¡°Lo que necesitamos es nuestra libertad¡±
Luis Olmedo y Doroles Peralta viven bajo arresto domiciliario Han sido acusados de homicidio en la masacre de Curuguaty
Por un camino pr¨¢cticamente intransitable porque la lluvia ha convertido la tierra en barro, se llega a la casa de madera de Luis Olmedo y Dolores Peralta, ambos de 24 a?os y que viven con su peque?o de dos, Jorge. Cualquiera que se acerque a su hogar, a 30 kil¨®metros de Curuguaty (ciudad al este de Paraguay), los encontrar¨¢ all¨ª sentados, quiz¨¢ echando de comer a las gallinas o cocinando. Est¨¢n bajo arresto domiciliario desde que salieron de la c¨¢rcel hace m¨¢s de un a?o, acusados de homicidio, asociaci¨®n criminal e invasi¨®n de propiedad privada, por las muertes de seis polic¨ªas en los enfrentamientos que hace dos a?os tuvieron lugar en Marina Kue, donde ellos se hab¨ªan asentado junto a otro medio centenar de familias para reclamar las tierras al Estado para trabajarlas y plantar ma¨ªz, mandioca o porote. De otro lado, una gran empresa de soja, Campos Morimb¨ª, dice que son suyas.
Dolores pronto se echa a llorar. ¡°Nunca en mi vida pens¨¦ que iba a pasar eso¡±. Recuerda aquel d¨ªa con temor porque ella estaba all¨ª con su hijo mayor que entonces ten¨ªa tres a?os. ¡°Gracias a Dios no le pas¨® nada. Me empec¨¦ a sentir mal porque vino mucha polic¨ªa, much¨ªsima, con helic¨®pteros y todo. Cog¨ª al ni?o y me alej¨¦ con ¨¦l y mi cu?ada. Escondidos escuchamos el tiroteo¡±, acierta a recordar entre l¨¢grimas. Con un problema cr¨®nico en su pie izquierdo que apenas puede mover cuando camina, Dolores no pudo ir mucho m¨¢s lejos. La polic¨ªa les encontr¨®, les llev¨® a la comisar¨ªa y en dos d¨ªas estaban en la c¨¢rcel. ¡°Es muy triste. Y ahora estamos as¨ª¡±.
Luis s¨ª se qued¨® con otros hombres para hablar con la polic¨ªa. Como se hace casi protocolariamente en las habituales ocupaciones campesinas que suceden a la par que inician un proceso administrativo para que el Estado les deje trabajar la agricultura tradicional en terrenos de titularidad p¨²blica, como establece la Reforma Agraria. ¡°Nos dijeron que no ven¨ªan a hablar. Y empez¨® un tiroteo¡±, rememora. Luis asegura que cuando le cogieron y esposaron, le torturaron ¡°much¨ªsimo¡±. Como su mujer, dos d¨ªas despu¨¦s estaba en la c¨¢rcel.
No solo perdieron su libertad, Dolores tambi¨¦n fue separada de su hijo mayor. El padre del ni?o, una pareja anterior, se lo llev¨® y ella no ha vuelto a verlo. En la c¨¢rcel se enter¨® de que estaba embaraza de nuevo. Ese fue el motivo por el que, cuando el resto de campesinos apresados realiz¨® una huelga de hambre de 58 d¨ªas -entre ellos su marido- ella no pudo hacerla. ¡°Luis casi muere, yo estaba muy asustada¡±, recuerda Dolores¨C. A ellos les soltaron bajo arresto domiciliario. A Dolores no. Estuvo presa ocho meses y, unos d¨ªas despu¨¦s de salir, dio a luz.
Jorge, ajeno a la historia y a la posibilidad de que sus padres sean condenados a 14 a?os de c¨¢rcel, r¨ªe mientras gatea por el suelo de tierra de la casa y juega con un peque?o gatito pardo que le han regalado. Cuando su madre echa de comer a las gallinas, ¨¦l tambi¨¦n quiere ayudar. ¡°Ya tengo muchas¡±, dice orgullosa Dolores. Aunque ponen huevos, no es suficiente para comer. Por eso, venden combustible en la puerta de su casa. ¡°Nos lo traen por 6.000 guaran¨ªes [1 euro] el litro y lo vendemos por 7.000¡±, explica. ¡°Ya tenemos clientela¡±, dice mientras acude a atender a una chica que ha parado su moto frente al puesto.
La polic¨ªa ha dado recientemente un permiso a Luis para trabajar en la ganader¨ªa enfrente de su casa. El coche de la polic¨ªa pasa varias veces al d¨ªa, adem¨¢s de las dos que paran para que firmen un papel que atestigua que no han huido. Luis y Dolores responden al veh¨ªculo con un gesto de saludo levantando la mano, que significa ¡°aqu¨ª estamos¡±. Con todo, gracias a ese trabajo y a la venta de combustible, tienen alg¨²n ingreso para comprar comida, aunque no pueden salir al mercado. Son los amigos los que llevan la compra y las botellas de refresco llenas de gasolina de un rosa fosforito que, de tanto en cuando, una moto para a comprar. Solo pueden abandonar la casa excepcionalmente si tienen una urgencia con el ni?o o si piden permiso previamente justificando la causa.
Dolores ha intentado que la dejen ir a ver a su madre, que le insiste en que vaya a su casa. ¡°Pero no puedo¡±, dice sec¨¢ndose con la manga de su rebeca las l¨¢grimas que han vuelto a aparecer.
?Ten¨¦is miedo a volver a la c¨¢rcel? ¡°No. No tienen nada contra nosotros. ?Qu¨¦ hicimos? No es malo pedir un pedazo de tierra¡±, contesta Luis. Dolores no lo tiene tan claro y se queja de que han pasado dos a?os desde aquel 15 de junio de 2012. El d¨ªa 26 todo podr¨ªa cambiar. Es la fecha en la que est¨¢ previsto que empiece su juicio, aunque su abogado, ONGs paraguayas y Oxfam Interm¨®n a nivel internacional han pedido que se posponga hasta que se resuelva el proceso judicial en el que se est¨¢ dirimiendo la titularidad de la tierra. Si el juez estima que Marina Kue es del Estado, no podr¨ªan condenar a los acusados de invasi¨®n de propiedad privada ni de asociaci¨®n criminal para la usurpaci¨®n de tierras, como sostiene la fiscal¨ªa. En cuanto a las muertes, coinciden distintos defensores de Derechos Humanos del pa¨ªs, no se ha podido demostrar qui¨¦n mat¨® a qui¨¦n porque las armas que se presentan como prueba de que los campesinos tirotearon a los agentes nunca han sido disparadas o nunca estuvieron en Marina Kue.
¡°Los campesinos corrimos. Y los que se quedaron, murieron¡±, zanja Luis sentado junto a su esposa con la mirada perdida en el suelo. ¡°Lo que necesitamos es nuestra libertad¡±, termina ella.
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