Cultura de la mordida
Este mal h¨¢bito se manifiesta de muchas formas. Est¨¢ el mordisco canino, como el de Luis Su¨¢rez, pero tambi¨¦n las mordidas millonarias vistas en Baleares o Valencia, de las que no conocemos la sanci¨®n
Nuestros chicos de la selecci¨®n se quedaron sin conocer el sabor de los colmillos de Luis Su¨¢rez, el antih¨¦roe que para muchos es ahora el notici¨®n del Mundial. ?Qu¨¦ debe pasar por su cabeza antes de lanzarse a morder a sus contrincantes? ?Somos m¨¢s propensos los latinos a la mordida que los anglosajones? La sanci¨®n ha sido un mordisco de cuatro meses sin jugar y otro de 82.000 euros de multa. Quiz¨¢ no baste para quitarnos este mal h¨¢bito, que se manifiesta de muchas formas en nuestra cultura. Est¨¢ el mordisco canino, como el de Su¨¢rez, pero tambi¨¦n las mordidas millonarias que hemos visto en Baleares o en Valencia. O las que en la prensa norteamericana le adjudican a la propia FIFA, que parece hacer caja con todo lo que se mueva en sus Mundiales. Incluso esas mordidas a las que no sabes c¨®mo negarte, tipo las Sicav de los eurodiputados que optaron por tener una en Luxemburgo y evitar pagar impuestos. Para todas esas mordidas a¨²n no conocemos la sanci¨®n. Puede que a Su¨¢rez le muerdan un poquito por todas ellas.
Al final todos sufrimos en carne propia la cultura de la mordida. A casi todo le hincamos el diente o nos lo hincan. El caso N¨®os empez¨® como un mordisqueo de sus socios que cada mes acumula m¨¢s sinsabores en los molares de sus afectados. El juez Castro y el fiscal Horrach iniciaron el caso como amigos y ahora se ense?an los dientes a punto de imitar al delantero Su¨¢rez. La corona real, no la de los dientes, ha pasado de padre a hijo, pero ¡°El Martirio¡± (como llaman en La Zarzuela al proceso judicial) permanece mientras Cristina e I?aki mantienen su calendario de paseos por Ginebra, vestidos con el confort de un anuncio de rebajas de verano. No sonr¨ªen mucho, evitando mostrar dientes, alguien les habr¨¢ sugerido que eso puede aumentar la irritaci¨®n, pero algo s¨ª ha cambiado: Cristina ha pasado de hija a hermana, lo que quiz¨¢ la haga un pel¨ªn m¨¢s vulnerable. No es igual el amor de padres e hijas, en el que siempre se recuerda el primer diente, que el de hermanos y sobre todo cu?adas, donde hay m¨¢s propensi¨®n a una impulsiva dentellada similar a la de Luis Su¨¢rez. Con o sin dolor de muelas, hay que reconocerle a Cristina su inalterable impasibilidad. Nada la altera, ni que la obligaran a ver la proclamaci¨®n de su hermano por televisi¨®n ni ser la persona m¨¢s recordada de los 3.000 representantes precisamente por no estar invitada. Cuando todo esto pase, que pasar¨¢, podr¨ªa convertir ese autocontrol en un curso de formaci¨®n. U ofrecer servicio psicol¨®gico deportivo a Luis Su¨¢rez para que controle su naturaleza.
Isabel Pantoja, que ha mordido la soledad de una celda e hizo celebre la frase ¡°Dientes, dientes, es lo que les gusta¡±, esquiv¨® la c¨¢rcel y tiene un problema menos con la justicia. Pero su gesti¨®n particular de la emancipaci¨®n de Chabelita es una muela del juicio que se resiste a salir. Mientras el recambio generacional se extiende por las dinast¨ªas (los Thyssen, los Borb¨®n, el PSOE), la joven hero¨ªna del matriarcado en Cantora ya gestiona su fama con la desenvoltura que le da pertenecer a una generaci¨®n que no tiene problemas con la industria de la celebridad. Para Chabelita, la fama es poder e independencia, que le permiten lucrarse personalmente de forma legal, no como otras, y facilita que su novio tambi¨¦n lo haga. Para ella, la fama no es una cuesti¨®n de ejemplaridad o de escoger entre la seria carrera de fondo o el pan para hoy, hambre para ma?ana. Ese era un dilema para la generaci¨®n de su madre, no en la suya. En las nuevas generaciones, la celebridad ya no es una meta, sino un mordisco.
Telecinco est¨¢ encantada de abrir espacio en sus filas para acoger no solo a Chabelita, sino al padre de su hijo, Alberto Isla. El padrinovio fue a Hable con ellas, pero estuvo algo t¨ªmido ante las entrevistadoras, haci¨¦ndolas quedar como si fueran seguidoras de Luis Su¨¢rez. Con el enchufe de los Pantoja en Telecinco pasa m¨¢s o menos lo mismo que en el Tribunal de Cuentas, donde la plantilla est¨¢ llena de cu?adas, yernos y sobrinos. Pero en la cadena privada, el pantojismo entretiene, trabaja y cobra dibujando y desdibujando un mapa de la familia espa?ola que ni Machado, Aresti, Espriu o Castelao pudieron imaginar. Hay cosas que nunca cambian: las cuentas, la familia y la picaresca est¨¢n ah¨ª para transformar cualquier mordida en una sonrisa.
Mientras los nuevos Reyes encajan como pueden lo que sigue fermentando en el caso N¨®os, tuvieron un detallazo al recibir a nuestra admirada Boti Garc¨ªa, presidenta de FELGTB, la ONG dedicada a velar por los derechos del colectivo gay, l¨¦sbico y transexual. Hace pocos a?os supimos que a la Reina, Sof¨ªa, le molestaba la demostraci¨®n del Orgullo Gay porque lo consideraba ¡°fuera de lugar¡± (La Reina muy de cerca, Pilar Urbano), pero Letizia y Felipe moldean su imagen con gestos m¨¢s acordes a los tiempos. Estar a bien con el colectivo LGTB es casi tan importante como tener un buen wifi en casa. Y seguramente Letizia reconozca, antes que otras monarcas, aquello de que detr¨¢s de cada gran mujer hay, por lo menos, dos orgullosas y sonrientes reinonas.
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