Aulas s¨®lo para adolescentes embarazadas
Una escuela de Sud¨¢frica acoge s¨®lo a menores encintas para que contin¨²en dentro del sistema educativo
En la Escuela Hospital de Pretoria est¨¢n de ex¨¢menes y las alumnas que se han acercado hasta el viejo edificio dan el ¨²ltimo repaso a las asignaturas entre mapas del mundo y libros que dan al centro un aspecto algo viejuno. Aunque el nombre lleve a enga?o, no es un colegio con enfermos en busca de cura; es un centro p¨²blico ordinario. El detalle que lo hace especial y ¨²nico es que las clases est¨¢n llenas de adolescentes embarazadas o que acaban de dar a luz.
No hay alumnos varones y entre los docentes tan s¨®lo cuentan con un profesor. ¡°Las mujeres tienen mejores relaciones con las chicas y para ¨¦stas tambi¨¦n es m¨¢s f¨¢cil hablar de sus cosas¡±, justifica la vicedirectora Celia Beukcs. De hecho, no hay ni lavabos para hombres. S¨®lo de mujeres.
El colegio abri¨® sus puertas hace m¨¢s de 60 a?os para escolarizar a ni?os enfermos en tratamiento de los hospitales de la ciudad. En los a?os ochenta del siglo pasado, el centro dio un giro aceptando a adolescentes gestantes, cuyas familias prefer¨ªan mantenerlas apartadas de su entorno habitual.
A mediados de los noventa, con la democracia ya en marcha, el Ministerio de la provincia de Gauteng se hizo cargo de la gesti¨®n de esta escuela, dot¨¢ndola de profesoras y medios econ¨®micos p¨²blicos, por lo que la matr¨ªcula es gratuita. En realidad es una isla en el sistema ya que no existe una pol¨ªtica clara a nivel sudafricano que proteja la maternidad en las escuelas y son los equipos directivos de cada centro los que imponen sus propios criterios.
Aunque es dif¨ªcil generalizar, la fotograf¨ªa de las alumnas se configura con familias pobres, desestructuradas y sin educaci¨®n que residen en poblaciones pr¨®ximas al colegio, aunque tambi¨¦n las hay de provincias m¨¢s lejanas que tienen que buscarse alojamiento en centros ben¨¦ficos o en familias de acogida. ¡°Pero tambi¨¦n tenemos chicas de casas ricas, de padres universitarios, y de absolutamente todas las razas¡±, se afana a introducir el matiz.
Cada a?o pasa por las aulas un centenar de adolescentes, entre 12 y 18 a?os, embarazadas y que ¡°voluntariamente¡± o aconsejadas por sus centros educativos o familias acuden hasta aqu¨ª para terminar el curso escolar, aunque una minor¨ªa no se acostumbra al cambio de aires y tira la toalla. ¡°Ninguna viene forzada, se quedan porque quieren¡±, insiste la vicedirectora.
A pesar de que las estad¨ªsticas demuestran que los embarazos entre adolescentes descienden, en Sud¨¢frica este es un problema no resuelto que aparece en muchos de los discursos oficiales del presidente y sus ministros. Los ¨²ltimos datos del Ministerio de Educaci¨®n se?alan que 94.000 menores se quedaron embarazadas, con un alt¨ªsimo porcentaje de chicas negras, seguidas de las mulatas (coloured), indias y blancas. En una encuesta de 2013, tres de cada 10 adolescentes contestaron haber estado embarazadas, y la mayor¨ªa de ellas no lo hab¨ªa planeado.
¡°En esto no hay diferencias raciales¡±, reflexiona Beucks, que no acierta a dar con una raz¨®n de porqu¨¦ Sud¨¢frica no sabe corregir esta problem¨¢tica, a pesar de que la educaci¨®n sexual es obligatoria desde los seis a?os en todos los centros educativos, p¨²blicos y privados.
Hay quien pone el ¨¦nfasis en la desigualdad de g¨¦nero que, sobre todo en las ¨¢reas rurales prevalece con fuerza, la pobreza, el tab¨² sobre el sexo femenino, la dificultad para acceder a los anticonceptivos o el uso de m¨¦todos tan absurdos como ba?arse tras el contacto ¨ªntimo, beber caf¨¦ o tener relaciones bajo un toldo.
Detr¨¢s de esta maternidad prematura y no buscada aflora otro drama. Dos tercios de las chicas abandonan la escuela al conocer la noticia de su gestaci¨®n y tampoco vuelven tras dar a luz. As¨ª, que sin t¨ªtulo de secundaria, estas adolescentes pr¨¢cticamente est¨¢n condenadas a una adultez de precariedad laboral, paro o a subsistir con los 20 euros mensuales que el Gobierno concede por menor a cargo.
El a?o pasado, dos alumnas pusieron rostro a una situaci¨®n m¨¢s generalizada de lo que cab¨ªa pensar en un estado democr¨¢tico, al denunciar a sus respectivos centros escolares por haberlas expulsado un a?o tras dar a luz.
Un Tribunal Constitucional provincial ha dado la raz¨®n a las chicas y tira por el suelo las razones de las escuelas, las cuales argumentaban que se trataba de una medida de protecci¨®n de las menores basada en criterios ¡°m¨¦dicos, psicol¨®gicos y emotivos¡±, que presupon¨ªan que una madre adolescente est¨¢ mejor en casa, incluso si est¨¢ sana, quiere seguir estudiando y un familiar cuida del beb¨¦ o ¨¦ste ha sido dado en adopci¨®n.
Seg¨²n los jueces, las chicas a la pr¨¢ctica sufr¨ªan ¡°castigo¡± por estar encinta, por lo que la medida choca contra los principios igualitarios y no discriminatorios de la Constituci¨®n, en el sentido de que si el padre de las criaturas tambi¨¦n es estudiante no es penalizado. Adem¨¢s, las chicas no ten¨ªan el derecho a recortar el periodo de baja que s¨ª se les concede a las madres trabajadoras adultas.
Dos tercios de las chicas abandonan la escuela al conocer la noticia de su gestaci¨®n y no vuelven tras dar a luz
En Pretoria, la vicedirectora de la Escuela Hospital afirma que un centro como el suyo garantiza que estas chicas tengan un futuro acad¨¦mico y que la gestaci¨®n y la maternidad no sean otro obst¨¢culo en sus vidas, muchas veces, ya por s¨ª mismas complicadas.
?Pero es bueno tener una escuela especial para embarazadas? ?No es al final un sitio para esconderlas, segregarlas, marcarlas?, se le pregunta, a lo que Beucks niega la mayor. ¡°Aqu¨ª les damos un lugar para continuar con su educaci¨®n en un ambiente sano que ayuda a mantener un buen nivel educativo y a transmitir valores positivos. Un centro en el que todas est¨¢n en la misma situaci¨®n y as¨ª se evitan o¨ªr bromas sobre su estado y no pierden el curso entero¡±, afirma la responsable.
A Nicole van Nieuwenhuizen, el director de la escuela de Pretoria a la que acud¨ªa le habl¨® del centro especializado en chicas como ella y a las pocas semanas de confirmar su estado se matricul¨®. ¡°Al final fue mi propia elecci¨®n porque sab¨ªa que en el colegio me criticar¨ªan y se reir¨ªan a mis espaldas cuando me vieran as¨ª¡±, explica esta rubia de 16 a?os, que confiesa que su embarazo provoc¨® ¡°gran decepci¨®n¡± de su madre y que su padre, en cambio, ¡°sea mejor persona, mejor cristiano¡± que antes.
Esta chica de 16 a?os explica que era una ¡°fan absoluta¡± de un programa televisivo sobre las madres adolescentes y que ahora, a punto de dar a luz a su Mian¨¦, est¨¢ contenta porque su novio de 22 a?os y profesor de k¨¢rate, la apoya ¡°al 100%¡±, as¨ª que apunta que no tendr¨¢ problemas en continuar sus estudios e ir a la Universidad. ¡°Mi criada cuidar¨¢ la ni?a¡±, contesta r¨¢pidamente sobre qui¨¦n se har¨¢ cargo de la criatura cuando ella y su pareja est¨¦n en sus actividades.
No todo el mundo est¨¢ de acuerdo con este tipo de centros, ya que consideran que s¨®lo se aparta a las chicas y no se soluciona el problema fundamental de los embarazos no deseados, en un pa¨ªs azotado tambi¨¦n por elevad¨ªsimas tasas de infecciones de VIH y abusos sexuales contra j¨®venes.
La historia de Cayleigh Benguza es totalmente diferente a su compa?era de escuela. ¡°Yo ya no tendr¨ªa que estar aqu¨ª, sino con mi hija¡±, subraya toc¨¢ndose la enorme barriga de ¡°nueve meses y un d¨ªa¡±. El embarazo no es ninguna condena para esta joven de un ¨¢rea rural del suroeste de Sud¨¢frica que se qued¨® encinta a los 19 a?os, en el ¨²ltimo curso de Bachillerato.
Explica que con su novio ¡°buscaron el embarazo¡± como respuesta a la voluntad de sus respectivas familias a terminar con la relaci¨®n. Los planes de los progenitores se han ido al traste con el nacimiento de Lisa y la chica explica que estar¨¢ con su pareja ¡°para siempre, siempre¡±. No para de re¨ªrse y de repetir que Lisa es igual ¡°de perezosa¡± que ella que estuvo gest¨¢ndose ¡°11 meses sin querer salir¡±, afirma jurando que no exagera.
A Benguza la trajo su madre cuando se enter¨® de que ser¨ªa abuela. La noticia m¨¢s que sorprenderla la enoj¨®, admite la joven, ya que ella misma hab¨ªa sido madre adolescente y su madre, la abuela de Cayleigh, tambi¨¦n y no pod¨ªa creer que su hija ¡°hab¨ªa repetido el mismo error¡±.
La escuela acepta a las futuras parturientas desde la sexta semana de gestaci¨®n y hasta el parto y si el curso escolar no ha terminado las nuevas madres pueden acudir hasta que finalice.
La intenci¨®n de Benguza es parir en Pretoria y luego trasladarse hasta casa de su abuela para que la cuide a ella y la criatura en los primeros meses y despu¨¦s tambi¨¦n quiere matricularse en la Universidad.
La biograf¨ªa de esta joven no es algo inusual, se lamenta Beukcs. ¡°Hay veces que vemos llegar a una chica acompa?ada de su madre que fue alumna nuestra o adolescentes que se matriculan en grado 9 (15 a?os) y vuelven dos a?os despu¨¦s. Es desesperante y a veces no puedes reprimir las l¨¢grimas¡±, atina.
Afirma la vicedirectora que la escuela tiene un porcentaje ¡°nunca inferior al 80%¡± de aprobados, una tasa que supera con creces la media nacional. Sin ir m¨¢s lejos, en el curso anterior el 94% de las j¨®venes pasaron con ¨¦xito el Bachillerato.
No hay en este centro un curr¨ªculo adaptado porque sencillamente las alumnas ¡°no est¨¢n enfermas ni tienen ninguna discapacidad¡±, subraya la docente, aunque es verdad que las profesoras y las alumnas tienen que lidiar con los inconvenientes de las molestias propias del embarazo, como mareos, n¨¢useas o la dificultad de concentraci¨®n. Esto provoca, un mayor porcentaje de ausentismo en las aulas que en una escuela ordinaria. Nicole van Nieuwenhuizen admite que muchas veces siente somnolencia en las clases y se siente m¨¢s cansada de lo normal pero esto no lo impide a dar lo mejor de s¨ª.
A las historias de dramas se contraponen las de final feliz, explica orgullosa una profesora al recordar la visita de una cantante que hace una d¨¦cada pas¨® por las aulas del centro como madre adolescente y hoy triunfa en el panorama local.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.