Podemos como laboratorio pol¨ªtico
La nueva formaci¨®n quiere alzarse con el santo y la limosna para ganar a IU en su batalla mutua dentro de la izquierda. Y est¨¢ por ver que el PSOE asista impert¨¦rrito a los intentos de condenarle a la irrelevancia
Para muchos, las elecciones europeas suponen una especie de primarias de las pr¨®ximas generales. Pero las elecciones europeas no siempre adelantan los resultados de las generales. Pertenecen a la categor¨ªa de las denominadas elecciones de segundo orden, en las que su menor importancia y la falta de consecuencias ocasionan que por regla general los Gobiernos pierden muchos votos, los grandes partidos de la oposici¨®n suelen ganarlos y los peque?os partidos reciben m¨¢s de los habituales. Estos resultados dependen del contexto de cada pa¨ªs. Y cuando el contexto est¨¢ dominado por la insatisfacci¨®n con los Gobiernos y los Parlamentos, por el rechazo a los partidos convencionales y a las pol¨ªticas p¨²blicas, por datos econ¨®micos desastrosos y por la sucesi¨®n de protestas contra todo lo anterior, los principales beneficiados son los peque?os partidos, sobre todo los m¨¢s extremistas, que incrementan sus votos o que de forma inesperada pueden, incluso, como Podemos, lograr esca?os por vez primera.
El caso de Podemos es interesante. En las ¨²ltimas dos semanas se ha discutido mucho sobre las razones de su ¨¦xito y las posibilidades de su continuidad. Fij¨¦monos en este segundo asunto. En la jerga de la ciencia pol¨ªtica se les llama partidos flash a los que logran inopinadamente entrar en una Asamblea, pero solo para desaparecer en las siguientes elecciones: deslumbran cuando aparecen, pero duran poco. ?Es Podemos uno de ellos? Todos los partidos irrumpen en el mercado electoral con la intenci¨®n de quedarse y, adem¨¢s, crecer, si pueden. Pero los que se definen a s¨ª mismos como iniciativa ciudadana o movimiento social, m¨¢s que como partido, present¨¢ndose como el ¨²nico defensor de intereses sociales y pol¨ªticos despreciados por los partidos convencionales, se enfrentan a algunas dificultades: necesitan decidir si se mantienen como un movimiento o se convierten en un denominado partido-movimiento o en uno de los partidos tradicionales (aunque a la vez los rechacen). Y en estos dos ¨²ltimos casos, si su funcionamiento se ajustar¨¢ a la l¨®gica de la representaci¨®n (con dirigentes puristas defensores ante todo del programa) o a la l¨®gica de la competici¨®n (con l¨ªderes pragm¨¢ticos que persigan sobre todo el logro del mayor n¨²mero posible de votantes).
Podemos parece encontrarse ahora en este proceso; su ¨¦xito no est¨¢ asegurado. De ah¨ª el inter¨¦s adicional de considerarlo como una especie de laboratorio pol¨ªtico en el que analizar sus estrategias. Cabe hacerlo en al menos cuatro dimensiones que probablemente ser¨¢n, manteni¨¦ndose igual todo lo dem¨¢s, fundamentales para su continuidad.
Las elecciones no siempre sirven para adelantar los resultados de las generales
La primera es su institucionalizaci¨®n. Su principal dirigente, Pablo Iglesias, acaba de adelantar que en el pr¨®ximo oto?o se aprobar¨¢ mediante criterios asamblearios una nueva estructura organizativa, que en todo caso se alejar¨ªa de la convencional de los partidos pol¨ªticos. Su improvisada organizaci¨®n actual deber¨¢ asentarse en cimientos m¨¢s s¨®lidos que los denominados C¨ªrculos Podemos, basados en criterios informales relacionados con preferencias pol¨ªticas, profesionales o sexuales, con situaciones laborales o con meras aficiones. Durante los pr¨®ximos meses, sus dirigentes deber¨¢n tomar muchas decisiones sobre sedes, miembros, cargos internos, ¨®rganos de direcci¨®n, financiaci¨®n, divisi¨®n del trabajo pol¨ªtico o mecanismos de disciplina interna. Si en cualquier partido todo este meollo es una fuente inagotable de problemas y conflictos, en Podemos no tiene por qu¨¦ ser menor. Sobre todo si adem¨¢s aspiran a que estos criterios sean radicalmente diferentes a los de los partidos tradicionales; es decir, si predominan las asambleas, las relaciones horizontales, la rotaci¨®n en los puestos dirigentes, la utilizaci¨®n prioritaria de las redes sociales y las formas de participaci¨®n propias de los movimientos sociales.
La segunda dimensi¨®n radica en su programa, es decir, en el conjunto de preferencias compartidas del cual derivan los documentos, mensajes o discursos. Todos ellos deber¨¢n coordinarse con las muchas afirmaciones que sus dirigentes han realizado tras las elecciones (y con las que han hecho antes de ellas). Es una tarea que no resulta f¨¢cil para los partidos tradicionales, siempre pillados en contradicciones entre ofertas a veces demag¨®gicas y decisiones cotidianas. Tampoco lo ser¨¢ para Podemos. Sus rasgos ideol¨®gicos iniciales combinan en mayores o menores dosis recetas extraordinariamente simplificadas de neopopulismo, antieurope¨ªsmo, anti-partidismo y antisistema, as¨ª como un izquierdismo maximalista aplicado sin muchos matices a todas las causas, todos los l¨ªderes, todos los pa¨ªses. Con estos mimbres ser¨¢ dif¨ªcil el mantenimiento a la vez de la fidelidad del mill¨®n largo de su electorado, con su ampliaci¨®n mediante la b¨²squeda de nuevos votantes, quiz¨¢ procedentes de sectores m¨¢s convencionales, pero tambi¨¦n m¨¢s numerosos. Muchos partidos han sucumbido a este casi imposible dilema. Cabe tambi¨¦n tratar de solucionarlo sustituyendo la habitual l¨®gica izquierda-derecha por la t¨ªpicamente populista de ¡°los de arriba contra los de abajo, los mayordomos de los bancos contra los representantes de los ciudadanos¡± (como se?alaba Pablo Iglesias en una comparecencia recogida en EL PA?S el pasado 6 de junio). Pero esa soluci¨®n no suele llevar muy lejos, ni puede hacerse durante mucho tiempo cuando lo que est¨¦ en juego sean decisiones relevantes sobre intereses contrapuestos.
Una tercera dimensi¨®n apunta al calendario electoral. Por una parte, resulta positivo para Podemos. Las elecciones auton¨®micas y locales de mayo de 2015 cuentan con sistemas electorales permisivos que facilitar¨¢n su llegada a muchos Ayuntamientos y Parlamentos auton¨®micos y que les permitir¨¢n acceder a numerosos cargos. Por otra parte, en las generales, previstas por el momento para el oto?o del mismo a?o, con un sistema electoral mucho m¨¢s restrictivo, sus posibilidades son menores y quedar¨¢n incluso disminuidas por la l¨®gica del voto ¨²til. Y es probable, adem¨¢s, que Podemos sufra para entonces experiencias negativas similares a las de otros nuevos partidos. Si revalida su ¨¦xito en las auton¨®micas y locales, disfrutar¨¢ de bases territoriales, recursos e influencia. Pero sus cargos p¨²blicos deber¨¢n articular en muchas ciudades y Parlamentos regionales preferencias e intereses m¨¢s complejos que la simple identificaci¨®n con los de abajo en su lucha contra los de arriba. Esta combinaci¨®n suele ser terreno abonado para enfrentamientos y conflictos, sobre todo si el reclutamiento de los candidatos es poco cuidadoso, y escasa la disciplina interna, dos mecanismos al fin y al cabo imprescindibles en los partidos tradicionales. Como ya han acreditado en muchas ocasiones, los electores toleran mal los mensajes contradictorios, las ri?as internas y la confusa proliferaci¨®n de l¨ªderes.
La soluci¨®n de sustituir la l¨®gica izquierda-derecha con populismo no suele llevar muy lejos
Finalmente, est¨¢ la dimensi¨®n relacionada con la competici¨®n electoral, esto es, con IU y con el PSOE, los principales partidos de la izquierda en la que Podemos pretende reinar por s¨ª mismo o mediante pactos. Tampoco aqu¨ª sus objetivos son f¨¢ciles. Seg¨²n la encuesta de Metroscopia publicada en EL PA?S el pasado 3 de junio, los votantes de Podemos se autosit¨²an en la posici¨®n 3,7 de la escala izquierda-derecha, mientras que colocan a IU en la 3,4, y al PSOE, en la 5,2. Adem¨¢s, su perfil social es m¨¢s cercano al de los instalados que al de los marginados, ambos en t¨¦rminos relativos. El 34% de los votantes de Podemos hab¨ªa optado por el PSOE en las europeas de 2009, y el 30% lo hizo en las generales de 2011. Un 66% tiene m¨¢s de 35 a?os, un 65% cuenta con estudios medios, y un 35%, superiores, y el 50% trabaja. En otras palabras, sus votantes no pertenecen a Podemos de forma inexorable: podr¨ªan serlo tambi¨¦n de IU por cercan¨ªa ideol¨®gica o del PSOE por similitudes sociodemogr¨¢ficas.
Si el predominio de Podemos en la izquierda es por el momento dif¨ªcil, la realizaci¨®n de pactos resulta improbable. Los pactos se firman si todos los firmantes creen que les resultar¨¢n beneficiosos, pero no si algunos perciben que Podemos quiere alzarse con el santo y la limosna para ganar la partida a IU en su batalla mutua por el ¨¢mbito de la izquierda. Y est¨¢ naturalmente por ver que un renovado PSOE ¡ªsi se renueva¡ª siga asistiendo impert¨¦rrito a los intentos de Podemos y de IU para condenarle a la irrelevancia en su principal espacio ideol¨®gico.
Jos¨¦ Ram¨®n Montero es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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