Los Ba?ados se ahogan
La lluvia y la crecida del r¨ªo Paraguay inundan este barrio paup¨¦rrimo de Asunci¨®n, donde viven campesinos emigrados a la ciudad en busca de una vida mejor
No deja de llover en la capital paraguaya, Asunci¨®n, y el nivel del r¨ªo Paraguay no cesa de subir desde hace semanas. El barrio ribere?o conocido como Ba?ados, que se extiende a lo largo de los 15 kil¨®metros de tierra donde se tocan el r¨ªo y la ciudad, all¨ª donde viven los m¨¢s pobres, est¨¢ totalmente inundado. Bajo el agua, las casas y los sue?os de miles de personas. Tambi¨¦n, el vertedero en el que muchos de ellos trabajaban reciclando basura. Ahora, alojados en chamizos provisionales que ellos mismos fabrican con tablas de madera y chapa que la Municipalidad reparte entre los afectados, solo pueden esperar a que el r¨ªo recupere su nivel habitual. Eso podr¨ªa tardar meses.
Desde el cerro Lambar¨¦, en Asunci¨®n, se divisan los tejados de las construcciones anegadas del Ba?ado Sur. All¨ª, incluido el Ba?ado Norte, habitan unas 150.000 personas, seg¨²n c¨¢lculos de algunas ONG que trabajan en estos barrios. Pero son estimaciones, porque no existe censo de la zona y la poblaci¨®n no deja de crecer ante el aumento de la emigraci¨®n del campo a la ciudad en busca de una supuesta vida mejor. La mayor¨ªa de ellos acaba residiendo junto al r¨ªo, en la zona baja de la ciudad, porque sin recursos para alquilar o comprar una casa, es donde se pueden asentar informalmente. ¡°Aqu¨ª no deber¨ªa vivir nadie. Cada a?o se producen inundaciones. Y cada cierto tiempo son muy importantes. Este mismo desastre ocurri¨® en 1983, 1997 y ahora otra vez¡±, explica William Parra, miembro de Oxfam Interm¨®n que desarrolla un programa de prevenci¨®n de riesgo ante desastres naturales con la poblaci¨®n de la zona, financiado por el?Departamento de Ayuda Humanitaria de la Comisi¨®n Europea.
Pese a que el problema se repite con mayor o menor intensidad cada invierno, las autoridades no toman medidas, denuncian las ONG. Nadie se acuerda de los Ba?ados hasta que se inundan. Entonces, se plantean soluciones que nunca se materializan. Parra cree que la Municipalidad (el Ayuntamiento) deber¨ªa reubicar a las familias en otro punto de la ciudad o levantar unos metros el barrio entero con tierra para que las crecidas del Paraguay no llegasen a las casas. ¡°Podr¨ªan decidir hacerlo ma?ana o no hacerlo nunca¡±, lamenta Parra. ¡°Ya llevan aqu¨ª much¨ªsimos a?os y nada se ha hecho¡±.
Adem¨¢s del desag¨¹e de la ciudad, al estar en una zona m¨¢s baja, Ba?ados es literalmente el vertedero. La basura es el medio de vida de muchos de sus pobladores, recicladores obligados. Pero tambi¨¦n se ha convertido en un dique para el agua cuando hay inundaciones, dej¨¢ndola all¨ª estancada durante semanas.
Ante la inacci¨®n pol¨ªtica y la falta de respuestas a largo plazo de las autoridades para resolver la dram¨¢tica situaci¨®n de los vecinos, Oxfam Interm¨®n, Cruz Roja y Plan Internacional, en colaboraci¨®n con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Asunci¨®n, desarrollan desde 2013 un programa para ense?ar a los habitantes del barrio a evitar riesgos en caso de desastres naturales como el que ahora est¨¢n viviendo.
Ch¨¢ke Ou es una llamada de alerta en guaran¨ª. "Cuidado que viene¡±. Es el lema del proyecto que consiste en formar a l¨ªderes de la comunidad para que sean ellos los que hagan pedagog¨ªa con sus vecinos. ¡°Les tienen que ense?ar tres cuestiones importantes: identificaci¨®n de riesgos, evaluaci¨®n de las rutas de escape y finalmente, que sepan buscar sitios seguros¡±, detalla William Parra.
Ofelia Ribero, de 39 a?os, es una de esas l¨ªderes voluntarias de Ch¨¢ke Ou que ayudan a la comunidad local para evitar que las inundaciones les pille desprevenidos y que sucedan tragedias personales o materiales. ¡°Ahora me ha tocado a m¨ª¡±, dice mirando al cami¨®n que se lleva todas sus pertenencias a su nueva casa provisional. La suya propia, donde habita desde hace casi una d¨¦cada, est¨¢ anegada. ¡°En 1997 ya resid¨ªa aqu¨ª y fue terrible porque el torrente de agua bajaba desde Asunci¨®n y arrasaba con todo. Mi marido tuvo que atarme a este poste para no me llevara¡±, recuerda Ofelia. ¡°Ahora hay m¨¢s ayuda que entonces¡±, reconoce.
Recuerda que lleg¨® a la capital desde el interior del pa¨ªs porque en el campo no hab¨ªa trabajo. Empez¨® como empleada de hogar en una casa, pero el sueldo no le daba para pagar el alquiler. ¡°Me hablaron de este barrio y me comentaron que el terreno se pod¨ªa ocupar. No sab¨ªa que era una zona inundable¡±, detalla. Ahora lo sabe, pero no se marcha porque ?ad¨®nde ir? Ese es su hogar. Lo era. Porque en los pr¨®ximos meses se alojar¨¢ en el habit¨¢culo que ella y sus cinco hijos construir¨¢n en el campamento de desplazados con las maderas, la chapa y los puntales que reparte la Municipalidad. Pero el material empieza a escasear. Ya son 75.000 las personas que han tenido que abandonar sus viviendas y necesitan un lugar donde quedarse, seg¨²n ha comunicado a EFE la Secretar¨ªa de Emergencias Nacional (SEN). La MUnicipalidad informa, sin embargo, que hasta el pasado 24 de junio hab¨ªa asistido a 14.685 familias en situaci¨®n de riesgo. Algunos optan por alojarse en casa de alg¨²n pariente, pero la mayor¨ªa permanece en los refugios provisionales en los que, a pesar de que el organismo local ha dotado de electricidad y ha instalado ba?os port¨¢tiles, permanecen en condiciones insalubres, sin m¨¢s cobijo que una chapa para resguardarse del fr¨ªo, la humedad y la lluvia.
En el campamento donde ir¨¢ a parar Ofelia est¨¢ ya alojada Eduarda, madre de tres hijos. Uno de ellos, Lino, est¨¢ desmontando el chamizo en el que viven desde hace dos semanas, cuando su vivienda qued¨® sumergida casi hasta el techo. TEl agua ha llegado tambi¨¦n a la zona en la que se ha instalado la familia. ¡°Si no nos vamos esta misma noche volveremos a estar inundados¡±. Sus pocas pertenencias quedan al desnudo a golpe de martillo, sin romper ninguna tabla porque tendr¨¢n que montar la casa de nuevo en otro lugar del campamento. Un armario ro¨ªdo, un colch¨®n y una peque?a nevera son los objetos m¨¢s valiosos. Todo el inventario.
¡°Aquella era nuestra casa¡±, se?ala Eduarda uno de los tejados que asoman en el agua, al otro lado de la balsa de agua y basura que se han quedado estancadas donde antes solo hab¨ªa arena. Resid¨ªan all¨ª desde hace seis a?os cuando emigraron desde el pueblo. ¡°Vinimos a buscar mejores condiciones¡±, explica la mujer. De sus tres hijos, Lino es el que sostiene econ¨®micamente a la familia trabajando de manera informal como alba?il. Como ellos, la mayor parte de la poblaci¨®n de Ba?ados son campesinos emigrados y muchos trabajan en la econom¨ªa sumergida. Otra vez el vertedero situado en la zona sur del barrio, la soluci¨®n.
Es el caso de Cintia Carolina Duarte, de 33 a?os, quien vive en Ba?ados desde hace cinco. Ella tambi¨¦n tendr¨¢ que desmontar su vivienda provisional. El agua ha subido tanto, que ya est¨¢ a menos de un metro de las paredes de madera que delimitan los escasos 10 metros cuadrados en los que convive con sus cinco hijos y su pareja. Se instalaron alejados de la zona segura determinada por el Ayuntamiento porque all¨ª no pueden tener animales y la familia no quiere desprenderse del caballo que utilizan para el transporte de basura para el reciclaje. Tampoco del cerdo, cuatro lechones y las gallinas.
¡°El problema no es solo alojarlos, es que los animales transmiten enfermedades¡±, explica Parra, de Oxfam. Adem¨¢s de los cerdos, gallinas y caballos que pululan por los campamentos de desplazados, campan cientos de perros con sarna. Pero el mayor peligro para la salud p¨²blica all¨ª son, con diferencia, los mosquitos. Con la humedad se han multiplicado y transmiten el dengue a la poblaci¨®n. Ante la aparici¨®n de varios casos, el Servicio de Erradicaci¨®n del Paludismo del consistorio (Senepa), ya est¨¢ fumigando la zona. Y voluntarios y funcionarios del Consejo Municipal para Emergencias y Desastres de Asunci¨®n (Comueda) limpian la zona.
¡°El fr¨ªo es impresionante con esta humedad. Y no tenemos v¨ªveres ni ropa¡±, se queja Cintia. Ella fue testigo de c¨®mo hace una semana muri¨® en un incendio una peque?a de dos a?os en una de las chabolas vecinas. ¡°Fue por una vela. Pero cuando vimos el fuego ya no pudimos hacer nada por ayudarla¡±, relata. ¡°Es triste la vida del pobre¡±, dice volviendo la mirada a la que hasta hace nada era su casa.
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