¡°La formaci¨®n sirve para que las v¨ªctimas de la violencia superen sus traumas¡±
La religiosa lleva una d¨¦cada volcada en la rehabilitaci¨®n de las mujeres desplazadas y abusadas en el noroeste de Congo, donde el LRA y otros grupos armados siembran el terror
Ni?as convertidas en mujeres a la fuerza, raptadas, violadas, convertidas en c¨®mplices de atrocidades en contra de su voluntad; madres que han perdido a sus hijos y maridos; ni?os, nacidos de una violencia, que se quedan hu¨¦rfanos y desamparados. Las que atiende Ang¨¦lique Namaika son heridas sin sutura posible, sin ung¨¹entos que puedan camuflar las cicatrices. Aun as¨ª, esta monja congole?a, de 46 a?os y mirada firme, se deja la vida en curarlas, en encontrar una salida a la desesperaci¨®n para que las v¨ªctimas rehagan sus vidas. Desde hace una d¨¦cada, Namaika se ha convertido en la esperanza de miles de mujeres y ni?os que han sufrido en sus carnes la brutalidad del Ej¨¦rcito de Resistencia del Se?or (LRA) y de los otros grupos armados que ahogan al noroeste de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. All¨ª, en la ciudad de Dungu, en la provincia Oriental, en la frontera con Sud¨¢n del Sur y Uganda, donde lleg¨® en 2003, la monja ha construido una red de formaci¨®n y alfabetizaci¨®n para las mujeres desplazadas.
¡°Cuando me enviaron a Dungu como misionera empec¨¦ a ayudar a las mujeres vulnerables de la zona que no hab¨ªan podido terminar sus estudios, organizando cursos de formaci¨®n. Pero cuando comenzaron a llegar las mujeres desplazadas me di cuenta de que les hac¨ªa falta lo mismo y a¨²n m¨¢s porque necesitaban encontrar una salida para sus traumas. Mujeres que se encontraban en un lugar que no era su casa, sin sus familias¡ Pens¨¦ que ten¨ªa que ocuparme de ellas¡±, cuenta Namaika, que recibi¨® en febrero el Premio Mundo Negro a la Fraternidad y que en 2013 fue galardonada por Acnur con el Premio Nansen para los refugiados. No ha parado nunca. Ni ante las palabras de quienes la desanimaban en empe?arse en una tarea que requer¨ªa recursos ¨Clog¨ªsticos y econ¨®micos¨C dif¨ªciles de encontrar, ni ante la amenaza de los ataques de las guerrillas que en 2009 la obligaron a ser ella misma desplazada durante meses. ¡°Cuando empezaron a llegar m¨¢s mujeres y cada vez m¨¢s ni?os cuyas madres hab¨ªan sido asesinadas, hubo quien me dec¨ªa ¡®d¨®nde encontrar¨¢s el dinero¡¯, ¡®c¨®mo har¨¢s con los hu¨¦rfanos¡¯. Pero la voz de Jes¨²s Cristo me daba la valent¨ªa que me hac¨ªa falta¡±, comenta la monja quien, criada en una familia muy religiosa, desde peque?a vivi¨® su vocaci¨®n como servicio hacia los m¨¢s fr¨¢giles. Ahora que es la directora del Centro para la Reintegraci¨®n y el Desarrollo de Dungu, Namaika se vuelca en su misi¨®n con un objetivo claro: dar a las v¨ªctimas una posibilidad para superar sus traumas.
¡°Estas mujeres han sufrido mucho... Al principio tenemos un servicio de ayuda psicol¨®gica y tambi¨¦n les acompa?amos en una forma religiosa, a trav¨¦s de los rezos. Nuestro apoyo se basa en la formaci¨®n para ayudar a estas mujeres a luchar contra sus traumas. Con los cursos de alfabetizaci¨®n aprenden a leer y escribir, para que puedan leer libros y formarse, pero el objetivo final es que superen los traumas que han vivido. Porque si aprendes a escribir la ¡®A¡¯, emplear¨¢s su atenci¨®n en hacerlo, junto a las dem¨¢s. Sin mantenerles ocupadas, sin una ocupaci¨®n, a pesar de la ayuda psicol¨®gica, es m¨¢s dif¨ªcil superar sus sufrimientos¡±, explica Namaika, enfundada en un coloreado traje realizado con una tela que lleva impresa la imagen del papa Francisco, a quien la religiosa encontr¨® hace unos meses en Roma.
En los talleres de alfabetizaci¨®n, costura y panader¨ªa que organiza para las chicas que viven en los campos de refugiados ¨Cseg¨²n Acnur en la regi¨®n los desplazados son m¨¢s de 300.000¨C lo que se ense?a no es solo un oficio que pueda permitirles abrir un negocio y valerse por s¨ª misma, sino a recuperar la fuerza de seguir con sus vidas.
De todas las mujeres que ha encontrado y ayudado, de todas las historias repletas de detalles de violencia inimaginable con las que se ha cruzado, Namaika quiere recordar una en especial. La de una chica, una ni?a m¨¢s bien, que fue secuestrada por el LRA y cuando logr¨® escapar estaba embarazada. ¡°La madre no quer¨ªa que volviera con ella. Cuando la chica dio a luz rechaz¨® a la hija y al beb¨¦, que consideraba fruto de su cabezoner¨ªa por haber querido tenerlo. Tambi¨¦n culpaba a su hija por haber sido secuestrada. As¨ª que la ni?a lleg¨® a verme y me quer¨ªa dejar el beb¨¦. Dec¨ªa que ella se dejar¨ªa morir ya que nadie la amaba¡±, relata la monja quien convenci¨® a la chica para que se quedara y acudiera a los talleres. ¡°Aprendi¨® a hacer el pan y a coser. Y mientras tanto yo mediaba con la madre para que entendiera que su hija era inocente y que ten¨ªa que acogerla¡±. Y lo logr¨®. Ahora la chica, a la que le dieron un horno port¨¢til y una m¨¢quina de coser, vende el pan en el mercado y se gana la vida como costurera. ¡°Y se ha casado y ha tenido otro ni?o. Y es feliz. Es una historia que me ha marcado¡±.
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