Salif Keita: el pr¨ªncipe y su banda
Hace 40 a?os, Les Ambassadeurs abrieron, desde Mal¨ª, los sonidos de ?frica al mundo Viajamos a Bamako para asistir al renacimiento de una banda legendaria El grupo que catapult¨® a la voz de oro africana y a Amadou&Mariam llega a La Mar de M¨²sicas
Hay un momento en que un sonido escalofriante estalla en un espacio casi a oscuras de un barrio de Bamako, la capital de Mal¨ª. Ocurre cuando un negro albino desata su garganta sobre el ritmo hipn¨®tico que entretejen quienes manejan teclados, bajo, guitarra, bater¨ªa y dos instrumentos netamente africanos, el n¡¯goni y la calabaza.
Entonces desaparecen los ni?os que venden fruta o agua sobre el barro rojizo ah¨ª fuera, se esfuman las cifras de la pobreza y enmudecen los ecos de la guerra.
Con ese canto cristalino de Salif Keita y la energ¨¦tica m¨²sica de Les Ambassadeurs, una orquesta legendaria reconstruida ahora, casi 30 a?os despu¨¦s de su desaparici¨®n, Bamako ya no es el calor, el polvo o lo que la miseria roba; esa peculiar banda sonora vitalista, luminosa, hace que la ciudad se torne en tu cabeza en una coreograf¨ªa industriosa de motos y coches que recorren las calles jugando con el r¨ªo N¨ªger.
Pero para llegar hasta esta epifan¨ªa a la que es imposible hurtar un baile y que ha sido desplegada ante unos pocos privilegiados que asisten a los ensayos del grupo (el joven t¨¦cnico de sonido, la hija del viejo bajista o los guardaespaldas de Keita, que no han dudado en sacar el m¨®vil e inmortalizar el momento) han tenido que pasar 40 a?os, muchos viajes, una huida in extremis, colaboraciones con m¨²sicos de medio planeta, carreras olvidadas al volante de un autob¨²s, horas de convivencia y cari?o, y muy al principio, una rivalidad.
La competencia entre la ¡®gare¡¯ y el motel. La estaci¨®n de ferrocarril de Bamako es una mole de ladrillo con aire fantasmal. Parecer¨ªa en desuso si no fuera porque en una pizarra se anuncia, con fecha de 28 de junio de 2014, la salida de un convoy. En una esquina, un letrero indica la entrada al hotel Buffet de la Gare y a una explanada con ¨¢rboles en la que solo se atisban dos lagartijas con el lomo azul. ¡°De peque?o me escapaba para ver tocar ah¨ª a la Rail Band¡±, dice, p¨ªcaro, el subdirector del hotel, que, sorprendentemente, contin¨²a abierto pese a su aspecto arrumbado. Se?ala un peque?o escenario decorado con los tres colores (verde, amarillo y rojo), casi irreconocibles, de la bandera de Mal¨ª. ¡°Salif Keita cantaba por los bares hasta que lleg¨® aqu¨ª¡±. El ministro de los ferrocarriles del Gobierno que surgi¨® del golpe de Estado de 1968, el teniente coronel Karim Demb¨¦l¨¦, apadrin¨® una orquesta para animar las noches en el local. Y la privilegiada voz del albino interpretaba canciones mandinga.
No muy lejos de la estaci¨®n, el propietario del tambi¨¦n estatal Motel de Bamako, convencido por el n¨²mero dos de la Junta Militar, el temible Ti¨¦koro Bagayoko, fund¨® una orquesta con los mejores m¨²sicos del oeste de ?frica. El prop¨®sito era id¨¦ntico. Amenizar las veladas de una exclusiva e internacional clientela. All¨ª, junto al r¨ªo y bajo los ¨¢rboles cargados de mangos, como relata el experto en m¨²sicas africanas Andy Morgan, bailaban diplom¨¢ticos, expatriados, viajeros, prebostes del r¨¦gimen, prostitutas finas y el propio Bagayoko, un ardoroso aficionado que alguna vez sac¨® su rev¨®lver para reclamar sitio en la pista con un par de disparos al aire.
¡°Se constituy¨® con gente de Senegal, Burkina Faso, Ghana, Guinea, Costa de Marfil o Mal¨ª¡±, rememora el pianista, cantante y compositor Idrissa Soumaoro, de 64 a?os, ya retirado como inspector general de ense?anzas musicales del pa¨ªs. ¡°Por eso se les llam¨® Les Ambassadeurs, cada uno representaba su cultura¡±.
La Rail Band y Les Ambassadeurs conviv¨ªan en una amistosa rivalidad. La primera preservaba el arte de los griots, los juglares que narraban la historia, pero hac¨ªan incursiones en la salsa y el jazz. La segunda buscaba la sinton¨ªa con lo que escuchaban los j¨®venes malienses vestidos con pantal¨®n de campana y grandes gafas de sol: The Beatles, The Rolling Stones, Santana, Otis Redding o Celia Cruz. Aquel ramillete de talento pronto empez¨® a evolucionar desde las versiones (atacaban todo tipo de m¨²sica: salsa, rock, afrobeat, m¨²sica francesa) hacia la composici¨®n, cuando se incorpor¨® el propio Idrissa y el gran guitarrista Manfila Kant¨¦, que ser¨ªa el l¨ªder de la orquesta.
¡°Les Ambassadeurs ven¨ªan a mi casa y dorm¨ªan all¨ª, sal¨ªamos juntos, ¨¦ramos amigos¡±, cuenta Salif Keita. ¡°Mi ¨ªntimo era Ousmane Dia, muy buen cantante. Vi que podr¨ªa aprender mucho de ¨¦l. Pero yo estaba en la otra banda, y contaban conmigo¡±. Una disputa allan¨® el camino. ¡°Lo m¨ªo era la m¨²sica tradicional, pero aprend¨ª mucho. Fueron una buena escuela para m¨ª¡±. Corr¨ªa el a?o 1973. El supergrupo se encaminaba a su leyenda.
Entre Hendrix y Pacheco. Entra Salif Keita a la sala insonorizada (ha sido el ¨²ltimo en llegar, con casi una hora de retraso) con paso seguro, marcando distancias. Vestido con un atuendo tradicional claro que apenas destaca de su piel despigmentada. Ha llegado un noble, el descendiente directo de Sundiata Keita, fundador del imperio de Mal¨ª en el siglo XIII, cuya extensi¨®n cubr¨ªa buena parte del oeste de ?frica. Salif, de 64 a?os, es una rareza, no solo por ser blanco en un pa¨ªs que escupe al paso de los albinos para conjurar la mala suerte. Aunque su padre era un campesino de Djoliba, un pueblo cercano a Bamako, su linaje le imped¨ªa dedicarse a lo que m¨¢s amaba: ser un griot destinado a exaltar las bondades de poderosos y nobles como ¨¦l mismo. Escap¨® a la capital, donde los bares en los que cantaba y una estera en el mercado fueron su hogar.
Hoy se sienta en un gastado sof¨¢ de terciopelo junto a las j¨®venes coristas aqu¨ª en Moffou, un centro cultural que ¨¦l fund¨® hace varios a?os con estudio de grabaci¨®n, radio y otra sala de conciertos. Le acompa?an un par de guardaespaldas (su entourage asegura que teme a la ira de su exesposa) y otro albino, un artesano a quien ha apadrinado y que trabaja en su fundaci¨®n para combatir la enfermedad. Keita pide que se repita el tema donde se quedaron el ¨²ltimo d¨ªa de ensayos para la gira europea que les llevar¨¢ este verano a 9 pa¨ªses en 10 conciertos; entre ellos, el del Festival La Mar de M¨²sicas en Cartagena (Murcia) el 25 de julio. Sigue el ritmo con el pie envuelto en una babucha y mueve los labios repicando la letra de la canci¨®n en bambara, la lengua m¨¢s com¨²n en Mal¨ª.
La mayor¨ªa de los 12 m¨²sicos que forman un c¨ªrculo en esta peque?a sala de conciertos convertida en local de ensayo rondan los 70 a?os. Su maestr¨ªa se nota en el sonido, no tanto en la en¨¦rgica ejecuci¨®n. Cheick Tidiane Seck, de 61 a?os, se sienta a los teclados, orgulloso de su camisa con la efigie de Jimi Hendrix. ¡°?Me la hizo su hermana!¡±, exclama. Es un hombre expansivo, que ha trabajado con Manu Dibango y Hank Jones, el pianista del compositor de jazz Charlie Parker. Acaba de publicar un disco en el que toca todos los instrumentos. Ha sido capital en la reuni¨®n de Les Ambassadeurs. ¡°Siempre hemos alimentado la necesidad y la ambici¨®n de volver y tocar juntos, con ayuda o sin ella¡±, dice. ¡°Esta orquesta era m¨ªtica, ha dise?ado el advenimiento de la m¨²sica moderna en Mal¨ª¡±.
Y tanto. Enfrente est¨¢ Ousmane Kouyat¨¦, de 62 a?os, alto, elegante, un virtuoso de la guitarra. Un guineano que abandon¨® sus estudios de agronom¨ªa para seguir los pasos de Les Ambassadeurs hacia Abiy¨¢n, la capital de Costa de Marfil, donde se instalaron en 1978, cuando cay¨® su protector, el teniente Bagayoko. El grupo se salv¨® de la detenci¨®n por la mentira de un polic¨ªa amigo que compart¨ªa con ellos un guiso de cordero en la frontera. ¡°Ya est¨¢n al otro lado¡±, dijo por tel¨¦fono. Kouyat¨¦ ha trabajado con una larga lista de m¨²sicos, entre ellos el propio Keita.
En un lateral se sienta el profesor Idrissa a los teclados. ¡°Nos quer¨ªamos, nos entend¨ªamos, nos comunic¨¢bamos bien. Les Ambassadeurs era fant¨¢stica como orquesta. No ha habido dos. Y el ambiente era maravilloso, ¨¦ramos como una familia. Siempre hab¨ªa quien te propon¨ªa discretamente cosas para mejorar. Cuando viaj¨¢bamos, ¨ªbamos en el mismo autob¨²s y dorm¨ªamos en el mismo sitio. Lo hac¨ªamos todo juntos¡±. Los cuatro j¨®venes del grupo, las dos coristas y los que tocan la calabaza y el n¡¯goni, colaboradores habituales de Keita, les miran con reverencia. Est¨¢n tocando con sus mitos. Tambi¨¦n adopta un tono reverencial Madibo Kone, de 75 a?os, a los bongos. Cuando Les Ambassadeurs se fueron a Costa de Marfil, ¨¦l tuvo que quedarse por su familia y sobrevivir como conductor de autob¨²s.
Falta Amadou, el guitarrista ciego del conocid¨ªsimo d¨²o de afrosoul Amadou & ?Mariam. Tiene conciertos fuera. A la bater¨ªa, Mamadou Bakayoko, alias Pacheco, un tipo chupado con una camiseta del Che a quien cuesta entender. Todo tiene su porqu¨¦¡ ?Johnny Pacheco les visit¨® y toc¨® con ellos, igual que la Orquesta Arag¨®n.
Salif Keita se levanta y escucha, uno a uno, el sonido que sale de la bater¨ªa, el que genera el viejo percusionista y el joven que golpea la calabaza. Su gesto brusco para la m¨²sica:
¨C?Esto no est¨¢ haciendo bailar! ?Hacen todos lo mismo!
Cheick responde:
¨CHemos estado haciendo eso cinco d¨ªas.
¨CT¨² haces jazz, t¨² eres un jazzman, pero esto no mueve a bailar. ?Lo lamento!
Keita se enerva. Aflora su perfeccionismo. O su capricho. ¡°Tiene una dualidad: por una parte no escucha a nadie, por otra es encantador¡±, dice un colaborador suyo, ¡°pero creo que todas las personas fascinantes son complicadas¡±.
La tensi¨®n crece, ahora se discute en bambara. Hasta que interviene Idrissa tapando el intercambio con las notas de su teclado:
¨CParad ya.
Les Ambassadeurs se disolvieron en 1985. Pero dejaron muchos hitos: como cuando Salif Keita improvis¨® ante el presidente de Guinea Sekou Trour¨¦ un canto de alabanza griot llamado Mandjou que les supuso la protecci¨®n del dudoso mandatario. Cuando el ya himno personal de Trour¨¦ fue grabado a?os despu¨¦s col¨¢ndose el grupo una noche en un estudio de Costa de Marfil, el tema fue un ¨¦xito panafricano. O cuando pasaron tres meses en el invierno neoyorquino empap¨¢ndose de los sonidos de finales de los setenta.
Una isla en medio de la ciudad. Lo ¨²nico que se ve desde aqu¨ª son grandes ¨¢rboles de sombra generosa, plantas que buscan el frescor y una extensi¨®n de agua en tonos verdosos que parece no tener fin. Es lo que contempla al levantarse todos los d¨ªas Salif Keita. ¡°Estoy en Bamako, pero en el campo¡±, dice alzando la barbilla, como se?alando al r¨ªo N¨ªger. ¡°Es inimaginable en una gran capital encontrar un lugar como este, en el medio del agua¡ Adoro estar aqu¨ª. Es mi para¨ªso. Me siento muy unido al agua. No puedo pasar una semana sin ver el r¨ªo o el mar. Me hace falta. Es bueno para mi cabeza¡±. Keita vive en una isla de seis hect¨¢reas en el r¨ªo N¨ªger, una especie de Neverland con dos caballos, un par de ant¨ªlopes, un caim¨¢n y una cabra que sigue a todos lados a la cocinera. Hay bungal¨®s para alquilar, bar al aire libre, sala de conciertos, esculturas (un le¨®n o una grotesca sirena que preside la piscina) y porches donde algunos m¨²sicos de Les Ambassadeurs celebran el inicio del Ramad¨¢n con un guiso de cordero.
Pero Salif, el hombre cuya carrera estall¨® acu?ando el afropop tras el fin de Les Am?bassadeurs (ha publicado una decena de discos de estudio y colaborado con artistas de la talla de Santana, Wayne Shorter o Ces¨¢ria ?vora), no abandona su casita a orillas del r¨ªo, construida sobre una barcaza fluvial. All¨ª entran y salen sus mujeres y sus amigos. ?l les espera en el porche, sentado a una mesa que tiene la forma del continente africano. Los d¨ªas que no compone suele ir a ver a su familia, al pueblo, juega a las damas (¡°es algo muy inteligente¡±, explica) y, si puede, evita la ciudad.
En busca de la m¨²sica. Esa ciudad invisible desde aqu¨ª: Bamako, dos millones de almas. Hace nada era la meca para los amantes del extraordinario tesoro musical de Mal¨ª, que se desplegaba en festivales y bares donde gozar con genios como Toumani Diabat¨¦, el mago de la kora; Ali Farka Tour¨¦ (que interpretaba interludios musicales en las sesiones de Les Ambassadeurs) o Rokia Traor¨¦. Pero eso fue antes de 2012, antes de la guerra.
¡°Nuestra naci¨®n pasa por un momento de crisis dolorosa, queremos llamar a la uni¨®n de todos los pueblos, como dice el lema de Mal¨ª¡±. El siempre sonriente Cheick, el buda negro, se ensombrece. El pa¨ªs no solo se sit¨²a en los puestos de cabeza de los indicadores de pobreza de todos los pa¨ªses de mundo (el und¨¦cimo con menor renta per capita). Sus 20 a?os de r¨¦gimen democr¨¢tico, con muchas carencias, eso s¨ª, se rompieron en 2012 con una asonada militar y la divisi¨®n en dos del pa¨ªs por la revuelta de los tuaregs del norte y grupos yihadistas, que prohibieron los conciertos. Trescientas mil personas huyeron hacia el sur y 500.000 ni?os est¨¢n en riesgo grave de desnutrici¨®n. A¨²n hoy, con unas elecciones democr¨¢ticas celebradas en 2013, el norte est¨¢ en manos del tuareg Movimiento Nacional de Liberaci¨®n del Azawad. No hay rastro de turistas, solo llegan hombres y mujeres de uniforme con cascos azules.
Hay dos temas que despiertan a Salif Keita de su letargo frente al r¨ªo. Uno es el albinismo, su empe?o en que sus semejantes dejen de ser atacados y marginados, y otro, Mal¨ª. ¡°Necesitamos ayuda. Y ten¨¦is que decir que no estamos en guerra, que el problema est¨¢ en el exterior¡±. Parece algo m¨¢s complejo. El pr¨ªncipe albino es partidario de una regeneraci¨®n de las clases dirigentes.
En memoria. Sokou Dibat¨¦, el bajista, vive en Par¨ªs. Tiene 73 a?os. Es uno de los ocho supervivientes de Les Ambassadeurs. Todos dicen algo parecido: ¡°Algunos partieron a la aventura, otros han muerto¡ La muerte es un viaje sin retorno. Ya no est¨¢n el bater¨ªa, el saxo, el balafonista, Mafila, nuestro director. No estaremos en el mismo lugar que ellos, pero sin duda nos han llamado. No olvido a ninguno¡±.
Les Ambassadeurs con Salif Keita, Cheik Tidiane Seck y Amadou Bagayoko (de Amadou&Mariam) act¨²an en el festival La Mar de M¨²sicas en Cartagena el 25 de julio a las 23.00 en el Auditorio Parque Torres dentro del especial 20? aniversario. El festival se prolonga hasta el d¨ªa 26.
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