Historia de dos albinos: Salif Keita y la ni?a Rabiatou
El cantante de Mali lucha con su fundaci¨®n contra el estigma de los negros sin pigmentos Los enfermos sufren en varios pa¨ªses de ?frica mutilaciones, asesinatos y discriminaci¨®n La estrella trata de salvar la vida de una cr¨ªa con c¨¢ncer de piel
La ni?a mueve continuamente sobre su cabeza el extremo de su velo. Parece querer esconder la cara p¨¢lida y los ojos que apenas conocen. O espantar las moscas, que esta ma?ana est¨¢n especialmente pesadas. A finales de junio Rabiatou llevaba dos semanas rondando el hospital, el m¨¢s importante de Bamako, la capital de Mali. "Y no la han querido tocar, ni curar, hasta ayer", protestaba Coumba Malakou mientras miraba a la cr¨ªa, que solo emit¨ªa sonidos ininteligibles. Rabiatou Traor¨¦ es una anomal¨ªa blanquecina entre cuerpos oscuros, una negra albina. No poseer melanina (un pigmento que nos protege del sol y resulta b¨¢sico para la visi¨®n) en ?frica significa obtener una candidatura firme al c¨¢ncer de piel, pero tambi¨¦n a sufrir discriminaci¨®n y omert¨¢. "Sienten que ella no forma parte, que es de otra raza", prosigue Malakou, presidenta de la Fundaci¨®n Global Salif Keita, y esposa del famoso cantante albino de Mal¨ª.?
Bajo el velo que tapa su extrema delgadez, Rabiatou, que tiene 12 a?os, esconde una gran ¨²lcera a la que, hasta hace unas horas, se pegaba la tela. Solo la presencia de Salif Keita, una autoridad en el pa¨ªs, consigui¨® que le pusieran unos vendajes sobre la herida de la cabeza y la ofreciesen analg¨¦sicos, ante el enfado de Malakou, quien no duda en utilizar el nombre del marido como salvoconducto.
Ser albino en el continente negro es mucho m¨¢s que ver mal, tener el pelo blanco o soportar un elevad¨ªsimo riesgo de padecer tumores malignos de piel. En algunos pa¨ªses, como Mal¨ª, traen mala suerte, escupen a su paso e incluso, como dice Malakou, se apartan porque creen que esta disfunci¨®n gen¨¦tica es contagiosa. "Adem¨¢s, como suelen tener problemas de visi¨®n, es muy dif¨ªcil que estudien", asegura. En Mali, con 14,5 millones de habitantes hay entre 6.000 y 10.000 albinos, seg¨²n estimaciones de la Fundaci¨®n Global Salif Keita.
Mutilaciones y sangr¨ªas. En el este de ?frica, la persecuci¨®n es mayor. Y un ejemplo es Tanzania, donde, seg¨²n estimaciones de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, hay un albino por cada 1.500 nacimientos. Sus brujos decretaron hace unos a?os que estos negros p¨¢lidos tra¨ªan buena suerte y que llevar un amuleto con alguna parte de su cuerpo (genitales, huesos, sangre) garantizaba fortuna. As¨ª que se han producido asesinatos y h¨®rridas mutilaciones, especialmente de ni?os, hasta el punto que el Gobierno prohibi¨® la brujer¨ªa, detuvo a decenas de brujos y nombr¨® una diputada albina para luchar contra los ataques y la discriminaci¨®n. Pero la persecuci¨®n persiste.
Seg¨²n el ¨²ltimo informe de Naciones Unidas, fechado en 2013, se han producido 72 asesinatos en el pa¨ªs desde 2000. Pero no solo hay agresiones en Tanzania. Esto es lo que dice el documento literalmente: "Hasta la fecha, hemos recibido informaci¨®n de m¨¢s de 200 casos de ataques rituales contra albinos en 15 pa¨ªses entre 2000 y 2013. Debido a la naturaleza secreta de los rituales de brujer¨ªa y a la vulnerabilidad y estigmatizaci¨®n de los albinos, se cree que muchas agresiones no se han documentado o comunicado".
Rabiatou sufre ataques de dolor que la mantienen inquieta y que hacen que la madre, siempre con un gesto severo, se altere m¨¢s. Sus horas transcurren tumbada en un rinc¨®n oscuro del amplio recinto del destartalado y viejo hospital Point G de Bamako. Una gesti¨®n de Coumba consigue una cama, apenas un jerg¨®n, en una sala llena de viejos somieres. Una visi¨®n que retrotrae a un siglo atr¨¢s.
En cuanto a los cuidados m¨¦dicos, solo la presencia de las c¨¢maras hace que el profesor Nouhoum Ongoiba, titular del Cirug¨ªa y Anatom¨ªa, reciba a la representante de la fundaci¨®n en su despacho con aire acondicionado: "La ni?a tiene un tumor de piel, un melanoma, en la parte delantera y lateral de la cabeza", explica. "Tenemos que operarla, si est¨¢ en condiciones de soportarlo, y ver hasta donde se extiende. Luego habr¨ªa que intervenirla de nuevo para hacer una reconstrucci¨®n de la zona". La visita al anestesista, en un cuarto de paredes sucias pintado de azul, es deprimente. Rabiatou, pese a las palabras cari?osas en mandinga del m¨¦dico, apenas habla. La b¨¢scula arroja un veredicto descorazonador: 30 kilogramos para una muchacha que sobrepasa el 1,60.
La ni?a se toca las u?as de los pies, decoradas con un esmalte oscuro. Ella y su madre viven en un pueblo lejano, sin sustento alguno porque el padre falleci¨® y la mujer ha sido repudiada por alumbrar a una albina. La matriarca no dud¨® en viajar hasta Bamako y presentarse en el centro cultural que Salif Keita tiene en la capital.
"La fundaci¨®n tiene censados a 3.000 albinos en Mal¨ª", dice la presidenta ejecutiva, que vive en Washington. El organismo tiene dos patas. "Una en Estados Unidos, donde se hace trabajo de lobby frente al Congreso y entidades internacionales como Naciones Unidas o la Uni¨®n Africana y otra en Mal¨ª, donde trabajamos directamente con los albinos, tratamos de atender sus necesidades primarias de salud, cuando padecen c¨¢ncer o alg¨²n problema similar Tambi¨¦n repartimos cremas protectoras, gafas de sol y sombreros". De hecho, Coumba acude a la cita con un tarro de filtro solar que se fabrica directamente en Mal¨ª, un pa¨ªs de gran pobreza. ?Y c¨®mo se financian? "Tenemos menos de 20.000 d¨®lares en donaciones directas", responde la presidenta, que ha organizado una gira de Salif Keita en Estados Unidos y Canad¨¢ que comienza a finales de este mes de agosto.
Contento conmigo mismo
Yacout¨¦ Broullair es la imagen de la salud y la vitalidad, todo lo contrario que Rabiatou. Los albinos no suelen superar los 30 a?os de vida en ?frica. Pero ¨¦l ser¨¢ longevo, como Salif Keita, que ya tiene 64. El hombre, un artesano reconocido que proviene de Costa de Marfil, lija unas contraventanas cerca de su pap¨¢, como llama al cantante. Est¨¢ a la sombra de un ¨¢rbol cercano a la casa que Keita se ha construido en una isla en medio del r¨ªo N¨ªger, en Bamako. "Estoy contento conmigo mismo", dice, "y lo que vamos a hacer en la fundaci¨®n es formar a los albinos".?
"Me encantar¨ªa que se encontrase una manera de prevenir el albinismo", dice, por su parte, Salif Keita, el albino negro m¨¢s famoso del mundo, la voz de oro de ?frica, sentado frente a una mesa que tiene la forma del continente y que ha sido tallada por Yacout¨¦.? "Aqu¨ª es dif¨ªcil escapar al c¨¢ncer de piel. No hay infraestructuras, ni personal cualificado para tratar esta enfermedad. Ha habido una resoluci¨®n de las Naciones Unidas que se?ala que el maltrato a los albinos debe de ser castigado. Nos falta declarar un d¨ªa internacional del albinismo, si se tuviese mejorar¨ªan muchas cosas. Es dif¨ªcil luchar contra cierta cultura, los sacrificios humanos perpetrados contra los albinos son culturales, pero con el tiempo la gente cambiar¨¢. En ?frica, el 85% de la poblaci¨®n es analfabeta".
El calvario de Rabiatou no ha terminado
Una visita a un centro de dermatolog¨ªa en Bamako confirm¨® que padece un c¨¢ncer de piel, pero determin¨® que dentro del pa¨ªs no existen los medios necesarios para operarla y que la pretensi¨®n del m¨¦dico del hospital Point G de intervenirla era irresponsable. La fundaci¨®n, seg¨²n ha contado la presidenta mediante correo electr¨®nico a principios de agosto, ha tramitado que sea admitida en alg¨²n hospital fuera de Mal¨ª. "Estamos pendientes de que un centro de Francia nos conteste. Un hospital de Costa de Marfil ha aceptado tratarla. Al mismo tiempo, hemos lanzado dos campa?as para obtener fondos para su tratamiento. La trasladaremos en cuanto consigamos arreglar los papeles", dice la esposa de Salif Keita. "Adem¨¢s, otros cuatro albinos de la fundaci¨®n necesitan ser evacuados".
Cuesta no quedarse pensando en como ser¨¢n los d¨ªas de Rabiatou, esperando, cargando adem¨¢s con su otra herida, la herida de la ignorancia ajena. La que hace que quienes se cruzan con ella en el hospital la miren como si fuese un fantasma.
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