La negritud: ser, hacer, bromear
"Nos llaman los hombres del algod¨®n/, del caf¨¦, del aceite/ nos llaman los hombres de la muerte/ Somos los hombres de la danza/ cuyos pies recobran fuerza/al golpear el duro suelo".
Un concepto y las im¨¢genes, las que uno asocia a ese concepto. En mi caso, acude una y otra vez lo que me sugiri¨® la prosa de Joseph Conrad en las camisas blancas almidonadas de aquellos belgas de Congo, en el siglo XIX, promoviendo la miseria en un continente del que extra¨ªan todo lo que pod¨ªan, sin mancharse los pu?os ni los cuellos acartonados. Desde finales del siglo XIX, Conrad nos viene incrustando en la cabeza postales desde El coraz¨®n de las tinieblas, un territorio que ¨¦l bien conoc¨ªa por sus viajes entre colonizadores.
S¨¦ que a Conrad se le ha cuestionado lo plano de los personajes africanos en contraposici¨®n a la riqueza de detalles que ofrec¨ªa de los blancos¡ ahora, vaya detalles.
Pronto, la negritud al otro lado del Oc¨¦ano se llamar¨ªa Aim¨¦ Cesaire. A este poeta y pol¨ªtico de Martinica, que naci¨® en 1913 y muri¨® en 2008, le atribuyen justamente la creaci¨®n del t¨¦rmino ¡®negritud¡¯ como una reacci¨®n a la asimilaci¨®n cultural que impon¨ªan los colonialismos blancos y como manera de nombrar el orgullo africano.
De ah¨ª su poes¨ªa contra la indiferencia, incluso la de sus propios compatriotas:
"Ustedes/ Oh ustedes que se tapan los o¨ªdos/ les hablo a ustedes, hablo para ustedes/ para ustedes/ quienes/ descuartizar¨¢n ma?ana, hasta las l¨¢grimas, la paz/ apacentada de sus sonrisas./ Para ustedes quienes una ma?ana amontonar¨¢n mis/ palabras en su bolsa y tomar¨¢n a la hora en la que los/ hijos del miedo sue?an,/ el camino oblicuo de las huidas y de los monstruos".
Esta Vieja Europa no es aquella Vieja Europa (ni la de Conrad ni la de Cesaire), ni ?frica es aquella de la Conferencia de Berl¨ªn (1884), pero ambas llevan sus genes. En esta nueva vieja Europa, el arte primitivista chic est¨¢ libre de toda sospecha de ¡®blanquitud¡¯ discriminadora (por cierto, ?qui¨¦n podr¨ªa resistirse a la belleza de un museo como el Quai Branly, en Par¨ªs?) y en el ?frica actual cantamos ya a poetas mayores como L¨¦opold S¨¦dar Senghor:
"Ustedes/ Oh ustedes que se tapan los o¨ªdos/ les hablo a ustedes, hablo para ustedes/ para ustedes/ quienes/ descuartizar¨¢n ma?ana, hasta las l¨¢grimas, la paz/ apacentada de sus sonrisas./ Para ustedes quienes una ma?ana amontonar¨¢n mis/ palabras en su bolsa y tomar¨¢n a la hora en la que los/ hijos del miedo sue?an,/ el camino oblicuo de las huidas y de los monstruos".
En esta Europa hay historias de ?frica como Abandon de Poste, el cortometraje del director marroqu¨ª Mohamed Bouhari, que condensa ¨Cen blanco y negro¨C varios siglos de preguntas sobre la negritud. Un guardia negro en una Bruselas gris trabaja de estatua mientras soporta, de pie, la burla muda de una estatua africana de verdad (literalmente, con el culo al aire), plantada en la acera de enfrente.
La exposici¨®n de arte primitivista se desarrolla en la galer¨ªa al otro lado de la calle, as¨ª es que el guardia de seguridad es testigo de las bromas que hacen los ni?os sobre los antepasados, la admiraci¨®n de los habitu¨¦s a las vernisages por la figura en tama?o real y el cuidado con el que el curador biempensante amarra su objeto para que nadie se lo robe.
¡®Abandone de poste¡¯, cortometraje de Mohamed Bouhari.
Agudo, Bouhari ¨Cque trabaj¨® varios a?os como periodista en N¨ªger y ahora reside en Bruselas¨C enlaza fotogramas llenos de objetos fetiche (como las cadenas, que pasan de mano en mano, una y otra vez, o se disimulan convenientemente) con personajes que responden a trocitos de historia, de parentesco y territorios. Afortunadamente, nos ahorra las conclusiones f¨¢ciles y los golpes bajos (no vemos al perro levantar la pata). La textura de esa B¨¦lgica gris (de un gris que aplana todos los vol¨²menes) pone distancia y no deja que el espectador tutee a nadie.
Me quedo d¨¢ndole vueltas a la negritud despu¨¦s de ver este cortometraje que, entre otros galardones, gan¨® el gran premio de la pasada edici¨®n del Festival de J¨®venes de Mekn¨¦s, en Marruecos, un festival que a partir del 23 de mayo celebrar¨¢ su 4ta. edici¨®n, dedicada a los Derechos Humanos. Quiero preguntar. Y de tanto preguntar llego a Oumar Ndao (Dakar, 1966), escritor (C¡¯est idiot d¡¯aimer y Corps et ?me) y cr¨ªtico literario senegal¨¦s que reside en Costa de Marfil y que prodiga su ingenio en las redes como Blanko Gbich. ?ngeles Jurado nos lo presentaba en el blog Eros, hace alg¨²n tiempo.
"La negritud -para Senghor- era la suma de los valores del mundo negro", me dice Ndao. Pero aclara que ¨Ccomo r¨¦plica a la definici¨®n ¨C otro gran autor nigeriano se resist¨ªa al t¨¦rmino, diciendo que el tigre no ten¨ªa que explicar su ¡®tigritud¡¯. "Como la lluvia no sabe que llueve", a?ado. "Somos lo que hacemos, somos nuestros actos", coincidimos.
Claro, pero nosotros tenemos consciencia y eso nos pone en relaci¨®n y contraste con los dem¨¢s. Y entonces existe la paradoja que denunciaba C¨¦saire, y que hace que los dominados vacilen entre la tentaci¨®n de imitar a quienes los obligan a obedecer (tanto fueran imperios extranjeros o amos locales) y el deseo de no renunciar a su identidad y al orgullo de ser africanos.
Y en esto llegan las bananas y el f¨²tbol y, tambi¨¦n, las campa?as contra la discriminaci¨®n, como la que recientemente se lanz¨® en Marruecos; y se renuevan las discusiones en torno a qui¨¦n puede re¨ªrse de qu¨¦ o qui¨¦n puede cuestionar a qui¨¦n. Sobre el humor le pregunto a Ndao y me dice que ¨¦l s¨ª puede bromear sobre la ¡®negrine¡¯ (t¨¦rmino que engloba todos los pecados que averg¨¹enzan a los propios africanos), "porque soy africano".
Nada de tuteos ni de ¡®nigger¡¯, si no lo eres (aunque hay quien dice que el excesivo celo en el uso de las palabras alienta el racismo).
A prop¨®sito, ?cu¨¢ntas veces hemos escuchado que la palabra ¡®nigga¡¯ solo puede ser escrita en un guion por un negro y no tienen derecho a usarla ni Quentin Tarantino ni nadie que quiera hacerse amigo?
La discusi¨®n en el cine americano sobre la ausencia de gente de color en los roles protag¨®nicos o el hecho de que las estrellas negras tengan asesores financieros, dentistas y m¨¦dicos blancos viene de lejos, al menos desde que el ¡®nigga¡¯ Spike Lee se puso a hablar, con el peso de sus trofeos por detr¨¢s.
Cada tanto, el debate se actualiza y pasa como un ¡®breve¡¯ m¨¢s entre las noticias de la far¨¢ndula de los peri¨®dicos. Como las bananas en los campos de f¨²tbol...
Siempre nos queda Senghor:
"Lo importante no es ser asimilados, sino asimilar".
Porque antes que nada somos acci¨®n.
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