?Conseguir¨¢ Europa despertarse?
Ha sonado la se?al de alarma: el resultado de las elecciones ha sido una conmoci¨®n que ha dado paso a una coalici¨®n de descontentos de todo color e ideolog¨ªa. La soluci¨®n no est¨¢ en las viejas formas de hacer pol¨ªtica
El d¨ªa en que el pueblo asalt¨® la Bastilla, en 1789, el rey Luis XVI escribi¨® rien en su diario. No creo que los dirigentes europeos escribieran ¡°nada¡± el domingo en sus tabletas, pero s¨ª temo que no hagan nada frente al grito revolucionario que se ha o¨ªdo en todo el continente. El rien actual tiene un rostro y se llama Juncker, Jean-Claude Juncker.
Si los l¨ªderes europeos designan a Juncker ¡ªel candidato del PPE, el grupo de centro-derecha que m¨¢s esca?os ha obtenido en el Parlamento Europeo¡ª como presidente de la Comisi¨®n Europea, estar¨¢n mostrando una reacci¨®n desastrosa, ofreciendo m¨¢s de lo mismo. El astuto luxemburgu¨¦s es el pol¨ªtico que durante m¨¢s tiempo ha ocupado la jefatura de gobierno de un Estado de la UE, y presidi¨® el Eurogrupo durante los peores momentos de la crisis. Aunque nadie duda de su habilidad como pol¨ªtico y negociador, encarna todo aquello de lo que desconf¨ªan los votantes que, desde la izquierda y la derecha, han querido protestar contra las ¨¦lites europeas. Es, por as¨ª decir, el Luis?XVI de la Uni¨®n Europea.
Tambi¨¦n es preocupante lo que puede suceder dentro del Parlamento Europeo. Es m¨¢s que probable que se cree una especie de gran coalici¨®n impl¨ªcita de los grandes grupos actuales, el centro-derecha, el centro-izquierda, los liberales y (al menos para ciertos temas) los verdes, con el prop¨®sito de mantener a raya a todos los partidos antisistema. Si hay otros partidos nacionalistas y xen¨®fobos dispuestos a aceptar el liderazgo de la triunfadora Marine le Pen y su Frente Nacional y a obviar sus diferencias para formar un grupo reconocido en el Parlamento, eso les permitir¨¢ tener acceso a subvenciones (con dinero de los contribuyentes europeos) y m¨¢s poder en los procedimientos parlamentarios, pero no los votos suficientes para superar a esa posible gran coalici¨®n de centro.
Menos mal, ?no? S¨ª, a corto plazo. Pero solo si esa gran coalici¨®n impulsa una serie de reformas decisivas en la Uni¨®n Europea. Para empezar ¡ªpor su valor simb¨®lico¡ª, deber¨ªa negarse a seguir haciendo su absurdo traslado peri¨®dico de la espaciosa sede de Bruselas a la lujosa segunda sede en Estrasburgo ¡ªel Versalles de la UE¡ª, que cuesta alrededor de 180 millones de euros al a?o. Si la gran coalici¨®n informal no ofrece en los pr¨®ximos cinco a?os las respuestas que tantos europeos est¨¢n pidiendo, solo servir¨¢ para reforzar los votos contra la UE en los pr¨®ximos comicios. Porque la responsabilidad del fracaso se achacar¨¢ a todos los partidos tradicionales.
Juncker encarna todo aquello de lo que desconf¨ªan los votantes
que se han rebelado
El ¨²nico aspecto positivo de esta negra nube que se cierne sobre el continente es que, por primera vez desde que comenzaron las elecciones directas al PE, en 1979, parece que la participaci¨®n general no ha disminuido. La afluencia a las urnas var¨ªa enormemente entre unos pa¨ªses y otros ¡ª?en Eslovaquia fue de alrededor del 13%!¡ª, pero en Francia, por ejemplo, fueron a votar muchos m¨¢s ciudadanos que en la ¨²ltima ocasi¨®n. Por fin se ha hecho realidad lo que los europe¨ªstas llevan tanto tiempo predicando: los ciudadanos europeos han participado activamente en un proceso democr¨¢tico de toda la UE. Lo ir¨®nico es que lo han hecho para votar contra la UE.
?Qu¨¦ es lo que han querido decir los europeos a sus dirigentes? El mensaje general lo ha resumido muy bien el dibujante Chappatte en The International New York Times, con una vi?eta en la que un grupo de manifestantes sostiene una pancarta que dice ¡°descontentos¡± mientras uno de ellos grita hacia una urna a trav¨¦s de un meg¨¢fono. Hay 28 Estados miembros, y 28 variedades de descontentos. Algunos de los partidos que han triunfado son de aut¨¦ntica extrema derecha: el h¨²ngaro Jobbik, por ejemplo, que ha obtenido tres esca?os y m¨¢s del 14% de los votos. Otros ¡ªla mayor¨ªa¡ª, como el UKIP en Gran Breta?a, han recibido votos de la izquierda y la derecha, por haber sabido explotar los sentimientos expresados en esl¨®ganes como ¡°Queremos que nos devuelvan nuestro pa¨ªs¡± y ¡°Demasiados extranjeros para tan pocos puestos de trabajo¡±. Sin embargo, en Grecia, el voto de protesta ha ido a parar a Syriza, un partido de izquierda y contrario a las medidas de austeridad.
Simon Hicks, destacado experto en el Parlamento Europeo, distingue tres grandes zonas de descontento: los europeos del norte que no pertenecen al euro (brit¨¢nicos y daneses), los europeos del norte que s¨ª pertenecen al euro (como los alemanes que han dado varios esca?os a Alternativa por Alemania, que se opone a la moneda ¨²nica) y los europeos del sur pertenecientes al euro (griegos y portugueses, sobre todo). Aparte est¨¢n los europeos del Este, muchos de los cuales con sus propios motivos de insatisfacci¨®n. El hecho de que los descontentos tengan procedencias tan variadas hace que sea m¨¢s dif¨ªcil abordar el problema. La pol¨ªtica que el votante de Syriza desear¨ªa implantar en la eurozona representa la peor pesadilla imaginable para el votante de Alternativa por Alemania.
No obstante, todos tienen una cosa en com¨²n: la inquietud por las oportunidades que van a tener sus hijos. Hasta hace diez a?os, aproximadamente, lo normal era pensar que la siguiente generaci¨®n de europeos tendr¨ªa una vida mejor. Europa era un elemento perteneciente a una historia general de progreso. Sin embargo, seg¨²n un Eurobar¨®metro de este mismo a?o, m¨¢s de la mitad de los entrevistados piensa que los que hoy son ni?os en la UE tendr¨¢n una vida ¡°m¨¢s dif¨ªcil¡± que la suya. Ya existe una generaci¨®n de graduados europeos que sienten que se les ha robado ese futuro mejor que les hab¨ªan ense?ado a esperar. Son los miembros de una nueva clase: el precariado.
El ¨²nico aspecto positivo de esta negra nube es que la participaci¨®n
no ha disminuido
En este momento tan trascendental para el proyecto europeo, merece la pena volver a los or¨ªgenes, al Congreso de Europa de 1948, en el que el veterano paneurope¨ªsta Richard Coudenhove-Kalergi advirti¨® a sus colegas fundadores: ¡°No olvidemos nunca, amigos m¨ªos, que la Uni¨®n Europea es un medio, y no un fin¡±. Y as¨ª sigue siendo hoy. La Uni¨®n Europea no es un fin. Es un medio para lograr que sus ciudadanos tengan unas vidas mejores, m¨¢s pr¨®speras, libres y seguras.
Lo que necesitamos ahora es centrarnos por completo en eso. Basta ya de interminables debates institucionales. Basta de ¡°m¨¢s Europa o menos Europa¡±: ?m¨¢s qu¨¦, menos qu¨¦? Por ejemplo, m¨¢s mercado ¨²nico de energ¨ªa, telecomunicaciones, Internet y servicios, pero quiz¨¢ menos Bruselas en pesca y cultura. Hay que tomar cualquier medida que cree un puesto de trabajo para un desempleado. Hay que eliminar cualquier burocracia que lleve a una persona al paro. No es el momento de poner a pol¨ªticos como Juncker. Necesitamos una Comisi¨®n Europea formada por la gente de m¨¢s talento y de probada capacidad, personas como Pascal Lamy o Christine Lagarde, que dediquen todos sus esfuerzos a convencer a las legiones de descontentos de que sus hijos pueden tener un futuro mejor y de que ese futuro est¨¢ en Europa.
Eso es lo que deber¨ªa ocurrir. ?Pero ocurrir¨¢? Tengo la terrible e ¨ªntima sensaci¨®n de que, en el futuro, tal vez, los historiadores escribir¨¢n sobre las elecciones de mayo de 2014: ¡°Fue la se?al de alarma que Europa no oy¨®¡±.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige el proyecto freespeechdebate.com, e investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: escritos pol¨ªticos para una d¨¦cada sin nombre.Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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