Un encuentro de Ramad¨¢n en Rabat
Felipe VI ha visitado Marruecos en un buen momento para mejorar relaciones
Hace casi 20 a?os, una encuesta publicada por la revista Chu¡¯un magribiya revelaba que las personalidades extranjeras m¨¢s valoradas por los marroqu¨ªes eran Nelson Mandela y el rey Juan Carlos. Hoy, tras la visita del rey Felipe VI a Marruecos, ?cu¨¢l es la estima que Espa?a conserva en nuestro pa¨ªs vecino?
El pasado 13 de junio presenci¨¦ el primer tiempo del partido Espa?a-Holanda en el caf¨¦ Mirican de T¨¢nger entre un centenar de parroquianos que se quedaron impasibles ante el primer gol espa?ol. Una sorpresa, pues es proverbial la afici¨®n tangerina por el Bar?a y el Real Madrid y en una calleja vecina del caf¨¦ una pintada reza un enigm¨¢tico Visca Madrid. Mayor a¨²n mi sorpresa cuando ante el primer gol holand¨¦s el p¨²blico estall¨® de euforia.
?Se habr¨¢ perdido el afecto a Espa?a?, me llegu¨¦ a preguntar. Pens¨¦ en explicaciones m¨¢s o menos racionales, como los v¨ªnculos afectivos de tanto rife?o que puebla T¨¢nger con sus parientes en Holanda desde 20 a?os antes que en Espa?a. Pero para pulsar la estima de nuestro pa¨ªs en Marruecos son necesarios otros indicadores m¨¢s consistentes.
Espa?a ha sido durante los noventa y el arranque del nuevo siglo una referencia y hasta un destino idealizado para tantas familias marroqu¨ªes. Desde que se implant¨® el acuerdo de Schengen en 1991, los residentes legales marroqu¨ªes en nuestro pa¨ªs pasaron de 60.000 a 888.000, lejos de las previsiones.
Adem¨¢s, en ese tiempo, m¨¢s de 100.000 marroqu¨ªes son hoy conciudadanos de pleno derecho por haber adquirido la nacionalidad espa?ola. La crisis no ha hecho descender el n¨²mero de residentes legales, a pesar de las campa?as de retorno voluntario que se trat¨® en vano de lanzar. Aunque no pocos de ellos, afectados por el paro, han instalado a sus familias en Marruecos, pero sin perder ¡°los papeles¡± de nuestro pa¨ªs, a la espera de mejores tiempos que, conf¨ªan, llegar¨¢n.
Francia viste ahora mal en Marruecos, pero lleva d¨¦cadas de ventaja a Espa?a en el reino alau¨ª
La crisis ha frenado el ¨¦xodo hacia Espa?a de muchos candidatos a la emigraci¨®n. Menos pateras ¡ªson subsaharianos la inmensa mayor¨ªa de los que siguen llegando a nuestras playas o queriendo saltar las vallas de nuestras plazas africanas¡ª y tambi¨¦n el movimiento de espa?oles que se instalan en Marruecos.
Hace un a?o, a ra¨ªz de un v¨ªdeo en YouTube que mostraba a un espa?olito con su guitarra pasando la gorra en los zocos de Marruecos huyendo del paro, televisiones y diarios de gran tirada europeos hicieron su consiguiente reportaje sobre el trabajo de espa?oles en el reino alau¨ª, avanzando alguno cifras astron¨®micas de ¡°varias decenas de miles¡±. La imagen de la Espa?a derrotada, de la historia al rev¨¦s, no cuaj¨® demasiado a pesar de los esfuerzos de cierta prensa marroqu¨ª que insist¨ªa en sus portadas: ¡°Oleada de inmigraci¨®n de millares de espa?oles hacia Marruecos atra¨ªdos por Eldorado marroqu¨ª¡± (L¡¯Opinion); ¡°La inmigraci¨®n cambia de sentido. Cuando T¨¢nger salva a Espa?a¡± (Le Temps).
Los datos de los consulados espa?oles no respaldan estas tesis. Los espa?oles inscritos, 5.807 en 2001, hab¨ªan pasado a ser 8.810 en 2012, invirtiendo, ciertamente, la tendencia de d¨¦cadas anteriores, pero una buena parte eran marroqu¨ªes naturalizados espa?oles que buscaban protegerse del chaparr¨®n de la crisis bajo el paraguas de sus familias. Cierto que hay espa?oles que se buscan la vida en Marruecos, como en todos los rincones del mundo, y muchos pasan los d¨ªas laborables de la semana en sus trabajos en empresas espa?olas en Marruecos, cada vez m¨¢s numerosas.
Toda esta historia de idas y venidas muestra que el marroqu¨ª est¨¢ dejando de ser ¡°el moro¡± para muchos espa?oles y que el marroqu¨ª se ha familiarizado, y mucho, con el espa?ol. No tanto con nuestra lengua, cada vez con menos cabida en la ense?anza secundaria y reducida a c¨ªrculos peque?os en el norte de Marruecos.
Paralelamente, la econom¨ªa fluye entre nuestros dos pa¨ªses. Espa?a es hoy el primer proveedor de Marruecos, por delante de Francia y ello inquieta a nuestros vecinos del norte que hab¨ªan sido ¡ªy siguen siendo¡ª due?os y se?ores en el reino alau¨ª. Suenan ahora otros aires g¨¦lidos entre Par¨ªs y Rabat y no parece casual que el rey de Marruecos haya recibido a nuestro flamante Monarca el d¨ªa de la fiesta nacional francesa, vaciando de ministros y personalidades la tradicional recepci¨®n gala del 14 de julio.
Una cadena de gestos de Francia hacia Marruecos, interpretados como hostiles y graves por autoridades y prensa de Rabat, ha complicado la relaci¨®n franco-marroqu¨ª, alej¨¢ndola de los fastos de las eras Chirac y Sarkozy, con inversiones y promesas fara¨®nicas. ?Acumulaci¨®n de azares, provocaciones galas o paranoia marroqu¨ª? La realidad es que la Francia de Hollande, con su crisis a cuestas, viste mal ahora en Marruecos. Pero convendr¨ªa no dejarse engatusar creyendo posible en esta coyuntura superar las d¨¦cadas de ventaja que nos saca. Que el iftar (desayuno de Ramad¨¢n) que los dos monarcas tomaron en Rabat sirva para consolidar una amistad sin sue?os de grandeza. Y si de paso sirve para ganar confianza en la manera de tratar nuestros espinosos asuntos en buena vecindad, miel sobre hojuelas, imprescindibles para acompa?ar la harira tradicional.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es profesor honorario de Historia del Islam Contempor¨¢neo en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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