?Hemos aprendido de los Objetivos de Desarrollo del Milenio?
Es cierto que en estos casi quince a?os se han experimentado avances, pero el cumplimiento ha de calificarse de muy insuficiente en una visi¨®n global
Naciones Unidas ha presentado su informe sobre el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), a tan solo un a?o del final del periodo marcado para conseguir reducir dr¨¢sticamente la pobreza y el hambre en el mundo y avanzar en otros objetivos sociales.
El balance presentado es excesivamente optimista. Es cierto que en estos casi quince a?os se han experimentado avances, pero el cumplimiento ha de calificarse de muy insuficiente en una visi¨®n global. Algunas de las mejoras se hab¨ªan conseguido antes de 2000 (el punto de partida para los datos era 1990). Pero incluso si se hubieran alcanzado todos los objetivos, no debemos olvidar que ya en 2000 ¨¦ramos muchos quienes los consider¨¢bamos insuficientes.
El proceso ha tenido muchos aspectos positivos. En los pa¨ªses del Sur, especialmente, ha permitido una mejor conciencia de los gobiernos y la opini¨®n p¨²blica, ha orientado m¨¢s adecuadamente la fijaci¨®n de prioridades y ha posibilitado en muchos pa¨ªses mejoras notorias en la reducci¨®n de la pobreza, en educaci¨®n y en sanidad. Los ODM han sido importantes tambi¨¦n para que la ONU y las agencias de cooperaci¨®n fijaran sus pol¨ªticas acordes con los criterios que definen.
La cuantificaci¨®n de las metas ha permitido el seguimiento efectivo del proceso. Que Naciones Unidas presente peri¨®dicamente los datos de evoluci¨®n del grado de (in)cumplimiento de los ODM y que el Banco Mundial se haya involucrado desde el primer momento con la declaraci¨®n del Milenio, tambi¨¦n ha de considerarse positivo.
La evoluci¨®n global oculta que el ¨¦xito de unos pocos pa¨ªses grandes, como China o India, determina el cumplimiento global de alguno de los objetivos, aunque la situaci¨®n en buen n¨²mero de pa¨ªses haya empeorado o se haya estancado. Am¨¦rica Latina-Caribe, Asia Oriental y Norte de ?frica nos presentan un predominio optimista, frente al claramente negativo de ?frica Subsahariana y Asia Occidental.
En todo caso, predominan los incumplimientos sobre los resultados satisfactorios. Y los ¨¦xitos y los fracasos se reparten de forma desigual. Los datos menos negativos se?alan a educaci¨®n, sanidad y salubridad, lo que ha de celebrarse puesto que son objetivos de enorme importancia presente y de cara al futuro. El fracaso es total en el uso de los recursos naturales.
Es inadmisible que (son datos que entresacamos del informe de Naciones Unidas):
- Una de cada cinco personas en las regiones en desarrollo sigue viviendo con menos de 1¡¯25 d¨®lares al d¨ªa (pobreza extrema).
- El empleo vulnerable en el Sur representa el 56% de todo el empleo (10% en el Norte).
- 842 millones de personas sufren hambre cr¨®nica, y la mejora en la ¨²ltima d¨¦cada ha sido m¨¢s lenta que en los 90.
- Uno de cada cuatro ni?os sufre retraso en el crecimiento.
- En 2013, 300.000 mujeres murieron por causas relacionadas con el embarazo o el parto, a pesar de que contamos con los medios para evitar que mueran
- 748 millones de personas todav¨ªa utilizan fuentes de agua no apta para el consumo
- En 2012, 863 millones de residentes urbanos viv¨ªan en tugurios (650 millones en 1990).
La experiencia y los conocimientos obtenidos en este proceso facilitar¨¢n la continuaci¨®n de los avances futuros. Por ello es muy importante conseguir que la agenda post-2015 subsane los errores detectados.
Los objetivos irrenunciables para el nuevo periodo han de ser erradicar la pobreza extrema (en 2000 se fij¨® tan solo reducir a la mitad) y el hambre, as¨ª como reducir las desigualdades mundiales. Este segundo aspecto, tan olvidado habitualmente, es condici¨®n necesaria para consolidar paulatinamente una estabilidad en las pol¨ªticas de lucha contra la pobreza en el mundo.
Si en las variables claras ponemos el objetivo en la erradicaci¨®n absoluta, ya no podremos escudarnos en medias, sino que debemos poner el centro de atenci¨®n precisamente en los m¨¢s desfavorecidos, en las regiones y pa¨ªses que presentan m¨¢s altos ¨ªndices de pobreza y hambre.
No basta con fijar objetivos si los factores institucionales no juegan en la misma direcci¨®n. Los compromisos han de involucrar tanto a los pa¨ªses del Norte como del Sur. Entre otras razones, porque es impensable conseguir objetivos ambiciosos de desarrollo humano y sostenible si no se afronta de una vez la revisi¨®n del sistema de gobernanza global, de las regulaciones comerciales y del sistema financiero internacional o la erradicaci¨®n de los para¨ªsos fiscales. La aprobaci¨®n de los Objetivos de Desarrollo para el nuevo periodo ha de ser la ocasi¨®n para comprometer definitivamente esos cambios estructurales que vienen proclam¨¢ndose como urgentes desde 2009.
En esa misma l¨ªnea, debe aprovecharse el debate para definir correctamente qu¨¦ entendemos por desarrollo humano y sostenible. El crecimiento no puede convertirse en el ¨²nico indicador. Un crecimiento que margina los derechos sociales, la sostenibilidad ambiental o la desigualdad, no puede considerarse un avance sino un retroceso en el bienestar general.
Es preciso fijar objetivos diferenciados entre pa¨ªses en los que las necesidades b¨¢sicas son las prioritarias, y pa¨ªses que han alcanzado buena parte de esos objetivos y se enfrentan a otros retos que tienen que ver m¨¢s con la fragilidad institucional, el desempleo estructural, la dependencia financiera o la debilidad del Estado.
Es necesario, efectivamente, recuperar el papel de los Estados como garantes de los derechos de la ciudadan¨ªa. Para ello, debe restaurarse su legitimidad, desgastada por la ideolog¨ªa ultraliberal que impone los intereses de una minor¨ªa a las necesidades y los derechos de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
Por esa misma raz¨®n, hay que denunciar el creciente papel que las grandes trasnacionales y sus fundaciones est¨¢n asumiendo en varios de los programas y procesos en marcha en Naciones Unidas, en especial en los relacionados con temas como la alimentaci¨®n, el agua o la energ¨ªa. Ello supone la imposibilidad de debatir sobre modelos alternativos al actual, al incorporar al sector privado empresarial como parte de la soluci¨®n sin reconocer que tambi¨¦n es parte del problema. Adem¨¢s, su participaci¨®n implica riesgos que son soportados por el sector p¨²blico, mientras los beneficios son para los inversores privados y las empresas. El sector privado empresarial no asume responsabilidades ni rinde cuentas. Adem¨¢s, existe un evidente desequilibrio de poder entre las partes, por no hablar de la ausencia total de democracia en esta nueva gobernanza global.
Por tanto, deber¨ªa fijarse un nuevo marco de rendici¨®n de cuentas, que asegure que los intereses de las partes implicadas, especialmente los de los participantes con mayor poder, est¨¦n verdaderamente alineados con los principios universales que establece la Carta de Naciones Unidas.
Desgraciadamente, las guerras provocan diariamente desplazados, hambre, enfermedades y empobrecimiento. La prevenci¨®n de conflictos y aportar soluciones eficaces para mitigar sus efectos negativos deben incluirse entre los objetivos de futuro.
Los Objetivos del Milenio han sido un primer paso importante. Como tal primer paso, no debemos descorazonarnos por sus resultados insuficientes. Pero debemos aprender de los a?os transcurridos para fijar una agenda post-2015 ambiciosa, realista y asentada sobre bases firmes.
Juan A. Gimeno es Presidente de Economistas sin Fronteras y miembro de la Plataforma 2015 y m¨¢s.
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