Sin casco y sin toga
Enrique L¨®pez, motivo de agria disputa entre PP y PSOE, cae por una grave infracci¨®n de tr¨¢fico
Enrique L¨®pez tiene, sin duda, los nervios de acero. Durante seis a?os fue el centro de una agria disputa entre los dos principales partidos espa?oles, PP y PSOE, para repartirse los puestos en el Tribunal Constitucional. L¨®pez, que fue portavoz del Consejo General del Poder Judicial, era rechazado una y otra vez por los socialistas mientras los populares insist¨ªan en su idoneidad para el cargo. El magistrado aguant¨®, el PP, tambi¨¦n, y, finalmente, el a?o pasado hubo acuerdo y el protagonista de esta historia pudo entrar en tan alta instituci¨®n.
Este fin de semana ha echado por tierra, sin embargo, tanta disputa y, sobre todo, su carrera pol¨ªtico-judicial. Pillado por la polic¨ªa nacional salt¨¢ndose un sem¨¢foro en rojo, Enrique L¨®pez, apenas un a?o como miembro del Constitucional, conduc¨ªa su moto sin casco y con unas cuantas copas de m¨¢s; tantas, que su falta es un delito con pena de c¨¢rcel y tambi¨¦n con sanci¨®n social. Estos excesos ya no cuentan con la tolerancia de antes y L¨®pez ha dimitido tras comprobar la falta de apoyo del partido de Rajoy, que se ha expresado con un rotundo y doloroso silencio.
Como aviso a navegantes, es decir, a todos aquellos que saquen sus motos este verano, no es despreciable. Circular en tales veh¨ªculos y en las circunstancias antes detalladas no solo es un peligro evidente, para uno mismo y para los dem¨¢s; tambi¨¦n conlleva el riesgo de ser atrapado por los agentes de la autoridad. Todo lo dem¨¢s es negativo: para el propio L¨®pez y para el partido que le apoy¨® hasta forzar al m¨¢ximo la negociaci¨®n. Porque puede que una imputaci¨®n por corrupci¨®n tenga demasiados recovecos como para que alguien quede proscrito de manera inmediata, pero un hombre que, para colmo, intent¨® sortear tontamente la prueba de alcoholemia soplando mal... es el fin abrupto de una carrera.
No es el primer personaje p¨²blico que tropieza con las estrictas normas de seguridad vial. Por desgracia, no ser¨¢ el ¨²ltimo, pero los casos de L¨®pez, como los de otros pol¨ªticos, son parad¨®jicos: vulneran las leyes que ellos mismos dictan y aplican. Por fortuna, hoy aceptan el castigo r¨¢pido y con cierta deportividad.
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