Letizia, reina sin palabras
Como un cuento de hadas, Letizia Ortiz lleg¨® a la vida de los espa?oles m¨¢s all¨¢ de altavoces, micros y c¨¢maras de televisi¨®n. Do?a Letizia, una reina con un pasado poco real y muy ciudadano, asentada ya en un espacio que no le correspond¨ªa, pero al que accedi¨® por amor. Letizia, una periodista acostumbrada a los focos y a las palabras que implican m¨¢s que una acci¨®n por contar. No nos sorprendi¨® con ese ¡°d¨¦jame hablar¡± cuando rega?¨® a don Felipe en la pedida real porque fue un gesto natural, espont¨¢neo, que naci¨® de la necesidad de terminar una frase, como har¨ªa cualquier persona en una conversaci¨®n interrumpida.
La rigidez protocolaria desaparece cuando lo natural se impone. Aqu¨ª se impuso como sello eso mismo, lo natural. Y por natural, cre¨ªble. M¨¢s de diez a?os han pasado desde este momento en el que Letizia estaba pendiente de ense?ar los gemelos a la prensa de don Felipe y en el que la reina Sof¨ªa le cogi¨® el brazo a su hijo para ver esos gemelos que le hab¨ªan regalado. Gestos que se perciben y que nos transmite mensajes m¨¢s all¨¢ de las barreras de la imposici¨®n protocolaria. Gestos necesarios que lideran situaciones, gestos c¨®mplices, amables, amigos. Emociones que se leen, sentimientos silenciados pero impresos en sonrisas. Como la de la reina Letizia.
La sonrisa de Letizia no fue noticia ¨²nicamente en esta ocasi¨®n. Es ya un s¨ªmbolo de identidad. Las formas juegan un papel protagonista perceptible. M¨¢s all¨¢ de elegir un vestido de corto, la comunicaci¨®n de Letizia pasa por algo muy distinto dejando la vestimenta ya en un segundo plano. La elegancia no est¨¢ ¨²nicamente en lo que se lleva puesto sino en c¨®mo se act¨²a en una ocasi¨®n determinada. El d¨ªa de la proclamaci¨®n, Letizia se present¨® ante los espa?oles manteniendo su estilo de princesa. Al contrario que su marido, ella no emiti¨® ninguna palabra, ning¨²n discurso. Pero no le hizo falta. Sus silencios hablan, si cabe, m¨¢s. Desde el primer momento vimos a una reina correcta, acompa?ante de su marido siempre atenta.
En el primer acto del d¨ªa en el Palacio de la Zarzuela, Felipe VI se presenta junto a su padre, nervioso, est¨¢tico, frente a un ya viejo rey demasiado tranquilo a punto de hacer el ¨²nico acto importante encomendado para ¨¦l en ese d¨ªa. Una vez que don Juan Carlos le impone la faja de general a Felipe VI, el reci¨¦n estrenado rey besa a su familia: ¨¦l no es s¨®lo la noticia. Posteriormente, mientras esperan subir al Rolls Royce que los llevar¨¢ al Congreso de los Diputados, intercambian palabras, gestos¡ Una situaci¨®n que frente al nerviosismo de su marido, supo controlar Letizia: acompa?¨® a sus hijas al coche posterior y despu¨¦s ella vuelve para montarse con su marido. Una vez el coche arranca, Felipe se acomoda en el interior, ella le sonr¨ªe y le acaricia el rostro.
En el Congreso de los Diputados pudimos escuchar el discurso de un rey, de nuevo, nervioso. Un discurso m¨¢s que preparado que no ley¨® de seguido, interrumpidos por peque?os errores de exposici¨®n, por silencios incentivados, por palabras emotivas hacia la Reina Sof¨ªa que quiz¨¢s merec¨ªa el protagonismo que en el discurso de abdicaci¨®n del rey Juan Carlos no se dio, y por aplausos a favor de la intenci¨®n que sus palabras llevaban impl¨ªcitas. Y de nuevo aqu¨ª tambi¨¦n vimos la sonrisa de Letizia, un beso y una mano que acarici¨® su rostro. Vimos la sonrisa de Letizia madre tambi¨¦n, siempre atenta de sus hijas, de las dos, donde lo natural se vuelve a imponer. Pero hay que decir tambi¨¦n que este acto estuvo lleno de gestos emotivos, donde la emoci¨®n jug¨® su papel esencial. ¡°Estoy emocionada, mucho¡±, dijo do?a Sof¨ªa, una mujer que al escuchar las palabras de su hijo le tir¨® un beso desde la tribuna de invitados desde la que estaba sentada.
Y despu¨¦s un balc¨®n, el del Palacio Real, el mismo diez a?os despu¨¦s desde el que se asomaron tras el ¡°s¨ª, quiero¡±. Y, de nuevo, Letizia l¨ªder de su propia felicidad y la de su familia, nuevas sonrisas, nuevos gestos de emoci¨®n y de cari?o que proyectan simpat¨ªa e incitan empat¨ªa. Es ella la que ha pasado despu¨¦s de su marido al balc¨®n, esperando a que ¨¦ste saludase primero, dej¨¢ndole el protagonismo a ¨¦l. Un gesto simb¨®lico que delata intenci¨®n. Despu¨¦s ¨¦l se gira y busca a su mujer.
Ella sale al balc¨®n junto a ¨¦l y saludan hasta que llegan sus hijas Leonor y Sof¨ªa. Leonor siempre a la derecha del padre. Un padre que no suelta la cintura de su mujer. 53 segundos ha tardado don Felipe en besarla. Y ella de nuevo, le acaricia el rostro en ese beso. Las formalidades se quedaron aparcadas en la trastienda ese d¨ªa. Un minuto despu¨¦s, entran al balc¨®n don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa, y de ella sale acercarse a su suegro para besarlo tambi¨¦n. Do?a Letizia ha demostrado ser reina sin palabras, con gestos maternales que delatan y sonrisas c¨®mplices de un nuevo tiempo, l¨ªder de sus propios actos.
La comunicaci¨®n no verbal se percibe, se siente. Lo emocional siempre queda en el recuerdo por eso mismo, por emocional. El ¡°nada me honrar¨ªa m¨¢s que los espa?oles se sintieran orgullosos de su nuevo rey¡± eran palabras que Felipe VI necesitaba emitir, as¨ª como marcar el inicio de una ¡°monarqu¨ªa renovada para un tiempo nuevo¡± en un momento en el que la monarqu¨ªa es cuestionada por buena parte de la sociedad. Palabras y verbos que no quiere que caigan en el saco roto de aquellos que piden un refer¨¦ndum, de aquellos que quieren dar su opini¨®n en las urnas porque nunca se les dio la oportunidad. Para convencer y llegar a conquistar tambi¨¦n a esa parte de la ciudadan¨ªa, a Letizia no le hace falta hablar: le basta con su sonrisa.
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