Sobriedad y compromiso

La abdicaci¨®n del rey don Juan Carlos ha sido una apuesta deliberada por una renovaci¨®n que impulse las reformas necesarias en Espa?a. Es un broche de alto nivel para un reinado de valoraci¨®n muy positiva ¡ªcon alg¨²n claroscuro en sus ¨²ltimos a?os¡ª que ayuda a preservar el legado de don Juan Carlos y a proyectarlo hacia el futuro. Lo mismo que ese acto encierra un gran valor, hay que ser conscientes de que tambi¨¦n lo tendr¨¢n los primeros pasos de don Felipe, empezando por su proclamaci¨®n como Rey, que ha de responder a las expectativas generadas en la sociedad.

?sta es la primera sucesi¨®n en la Corona realizada bajo la Constituci¨®n de 1978 y debe hacerse con la m¨¢xima normalidad. El contexto de crisis institucional y de desgaste pol¨ªtico acent¨²a la necesidad de cuidar la sobriedad: actos sencillos, sin pesados ceremoniales ni exhibici¨®n de s¨ªmbolos religiosos o militares, en concordancia con una sociedad moderna. Y tambi¨¦n debe distinguirse por la altura de miras en las palabras que deban pronunciarse, el compromiso con los derechos constitucionales y el reconocimiento expreso de la soberan¨ªa del pueblo como fuente de toda legitimidad.

Aunque es lamentable que no se haya regulado el procedimiento concreto de sucesi¨®n en casi 36 a?os de vigencia de la Constituci¨®n, no conviene magnificar la importancia de esa laguna legal. El Parlamento puede colmar con rapidez las brechas existentes en el recorrido formal de la abdicaci¨®n. El escueto proyecto de ley de sucesi¨®n elaborado por el Gobierno, una vez aprobado por las Cortes y promulgado por don Juan Carlos, debe ser suficiente para dar fuerza jur¨ªdica a su voluntad de abdicar y abrir paso a la proclamaci¨®n del sucesor.

Est¨¢ asegurado el respaldo de una ampl¨ªsima mayor¨ªa parlamentaria al proyecto de ley y solo resta conocer la amplitud del debate al que dar¨¢ origen su tr¨¢mite. Algunos grupos minoritarios van a plantear la cuesti¨®n de Monarqu¨ªa o Rep¨²blica y, si bien ser¨ªa absurdo cercenar un di¨¢logo razonable, tampoco hay que dejarse enga?ar por la creencia de que la iniciativa legal aludida representa la confirmaci¨®n o el replanteamiento de la forma del Estado. Se trata solo de un proyecto de ley de abdicaci¨®n del Rey bajo una Constituci¨®n que establece la Monarqu¨ªa parlamentaria como forma pol¨ªtica del Estado.

M¨¢s all¨¢ de los tr¨¢mites sucesorios, lo que importa es que los pol¨ªticos tomen iniciativas para renovar un sistema capaz de responder a las demandas de la sociedad o, dicho en otras palabras, sobre la necesidad de actuar para conservar algo tan valioso como la estabilidad. Un Rey bien preparado, y de edad cercana a la media de los espa?oles, est¨¢ en las mejores condiciones para arbitrar y moderar ese proceso. Pero el poder pol¨ªtico reside en el Gobierno y en el Parlamento, y son ellos los que deben extraer consecuencias del mensaje reformista sugerido desde la Jefatura del Estado.