolera. Por las calles de Par¨ªs, Roma o Madrid se paseaban venezolanos cuyas profesiones eran mesoneros, choferes de taxi, obreros especializados, peluqueros, es decir, personas que de no vivir y trabajar en la Venezuela rebosante de petrod¨®lares, jam¨¢s habr¨ªan podido hacer otro turismo que no fuera el nacional y eso a duras penas. ?Y Miami?, aquello fue la locura. Los venezolanos sal¨ªamos del pa¨ªs con tres o cuatro maletas vac¨ªas que nunca alcanzaban para guardar all¨ª todas las compras. Entonces volv¨ªamos con enormes peluches, cajas, bolsos y maletines que imped¨ªan el libre tr¨¢nsito de pasajeros y tripulaci¨®n por los pasillos de las aeronaves. Fuimos apodados los ¡°tabaratos¡± por la conseja de que al llegar a las tiendas y saber el precio de cualquier cosa, dec¨ªamos: ¡°ta? barato, dame dos¡±. Los venezolanos nos quej¨¢bamos de la ordinariez de los venezolanos; para los de cierto nivel cultural y sociecon¨®mico resultaba ofensivo aquel igualitarismo y sobre todo la arrogancia y vulgaridad que exhib¨ªan los dispendiosos nuevos ricos.
El viernes 18 de febrero, acertadamente llamado el Viernes Negro, ocurri¨® el duro despertar. A Las clases medias les pas¨® lo mismo que en La Fiesta, de Joan Manuel Serrat: con la resaca a cuestas volvi¨® el pobre a su pobreza y el rico a su riqueza. El fest¨ªn petrolero hab¨ªa hecho olvidar por unos a?os que cada uno es cada cual. Ese despertar a la realidad fue el germen de la antipol¨ªtica, los partidos y sus dirigentes eran los culpables del desplome de una clase media profesional que viv¨ªa como los ricos de otros pa¨ªses. Una pareja de profesores universitarios que pasaba su a?o sab¨¢tico en Madrid en aquellos tiempos de bonanza, recibi¨® en diciembre un cheque por diez mil d¨®lares como bonificaci¨®n de fin de a?o. Cuando el cajero del banco pregunt¨® el origen de aquella peque?a fortuna para los esquemas espa?oles del momento y supo que los beneficiarios eran apenas profesores, les dijo ofendido que no se burlaran de ¨¦l. Fueron (y son) justamente los educadores quienes luego del Viernes Negro, descendieron a lo m¨¢s bajo en la escala de salarios de todo el continente, con excepci¨®n quiz¨¢ de Cuba y Hait¨ª. En 1988, m¨¢s del 50% de los electores venezolanos le dio su voto a Carlos Andr¨¦s P¨¦rez con la esperanza del retorno a la Venezuela saudita que ¨¦l inaugur¨® en 1974. Pero el Caracazo y la terapia de shock aplicada a la econom¨ªa, marcaron el derrumbe del sistema democr¨¢tico. El nombre de Venezuela apareci¨® en los medios de comunicaci¨®n internacionales asociado a los saqueos y muertes del Caracazo en febrero de 1989, y a los fracasados golpes militares de Ch¨¢vez en febrero de 1992 y de otro grupo de aventureros en noviembre de ese mismo a?o.
La llegada de Hugo Ch¨¢vez al poder, en febrero de 1999, fue como un cataclismo que hizo de Venezuela un pa¨ªs de lo m¨¢s popular. Aquel exgolpista que hab¨ªa logrado el poder mediante los votos, inici¨® la destrucci¨®n de todas las instituciones garantes de la democracia y se hizo unas a su medida. Eso no habr¨ªa sido noticia si el exgolpista no hubiese decidido transformarse en el enfant terrible del tropicalismo caribe?o. El que visit¨® a Sadam Hussein de Irak sometido a cuarentena por la comunidad internacional, el que bes¨® a la reina Sof¨ªa de Espa?a, le dio palmaditas en el hombro al Emperador de Jap¨®n y casi abraza y besa a la reina Elizabeth de Inglaterra si no lo hubiese impedido la r¨¢pida intervenci¨®n de uno de sus guardianes. El que enloqueci¨® con la renta petrolera m¨¢s alta en la historia de Venezuela y empez¨® a repartir dinero a manos llenas por el mundo, el que se transform¨® en el soporte financiero de la Cuba castrocomunista en primer lugar, y de otros pa¨ªses de la Am¨¦rica, el que expropiaba empresas transnacionales sin indemnizarlas, el que se autoproclam¨® como presidente de los pobres. Para los venezolanos comenz¨® a ser una tortura viajar a cualquier pa¨ªs y encontrarse con taxistas, mesoneros o dependientes de tiendas que al saber nuestra nacionalidad hablaban de Ch¨¢vez como el redentor de los pobres del mundo. Entonces muri¨® Ch¨¢vez y fue, como correspond¨ªa al personaje, un final de teleculebr¨®n. Hab¨ªa nombrado sucesor a Nicol¨¢s Maduro y le dej¨® adem¨¢s la herencia de un pa¨ªs arruinado, con juicios internacionales por miles de millones de d¨®lares que est¨¢ encaminado a perder; con las l¨ªneas a¨¦reas abandonando el mercado venezolano por una deuda impagada de m¨¢s de 4.000 millones de d¨®lares; con todas las industrias de alimentos y medicinas al borde del cierre por deudas con proveedores del Exterior que no pueden honrar; con las ensambladoras de autom¨®viles poniendo fin a sus operaciones; con el instituto nacional de correos -IPOSTEL- anunciado que suspende sus env¨ªos al exterior porque est¨¢ colapsado. La situaci¨®n recuerda una an¨¦cdota de la crisis econ¨®mica espa?ola de mediados del siglo XIX: un acreedor desesperado por cobrar la deuda que ten¨ªa el gobierno con ¨¦l le dijo a Ram¨®n Mar¨ªa Narv¨¢ez, Presidente del Consejo de Ministros:
-Espa?a cuenta con hombres insignes, como Crist¨®bal Col¨®n, que descubri¨® Am¨¦rica. ?Por qu¨¦ nadie del gobierno descubre la manera de pagarnos?
Narv¨¢ez le contest¨®:
-Mire usted, Col¨®n descubri¨® Am¨¦rica porque hab¨ªa una Am¨¦rica que descubrir; nosotros no podemos descubrir dinero porque no lo hay.
No son las deudas impagables lo ¨²nico que nos hace conocid¨ªsimos: Venezuela est¨¢ entre los pa¨ªses m¨¢s corruptos del mundo y entre los primeros en muertes por violencia criminal. Supimos que la Organizaci¨®n Mundial de la Salud nos ubica entre los primeros consumidores de alcohol y que el narcotr¨¢fico colombiano ha desplazado sus operaciones a nuestro pa¨ªs. Esto ¨²ltimo ocurre dentro de la mayor impunidad mientras los cuerpos policiales, la Guardia Nacional y los paramilitares al servicio del gobierno, disparan contra estudiantes y vecinos que protestan, los asesinan, esp¨ªan, encarcelan, golpean y torturan. Uno de los elogios que incluso opositores le hac¨ªan a Hugo Ch¨¢vez fue que ¨¦ste logr¨® ubicar el nombre de Venezuela en el mapa mundial. La verdad es que -gracias a ese esfuerzo suyo- hoy da gusto ser venezolano.
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