El l¨ªder que tal vez no lidere
Obama desorienta a sus aliados sobre el papel de EEUU en el mundo
La pregunta que debemos hacernos no es si Estados Unidos va a ejercer el liderazgo, sino c¨®mo va a hacerlo, no solo para proteger nuestra paz y prosperidad, sino para extenderlas por todo el mundo¡±. As¨ª habl¨® el presidente Obama recientemente, en medio de gran expectaci¨®n, sobre el futuro de la pol¨ªtica exterior estadounidense. Aunque hay, tanto dentro como fuera del pa¨ªs, quienes est¨¢n satisfechos de que Estados Unidos intervenga menos, otros quiz¨¢ se alegren de o¨ªr la promesa de Obama de que va a seguir existiendo ese liderazgo que solo una superpotencia mundial puede proporcionar. Es necesario un l¨ªder para hacer respetar las normas, imponer acuerdos y garantizar la seguridad que permite tener estabilidad geopol¨ªtica y econ¨®mica.
El reto es fundamental, porque hoy no existe ning¨²n gobierno ¡ªni alianza permanente de gobiernos¡ª dispuesto a llenar el vac¨ªo dejado por la retirada de Estados Unidos. Europa estaba preocupada por c¨®mo gestionar los cambios en la eurozona incluso antes de que las elecciones al Parlamento Europeo revelaran la creciente frustraci¨®n con las instituciones de la UE. China y Jap¨®n est¨¢n envueltos en unos delicados planes de reforma interna. Las dem¨¢s potencias emergentes ¡ªIndia, Brasil, Turqu¨ªa y otras¡ª est¨¢n dedicadas a sus propios problemas. Todos estos pa¨ªses pueden contribuir, pero ninguno es capaz de liderar.
Ahora bien, diga lo que diga el presidente ante una multitud entusiasmada, existen varios factores que limitan la capacidad de Washington para afrontar los nuevos desaf¨ªos en Ucrania, Siria, el Mar del Sur de China y el ciberespacio. Para empezar, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, los gobernantes saben que seguir¨¢n en el poder mucho despu¨¦s de que se haya ido Barack Obama, y que este perder¨¢ enorme influencia en Washington en cuanto Hillary Clinton y unos cuantos republicanos de renombre anuncien su candidatura a la presidencia, algo que ocurrir¨¢, como tarde, la pr¨®xima primavera. Por eso, muchos dirigentes extranjeros no est¨¢n dispuestos a poner en peligro su popularidad interna apoyando los planes del gobierno estadounidense.
En segundo lugar, Washington sigue perjudicando la reputaci¨®n internacional de Estados Unidos. La polarizaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs ha disminuido la confianza en que el presidente pueda cumplir sus promesas. El uso de los aviones no tripulados ha resquebrajado las relaciones con algunos aliados, y la tolerancia (o la ignorancia) de Obama respecto a los programas de espionaje ¡ªincluso de dirigentes de gobiernos amigos¡ª ha irritado todav¨ªa a m¨¢s. Es dif¨ªcil hablar de una mayor cooperaci¨®n internacional en el ciberespacio cuando Estados Unidos esp¨ªa a la canciller alemana y la presidenta de Brasil.
En un mundo en el que ninguna potencia, ni siquiera Estados Unidos, puede convencer por s¨ª sola a otros pa¨ªses para que hagan cosas que no quieren, es necesario contar con socios capaces y afines, dispuestos a compartir el peso del poder. Tras la impopular guerra de George W. Bush en Irak y ante el aparente doble rasero del Gobierno de Obama, el escepticismo de los aliados tradicionales de Estados Unidos est¨¢ en su nivel m¨¢s alto desde el final de la Guerra Fr¨ªa.
A los votantes todav¨ªa les gusta saber que Estados Unidos es un pa¨ªs poderoso y ¡°excepcional¡±
Pero lo m¨¢s importante es que los estadounidenses, en su mayor¨ªa, no quieren una pol¨ªtica exterior m¨¢s activa. Seg¨²n un sondeo de Pew Research publicado este a?o, el 52% de los entrevistados opina que Estados Unidos ¡°deber¨ªa ocuparse de sus propios asuntos y dejar que otros pa¨ªses se las arreglen como puedan¡±, frente al 30% en 2002. Obama fue elegido para poner fin a las viejas guerras, no para emprender otras nuevas, y a los votantes no les apetece dedicar soldados ni dinero a resolver problemas lejanos y dif¨ªciles de comprender.
Eso hace que Washington env¨ªe se?ales contradictorias a sus ciudadanos y al mundo. A los votantes todav¨ªa les gusta saber que Estados Unidos es poderoso y ¡°excepcional¡±. A los pol¨ªticos de ambos partidos les es f¨¢cil dec¨ªrselo. Pero luego tienen grandes desacuerdos sobre qu¨¦ les hace excepcionales o c¨®mo hay que utilizar su poder. Como consecuencia, las afirmaciones de los pol¨ªticos de que Estados Unidos sigue siendo un pa¨ªs indispensable no encajan con su resistencia a aceptar los costes de actuar cuando no est¨¢n claros los peligros para la seguridad nacional.
El Gobierno de Obama ha contribuido a la confusi¨®n con la ambig¨¹edad sobre sus prioridades de pol¨ªtica exterior. El cacareado ¡°giro asi¨¢tico¡±, un plan para trasladar recursos pol¨ªticos, econ¨®micos y militares al este de Asia, sigue vigente. Pero el inter¨¦s p¨²blico de Washington por Rusia e Ir¨¢n y el intento fallido de lograr un acuerdo aparentemente indeseado entre israel¨ªes y palestinos parece indicar que la Casa Blanca se distrae con facilidad.
Y por eso los aliados de Estados Unidos no saben d¨®nde ni cu¨¢ndo contar con su ayuda, sus rivales est¨¢n deseando poner a prueba su determinaci¨®n y los votantes estadounidenses no saben lo que votan. En un mundo sin liderazgo, es muy probable que los incendios ardan m¨¢s y durante m¨¢s tiempo.
Y eso no es bueno para nadie.
Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group y autor de Every Nation for Itself: Winners and Losers in a G-Zero World. Pueden seguirle en Twitter @ianbremmer.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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