Las trampas de la desigualdad

¡°Los hombres est¨¢n atrapados en la trampa de tener que ser hombres a toda costa y sobre las referencias del modelo tradicional. La salida est¨¢ al frente, nunca en el regreso, y para poder alcanzarla hace falta liberarse de toda la parafernalia y complementos superficiales que la cultura ha situado sobre su identidad. Es f¨¢cil, pero tienen que querer hacerlo¡±

Con este p¨¢rrafo que nos apela directamente, y con el que concluye un apartado titulado ¡°La salida de la igualdad es tambi¨¦n para hombres¡±, se cierra el ¨²ltimo y necesario libro de Miguel Lorente, T¨² haz la comida, que yo cuelgo los cuadros (Cr¨ªtica). Un volumen en el que el profesor de Medicina Legal, ex delegado del Gobierno para la Violencia de G¨¦nero y autor del blog Autopsia, pone al descubierto todas las trampas que sigue encerrando ¡°la cultura de la desigualdad¡± a trav¨¦s de un minucioso an¨¢lisis de c¨®mo el patriarcado ha creado y prorrogado unas estructuras que establecen diferenciaciones jer¨¢rquicas entre hombres y mujeres.

Lorente pone el dedo en las m¨²ltiples llagas que son las que en la actualidad, y pese a la progresiva conquista de derechos por parte de las mujeres y la evidente erosi¨®n de un modelo de convivencia apoyado en su subordinaci¨®n, siguen provocando que ellas tengan mayores dificultades que nosotros para el ejercicio de la ciudadan¨ªa. Unas dificultades que se acrecientan en estos momentos no solo de crisis econ¨®mica sino, sobre todo, de cuestionamiento de un modelo, el del Estado social, que apoyaba sus pol¨ªticas en la lucha por la igualdad no ya formal sino material de sus ciudadanos y ciudadanas.

Al ir leyendo las diferentes trampas que Lorente analiza en su libro, y cuya suma constituye un magn¨ªfico diagn¨®stico de lo que est¨¢ pasando en sociedades como la nuestra que contin¨²an siendo androc¨¦ntricas aunque se hayan revestido en apariencia con el discurso de la igualdad, es f¨¢cil concluir como el gran reto contin¨²a siendo transformar unas estructuras hechas a imagen y semejanza del var¨®n. Y cuando hablo de estructuras me refiero a todo el conjunto de factores -pol¨ªticos, jur¨ªdicos, econ¨®micos, sociales en general- que siguen condicionando las subjetividades masculina y femenina, as¨ª como las relaciones entre ellas.

Unas relaciones que son relaciones de poder en cuanto que se han construido hist¨®ricamente sobre dos presupuestos: en primer lugar, la identificaci¨®n de lo masculino con lo universal, y por lo tanto la construcci¨®n de la identidad masculina como paradigma de la racionalidad y de la autonom¨ªa; en segundo, la subordiscriminaci¨®n de las mujeres, en cuanto sujetos de autonom¨ªa relativa y condicionada, ¡°domesticadas¡± en lo privado y sin participaci¨®n alguna en los modelos de reconocimiento.

Es innegable que los binarios jer¨¢rquicos sobre los que se elev¨® hist¨®ricamente el patriarcado -p¨²blico masculino/privado femenino, raz¨®n/emoci¨®n, heterosexualidad/otras opciones afectivo-sexuales- han visto tambalear sus fronteras en un siglo XX en el que las mujeres han ido rompiendo barrotes de las m¨²ltiples jaulas en las que estaban encerradas. Sin embargo, y en eso coincido con Miguel Lorente, el orden cultural sobre el que se siguen sustentando nuestras sociedades no ha sufrido un cambio profundo. De manera que el patriarca sigue mostrando con normalidad sus fauces e inventa y reinventa los mecanismos mediante los cuales intenta mantenerse en su posici¨®n de poder y no perder ning¨²n privilegio.

En T¨² haz la comida, que yo cuelgo los cuadros, el autor hace un recorrido minucioso por todos los ¨¢mbitos en los que el patriarcado plantea trampas a las mujeres, y tambi¨¦n yo dir¨ªa a los mismos hombres, para que, bajo la apariencia de una transformaci¨®n social, las cosas contin¨²en funcionando de la misma manera. Unas trampas que inciden de manera singular en la misma conformaci¨®n de la identidad femenina -en cuanto que ellas siguen sin contar en la referencia universal o, lo que es lo mismo, en cuanto que siguen siendo los hombres los que marcan las pautas porque son los que tienen el poder¨C y que las acompa?an en los diferentes etapas y espacios de sus vidas. Desde la escuela al trabajo, pasando por las relaciones de pareja o por la perversi¨®n con que el sistema ampara y reconoce la maternidad. Todo parece un campo minado por el que las mujeres han de transitar sometidas a dilemas que por supuesto los hombres no sufrimos.

Como bien explica Lorente, esas trampas no han desaparecido, sino que incluso en los ¨²ltimos tiempos se han fortalecido como reacci¨®n defensiva de quienes no quieren perder sus privilegios. En muchos casos esas posiciones se apoyan en discursos pseudocient¨ªficos -como por ejemplo los que tratan de justificar la conveniencia de la educaci¨®n diferenciada por sexos¨C y en otros en meras tergiversaciones y lecturas parciales, y por tanto falsas e interesadas, de situaciones conflictivas como puede ser la custodia de los hijos y de las hijas tras una separaci¨®n o divorcio. Todo ello por no hablar de las tesis y los instrumentos 'propagand¨ªsticos' con los que se cuestiona una realidad tan dram¨¢tica como la violencia de g¨¦nero y con los que se critican los instrumentos jur¨ªdicos creados para luchar contra ella (v¨¦ase por ejemplo una de las ¨²ltimas entradas del blog del autor). Es la expresi¨®n m¨¢s rotunda de eso que con acierto Miguel Lorente califica como ¡°posmachismo¡±- y cuyas caracter¨ªsticas esenciales ya explicaba en su anterior libro Los nuevos hombres nuevos (Destino, 2008) -el cual, como una de las ¨²ltimas trampas de la cultura patriarcal, ¡°pretende que contin¨²en las mismas referencias tradicionales, no otras, y para ello su estrategia es genera cierta confusi¨®n y desorientaci¨®n (¡­)¡±.

Afortunadamente, y aun reconociendo con Lorente que el orden cultural del patriarcado sigue vivo y se reinventa cada d¨ªa, tambi¨¦n es cierto que cada vez hay m¨¢s hombres que cuestionamos ese orden, que nos implicamos en la lucha por la igualdad y que sentimos que tambi¨¦n nosotros estamos en la misma jaula. Cada vez son m¨¢s numerosos los espacios de reflexi¨®n, los grupos de hombres que reivindican otra manera de entender la masculinidad, los estudios incluso y la reflexi¨®n que desde lo social y lo jur¨ªdico se realiza sobre nuestro lugar privilegiado.

He echado en falta en este libro un mayor optimismo en ese sentido, as¨ª como una mayor cr¨ªtica sobre muchas de las cuestiones que en pol¨ªticas de igualdad se han hecho mal o no del todo bien en nuestro pa¨ªs. Lo cual ha contribuido a mantener y reproducir el modelo del que part¨ªamos. Pensemos por ejemplo en lo mucho que deber¨ªa trabajarse, y que me da la impresi¨®n que no se ha hecho como muchos esper¨¢bamos, en materia de educaci¨®n o en todo lo que tiene que ver con la corresponsabilidad en el ¨¢mbito privado.

Evidentemente hay un problema de ra¨ªces culturales, pero estas se mantienen porque, entre otras cosas, laspol¨ªticas p¨²blicas no apuestan por alcanzar eso que Mar¨ªa Pazos denomina ¡°un pacto de personas sustentadoras/cuidadoras en igualdad¡±. Un reto que pone en evidencia que la igualdad cuesta, y no solo esfuerzo ¨¦tico, tambi¨¦n presupuestario. Por eso m¨¢s que a las leyes de igualdad habr¨ªa que estar atentos a lo que nos dicen las leyes de presupuestos.

Comparto pues el diagn¨®stico, felicito a Lorente por su mirada feminista y dem¨®crata y por su capacidad de ponerle palabras a lo que muchos nos duele, pero echo en falta tras llegar a la p¨¢gina 276 alguna estrategia, alguna propuesta concreta, que nos marque la ruta para, por ejemplo, cambiar las referencias exclusivamente masculinas del poder o para revisar las relaciones entre lo p¨²blico y lo privado, con todos los binarios que ese central lleva aparejados. Lo cual, y ah¨ª creo que est¨¢ el meollo de la cuesti¨®n, pasa por revisar la alianza patriarcado-capitalismo-democracia liberal, una tarea que, sin duda, no estar¨¢n dispuestos a realizar los que monopolizan los estrados, los p¨²lpitos y los mercados.