Cambiar el mundo
No hay que hacer pol¨ªtica de cambio social porque la historia lo exija, sino porque es lo justo
Hay una frase de Karl Marx que sigue siendo subyugante por su redoble, repleta de ecos de movilizaci¨®n y compromiso. Est¨¢ en sus tesis sobre Feuerbach: ¡°Hasta ahora, los fil¨®sofos han intentado explicar el mundo. Se trata de cambiarlo¡±.
Luego est¨¢ el Marx m¨¢s fil¨®sofo y endeble. El que teoriza el desarrollo de las clases sociales y fija en la inexorable victoria del proletariado el final de la explotaci¨®n del hombre por el hombre. Marx analiz¨® con enorme brillantez (y enorme pesadez) su teor¨ªa del valor, con la que pretend¨ªa demostrar matem¨¢ticamente que la explotaci¨®n de la fuerza de trabajo era inherente al proceso productivo. Grandes cabezas de la econom¨ªa, como Piero Sraffa, gastaron a?os de su vida en montar complejos y elegantes desarrollos matem¨¢ticos que intentaban taponar las grietas del pensamiento del fundador.
Ese tiempo se agot¨®. Ni el proletariado ha seguido la senda prevista por Marx ni la ley del valor ha resultado incontestable.
Las econom¨ªas en las que prevalecen la democracia y la transparencia se hacen m¨¢s eficientes
Y en esto lleg¨® Thomas Piketty, que se niega a ser encuadrado como un heredero de Marx, dice que no ha le¨ªdo El capital (no sabe de lo que se ha librado) y acent¨²a todo su desarrollo te¨®rico en el estudio de la desigualdad. El crecimiento de la desigualdad es demostrable e injusto, por lo que hay que luchar contra las tendencias que amparan su enloquecido crecimiento. Un crecimiento que, adem¨¢s, es perjudicial para el sistema.
El asunto funciona. Y tiene la gran ventaja de que devuelve a la pol¨ªtica, desde el uso sensato de los datos reales, la gran responsabilidad de cambiar el mundo. No hay que hacer pol¨ªtica de cambio social porque la historia lo exija, sino porque es lo justo.
La gran virtud del planteamiento de Pikkety, de su desarrollo te¨®rico, tiene sus acompa?amientos en otros frentes que tambi¨¦n son, curiosamente, producto de estudios relacionados con los datos reales, que permiten establecer, con notable solidez, que las econom¨ªas en las que prevalecen la democracia y la transparencia se hacen m¨¢s eficientes.
Todo ese aparato que viene de las matem¨¢ticas, de la sociolog¨ªa, de la estad¨ªstica, est¨¢ sumando un formidable corpus te¨®rico que puede y debe servir para la reconstrucci¨®n pol¨ªtica de la izquierda democr¨¢tica. En Espa?a, tambi¨¦n. Los estudios de Ludolfo Paramio sobre la correlaci¨®n entre democracia y desigualdad en Am¨¦rica Latina son un buen ejemplo. Los desarrollos de Carlos Sebasti¨¢n sobre la relaci¨®n entre crecimiento y democracia en ?frica, otro. Porque sus conclusiones son importables a nuestro pa¨ªs.
Los datos de Piketty, que han puesto nervioso al Financial Times, son un excelente punto de partida para la refacci¨®n de propuestas de la socialdemocracia europea.
Se puede dejar de ser marxista en el planteamiento filos¨®fico de la inevitabilidad del destino que la historia entrega a la clase obrera, pero cabe ser m¨¢s marxistas que nunca en la perspectiva de la tesis sobre Feuerbach: hay que cambiar el mundo. Porque es cada vez m¨¢s injusto.
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