Consecuencias de la abdicaci¨®n
Sue?o con una Espa?a, mon¨¢rquica o republicana, donde el jefe del Estado, como cualquier otro ciudadano, sea sujeto de responsabilidad si hay razones fundadas para que sea encausado; donde se entierren dignamente todos los cad¨¢veres de todas las cunetas; donde los cr¨ªmenes contra la humanidad, sea quien sea quien los haya cometido, se persigan en los tribunales de justicia; donde ese mismo jefe del Estado sea un verdadero estadista y un motor de di¨¢logo y entendimiento entre las distintas naciones que conforman Espa?a¡ Y me da igual, absolutamente igual, que sea un rey o un presidente de una nueva Rep¨²blica quien protagonice esos gestos, porque lo que verdaderamente no quiero es volver a la Espa?a de color sepia de hace un siglo donde los pol¨ªticos eran caciques de aldea, donde los obispos presid¨ªan los actos pol¨ªticos, donde las banderas eran armas incendiarias, y donde se quemaban las iglesias. Quiero un jefe del Estado que sea un hombre de su tiempo, respetuoso con su propia imagen de estadista, y con las nuevas generaciones que ni entienden, ni quieren entender, las rencillas que han ahogado a las generaciones que les precedieron.¡ª Antonio M. Infante.Madrid.
De modo inesperado, sabiendo que los resultados de las elecciones europeas pueden pronosticar el declive del bipartidismo, el Rey, que hab¨ªa declarado morir sin renunciar a la Corona, abandona la Jefatura del Estado. La transferencia del cargo a su heredero requiere una ley org¨¢nica aprobada por mayor¨ªa cualificada. La sorpresa y la urgencia de la decisi¨®n del Rey es comprensible: a partir de las pr¨®ximas elecciones legislativas la suma de votos del PP y PSOE tal vez no baste para continuar garantizando la estabilidad de la Monarqu¨ªa.
La renuncia del Rey impulsa a las fuerzas pol¨ªticas situadas a la izquierda del PSOE, y favorecidas por su retroceso electoral, a demandar un refer¨¦ndum para que la ciudadan¨ªa exprese su voluntad soberana, decidiendo si la Jefatura del Estado se hereda o se elige como cualquier otro cargo p¨²blico, por sufragio universal.¡ª Luis Alejos. Bilbao.
De nuevo EL PA?S incurre en un error muy com¨²n y, a prop¨®sito de la abdicaci¨®n del Rey, publicaba ayer que el Gobierno ¡°aprobar¨¢ una ley org¨¢nica que seg¨²n el art¨ªculo 57.5 de la Constituci¨®n debe regular la abdicaci¨®n¡±. No es as¨ª: el Gobierno no aprueba leyes. Decretos leyes, s¨ª; much¨ªsimos, demasiados. Pero las leyes s¨®lo pueden aprobarlas los Parlamentos. O as¨ª deber¨ªa ser.
Ya sabemos que si tienen mayor¨ªa y voluntad de rodillo, los proyectos ley del Ejecutivo ser¨¢n leyes con facilidad. Pero hablemos con propiedad, aunque sea para no contribuir a la confusi¨®n. As¨ª pues, esa ley org¨¢nica la aprobar¨¢n las Cortes.¡ª Javier de Lucas. Valencia.
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