Otro tiempo
La primera tarea de Felipe VI ser¨¢ la de usar sus facultades para facilitar los grandes consensos
La proclamaci¨®n de don Felipe como rey renueva la vinculaci¨®n entre Monarqu¨ªa y democracia parlamentaria, puesta claramente de relieve durante el reinado anterior. Don Juan Carlos fue el autor de la mejor decisi¨®n tomada en Espa?a en mucho tiempo, la de renunciar a sus plenos poderes para impulsar una democracia constitucional. Con la firma de la abdicaci¨®n termina una etapa que entra en la historia por haber acabado con las convulsiones vividas durante gran parte del siglo?XX y por haber registrado un considerable desarrollo econ¨®mico, social y pol¨ªtico, adem¨¢s de haber facilitado la integraci¨®n de Espa?a en Europa.
A partir de hoy, Felipe?VI toma el relevo en la Jefatura del Estado tal y como dispone la Constituci¨®n. Ser¨¢ proclamado en el mismo edificio en el que lo fue don Juan Carlos, casi 39 a?os atr¨¢s; ah¨ª terminan las semejanzas entre el acto de 1975 y el de hoy. De aquellas Cortes franquistas a las actuales, emanadas en su totalidad de la soberan¨ªa del pueblo, media la distancia que va de una dictadura a una democracia.
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La situaci¨®n de partida no es nada f¨¢cil. Los principales liderazgos pol¨ªticos est¨¢n en crisis, como lo muestran las bajas valoraciones que obtienen los dirigentes en las encuestas. Se echan de menos los consensos b¨¢sicos necesarios para garantizar el futuro; incluso dos formaciones parlamentarias, Converg¨¨ncia i Uni¨® e Izquierda Unida, han roto con el pacto constitucional en que participaron los partidos de los que ambas proceden. Sin duda la reclamaci¨®n soberanista de algunas fuerzas en Catalu?a pesar¨¢ sobre el nuevo reinado.
Por eso, m¨¢s all¨¢ de las circunstancias de la ceremonia ¡ªafortunadamente prevista de forma austera y aconfesional¡ª, la ciudadan¨ªa aguarda los primeros gestos y palabras del Rey. La renovaci¨®n en la instituci¨®n mon¨¢rquica ofrece la gran oportunidad de movilizar otras energ¨ªas, que falta hacen en un pa¨ªs necesitado de recuperar la confianza y el valor del di¨¢logo como m¨¦todo de soluci¨®n de conflictos. Sin perjuicio de que el primer discurso del Rey haya sido pactado con el Gobierno, al Monarca se le espera en el terreno de la unidad de los espa?oles y en la forma de resolver los problemas que se ciernen sobre la convivencia, y tambi¨¦n en las cuestiones sociales y en los derechos ciudadanos.
El acto fundacional de la nueva ¨¦poca tiene que servir para confirmar la voluntad de Felipe?VI de ser rey de todos los espa?oles, como lo ha sido su padre, y responder a las expectativas de un tiempo nuevo. Don Felipe ya es el jefe del Estado, con todas las consecuencias, hasta el punto de que protagonizar¨¢ el acto del Congreso incluso sin la presencia de su padre. Tiene que tomar la responsabilidad en sus manos desde el primer instante, y en la medida en que el padre ha decidido no asistir a la proclamaci¨®n del sucesor es claro que as¨ª lo desea el propio don Juan Carlos.
A partir de ahora, don Felipe no puede sustituir a las Cortes ni al Gobierno, en donde residen los poderes pol¨ªticos efectivos, pero s¨ª utilizar sus facultades de arbitraje y moderaci¨®n para facilitar un clima favorable a la vuelta al di¨¢logo.
La decidida voluntad de la Corona para impulsar un campo de reformas no puede pasar por alto que el Rey solo cuenta con la auctoritas que sea capaz de ganarse. Como Pr¨ªncipe de Asturias se mantuvo al margen de los episodios lamentables protagonizados por otros miembros de la familia del Rey. A don Felipe hay que exigirle que recupere la imagen de ejemplaridad que la Corona debe dar en todo momento.
El comienzo de un reinado es una gran oportunidad para cambiar el clima de pesimismo de los ¨²ltimos a?os, para alterar los t¨¦rminos del debate. En vez de encastillarse cada uno en sus posiciones y ahondar en lo que divide, hay que aplicarse a reconstruir la vida econ¨®mica y social, abrir los puentes y restablecer los consensos.
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