Releer a James Joyce sin leerlo
Dubl¨ªn se engalana cada a?o para celebrar el Bloomsday, un recorrido por los escenarios dublineses del Ulises
Cada 16 de junio, Dubl¨ªn se engalana para celebrar el Bloomsday, el d¨ªa de Bloom, una fiesta sin parang¨®n en el mundo, ya que conmemora la fecha de una jornada ¨Cuna solo¨C en la que transcurre un majestuoso libro, escrito en homenaje a su esposa: el Ulises, de James Joyce. En esa misma fecha, hace 110 a?os, el escritor dio su primer paseo con una camarera llamada Nora y, a partir de entonces, ya no se separaron nunca, viviendo una existencia viajera que los llev¨® a Roma, Trieste, Par¨ªs y Z¨²rich, en donde muri¨® y est¨¢ enterrado el novelista. Tambi¨¦n un 16 de junio de hace 60 a?os un grupo de escritores, entre los que se encontraba el poeta Patrick Kavanagh, decidieron instituir el Bloomsday. Y no ha dejado de conmemorarse ni una sola vez desde entonces.
La fiesta no consiste en otra cosa que en un recorrido por los escenarios dublineses de la novela, desde la torre de Sandycove, en donde comienza el libro, hasta numerosos pubs ¨Cel Davy Byrne¡¯s, por ejemplo, a¨²n abierto¨C, tiendas, bibliotecas p¨²blicas, iglesias, hoteles, teatros, barrios e, incluso, el cementerio de Glasnevin. La gente se viste de ¨¦poca y no son pocos los que acaban la jornada borrachos, pues beber en Irlanda no es una excepci¨®n, sino una tradici¨®n. El propio Joyce era tan alcoh¨®lico como puta?ero, y un viejo dicho irland¨¦s define a un gay de esta suerte: ¡°Un hombre al que le gustan m¨¢s las mujeres que el whisky¡±.
Varias calles del centro de Dubl¨ªn se cierran al tr¨¢fico. Imagine el lector hispano: Sevilla puede cortarse por una procesi¨®n; Barcelona y Bilbao, por una celebraci¨®n nacionalista; Valencia, por quemar mu?econes en Fallas, y Madrid, por un desfile militar. Pero Dubl¨ªn¡ ?por un libro, vive Dios! Grupos de actores representan en las calles pasajes de la narraci¨®n de Joyce. Y en un pa¨ªs tan mojigato como Irlanda, la gente aplaude sin reparo la escena de la masturbaci¨®n del protagonista, Leopold Bloom, en la playa de Sandymount, mientras contempla las braguitas azules de una adolescente coja; y r¨ªe con la representaci¨®n del momento en que el mismo Bloom defeca leyendo el peri¨®dico en su casa de Eccles Street. Joyce era un provocador en un pa¨ªs en donde abundan los meapilas.
?He ido dos veces a Dubl¨ªn en el Bloomsday. Y aparte de cumplir todos los ritos, incluida la borrachera, pregunt¨¦ a la gente si hab¨ªa le¨ªdo el libro. El 90%, m¨¢s o menos, me dijo que no, en tanto que alrededor de un 50% a?adi¨® que se trataba de un texto incomprensible. Pero el propio Joyce, a prop¨®sito de su Ulises, escribi¨®: ¡°He puesto muchos enigmas y puzles que mantendr¨¢n ocupados durante siglos a los profesores, discutiendo sobre lo que quise decir. Es la ¨²nica forma de lograr la inmortalidad¡±. No obstante, todo dublin¨¦s sabe cu¨¢l es la peripecia de Bloom.
Como es natural, me acord¨¦ de nuestro Cervantes. ?Cu¨¢ntos espa?oles lo han le¨ªdo? Hace diez a?os, en las mismas p¨¢ginas de esta revista dominical, publiqu¨¦ un reportaje sobre el viaje de Don Quijote por campos espa?oles, cuando se cumpl¨ªa el 400? aniversario de la publicaci¨®n del libro. Y un d¨ªa, ante las ruinas de una vieja fonda, me encontr¨¦ a un campesino al que le pregunt¨¦ si aqu¨¦l podr¨ªa ser el sitio en donde jur¨® armas el mejor caballero que ha dado Espa?a. ?l me dijo: ¡°Desde luego, fue aqu¨ª¡±. Volv¨ª a preguntar: ¡°?Ha le¨ªdo el libro?¡±.
Call¨®, me mir¨® a los ojos y respondi¨®:
-No, pero me lo s¨¦.
?Qu¨¦ es la gloria literaria?
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