Los siete peores disgustos que te puede dar un hotel
?Cobrar por tener WiFi en pleno 2014? ?Enchufes a seis millas de la cama? Siete miedos que igual se cumplen en vacaciones
A veces la diferencia entre un establecimiento hotelero que recomendar¨ªamos a nuestros amigos y otro que aconsejar¨ªamos a nuestros enemigos son peque?os detalles que no tienen que ver con el n¨²mero de estrellas. Aqu¨ª va una enumeraci¨®n los siete peores disgustos que te puede dar tu hotel (excluyendo hechos denunciables al ministerio de Sanidad y coincidir en la misma planta con tu jefe o tu ex o ambos).
1. Un WiFi de la edad de piedra. ?Por qu¨¦ en pleno 2014 todav¨ªa hay hoteles que pretenden cobrar a siete euros la hora una conexi¨®n a Internet que a ellos les cuesta como mucho 30 euros al mes? Y todav¨ªa existen escenarios m¨¢s grotescos: que exista un WiFi gratuito y m¨¢s lento que una tortuga coja, y otro Premium a precio de langosta del Ed¨¦n servida en el desierto del Gobi. A veces sucede incluso que solo hay un tipo de conexi¨®n y es tan pleistoc¨¦nica que si te pasas por recepci¨®n puedes o¨ªr c¨®mo se conecta el modem. ?De qu¨¦ sirve que cuando entres en tu habitaci¨®n te encuentres con una reproducci¨®n de la catedral de Santiago en toallas de ba?o si no puedes subir a Instagram la foto? ?Es que todav¨ªa hay empresarios que no han entendido que una de las razones principales por las que la gente se va de vacaciones es para dar envidia a los que no pueden a trav¨¦s de sus redes sociales? ?Y qu¨¦ decir de los mails con asunto inquietante y que puedes ver en el m¨®vil pero tardas cinco horas en descargar? Pongamos que acaba de llegar a su lugar de vacaciones y justo en ese momento entra en su buz¨®n un mail de su jefe que reza: ¡°Te adjunto el mail que me acaba de mandar el director sobre ti¡±. Si usted es una persona equilibrada y segura puede ducharse, deshacer la maleta, vestirse, ir a cenar, a tomar una copa, conocer al hombre/mujer de su vida, contarle su biograf¨ªa y los secretos m¨¢s oscuros de su coraz¨®n y quiz¨¢, cuando vuelva a la habitaci¨®n, el fichero se habr¨¢ descargado a medias. Si es usted una persona con tendencia a la neurosis, vaya avisando a Lars von Trier, que est¨¢ a punto de darle mucho que filmar.
2. Colchones de pesadilla. Mucha gente piensa que duerme mal en los hoteles porque no est¨¢ en su casa, pero muchas veces lo que sucede es que el colch¨®n es tan blando como una rebanada de pan de molde o tan fino como una hoja de peri¨®dico. Mucha gente solo pasa por el hotel para dormir y ducharse, escatimar en la calidad del colch¨®n y las almohadas es contraproducente: un cliente que descansa mal es un cliente que se cabrea m¨¢s. Con respecto a la ducha, las mayores quejas se centran en la presi¨®n del agua. Llegar sudado, con salitre y pringoso por el protector solar y que al meterte bajo la alcachofa caiga un hilo de agua como el escupitajo de un braquiosario termina con el veraneante emulando pr¨¢cticas brit¨¢nicas de posguerra. Es decir, llenando una taza de agua para aclarase el pelo. Glamour a tope.
3. Enchufes lejanos. Hace ya tiempo que la mayor parte de los mortales desterramos los despertadores para levantarnos al arrullo de alarma del m¨®vil. Pero a¨²n hay muchos hoteles que no han instalado enchufes cerca de la mesilla de noche, lo que provoca situaciones m¨¢s propias de una comedia de Sandra Bullock: suena la alarma, uno da un manotazo inconsciente (y doloroso) a la mesita, descubre que no hay m¨®vil que apagar, se lanza medio dormido a la b¨²squeda del tel¨¦fono, a oscuras, en una habitaci¨®n que casi no conoce, choc¨¢ndose con objetos de variadas formas y capacidad lesionante en el proceso. Una forma deliciosa de empezar el d¨ªa. Eso sin hablar de que la falta de enchufes cerca de la cama nos impide guasapear desde el lecho, ese placer/patolog¨ªa sin el que ya no podemos vivir.
4. Temperatura ambiente (seg¨²n los par¨¢metros de Alaska). Llegar a una habitaci¨®n y que est¨¦ a menos grados de los que el ministerio de Industria recomienda siempre es un placer. Pero pasados cinco minutos, la cosa empieza a ser inc¨®moda. Llevar chaqueta de punto cuando afuera los pajaritos mueren asfixiados no es algo ni energ¨¦tica ni vitalmente sostenible. A veces, desactivar el aire acondicionado es f¨¢cil. Otras, parece m¨¢s complicado que hacer despegar la Enterprise con un manual en cir¨ªlico. ?La soluci¨®n? Marcar el nueve y llamar a recepci¨®n para que alg¨²n empleado amable nos ayude antes de que nos encari?emos con los ping¨¹inos que se han hecho fuertes en la ba?era. El amable empleado llega, nos mira con el desprecio de quien ha decidido que tenemos demasiada fortuna para nuestra inteligencia, le da al bot¨®n m¨¢s grande que hace cinco segundos no funcionaba y termina en un segundo con el aire g¨¦lido y nuestra reputaci¨®n.
5. El secador testimonial. Que s¨ª, que ya sabemos que la gente roba en los hoteles, desde las toallas hasta los apliques para la luz, pero esto no es excusa para no contar con un secador como Vidal Sasson manda. Muchos tienen una especie de tubo atornillado a la pared que da un poco aprensi¨®n usar por su semejanza a la manguera articulada de una aspiradora; otros, un aparato decimon¨®nico con la potencia de un molinillo de caf¨¦ en el fondo de un estanque. Uno lo enciende y es como si un colibr¨ª te estuviese soplando el pelo. No cumplen su funci¨®n y no solo te obligan a salir a la calle con el pelo mojado (cosa que no reviste demasiada importancia en verano) sino con el pelo encrespado (que tiene una importancia hist¨®rica).
6. Vecinos y amigos. Muchas habitaciones est¨¢n comunicadas por puertas que, cuando no son reservadas por familias/amigos/grupos se cierran para convertirlas en individuales e independientes. El problema es que, a veces, los vecinos acceden a tu habitaci¨®n aunque la puerta est¨¦ cerrada. Y no es que sean esp¨ªritus o v¨¢ndalos, es que desde tu cama puedes o¨ªr perfectamente lo que sucede en la suya. Hay quien puede disfrutar esta falta de insonorizaci¨®n, pero luego hay que verse las caras en el ascensor, el desayuno buffet o la piscina y saber que todos sabemos lo que hacemos este verano.
7. El minibar de la humillaci¨®n. Que tu habitaci¨®n tenga una neverita en el suelo no constituye un disgusto. Es lo normal, hasta una suerte. Una tentaci¨®n si nos ponemos tontos. Pero pi¨¦nselo bien, cuando se imaginaba a s¨ª mismo en sus vacaciones so?adas no era de rodillas prepar¨¢ndose un gin tonic con botellines. Elevar la nevera y situarla a la altura de nuestro tronco, eleva tambi¨¦n nuestra autoestima y la imagen que nuestro compa?ero de habitaci¨®n tiene de nosotros. Lo llaman consideraci¨®n y no lo es.
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